"A pesar de ser trabajadores normales, si nos organizamos, podemos enfrentarnos a un gigante como Amazon"
Hola a todos y todas los presentes en este congreso. Mi nombre es Efraín Hernández.
Antes que nada, quiero empezar con una disculpa, ya que, como ven, estoy presente de manera virtual mediante un vídeo. En este momento, mientras ustedes están viendo esto, yo estaré en mi país después de muchos años. Así que, nuevamente, una disculpa, pero creo que este vídeo puede aportar su granito de arena.
Quiero hablarles sobre mi experiencia como repartidor de SDR, aunque en la práctica siempre fuimos de Amazon. En algún momento, todas las subcontratas de Amazon han estado o están en la misma situación en la que estuvo SDR durante mucho tiempo. Espero que lo que vamos a abordar aquí sea de mucha utilidad y, sobre todo, sirva como motivación. A pesar de ser personas trabajadoras normales, si nos unimos, podemos enfrentarnos a un gigante del comercio y exigir los derechos mínimos que requerimos todos como seres humanos.
Amazon, como todos saben, es un gigante del comercio que se desvincula de todo el personal que trabaja a través de las subcontratas, a pesar de que los responsables directos de los empleados deberían ser ellos. Sin embargo, eran estas subcontratas las que proporcionaban la furgoneta, los paquetes, los horarios y todo lo relacionado con el trabajo, siguiendo siempre las directrices de Amazon.
Cómo empezó nuestra lucha
Yo estuve cuatro años trabajando en la empresa. Durante ese tiempo, muchas veces pensé en renunciar debido a la carga de trabajo: muchos paquetes, muchas horas y un control exhaustivo. Además, había situaciones como tener que pagar de nuestro bolsillo los golpes en las furgonetas o recibir descuentos injustos, que iban desde 30 euros hasta fácilmente 200 euros.
Estas jornadas extenuantes y las malas condiciones terminan afectando anímicamente. Uno llega a un punto en el que trabaja solo por obligación, sin motivación ni por el salario, ni por las condiciones, ni por el compañerismo. Aun así, las circunstancias económicas no permiten a muchas personas quedarse sin empleo.
Fue entonces cuando empecé a escuchar sobre organizaciones sindicales en el País Vasco. Al principio, desconocía mucho sobre estos temas. Sin embargo, un día decidí pedir una cita en el sindicato ELA para una consulta informativa. Quería saber si había alguna manera de cambiar nuestra situación.
Mi sorpresa fue que el problema no era solo lo que yo veía, sino que había muchas más irregularidades. Sentí que me abrieron los ojos. Empecé a ver el mundo laboral de manera distinta y me di cuenta de que habían abusado de mis derechos y se habían lucrado a mi costa.
El inicio de la organización
En mi primera reunión con José Luis Vidal, una de las primeras preguntas fue: “¿Qué convenio colectivo tienes?” Yo ni siquiera sabía lo que era un convenio. A partir de ahí, empecé a entender lo que debería estar pasando en mi lugar de trabajo y lo que realmente ocurría. Salí convencido de que, para evitar esos abusos, era necesario organizarnos.
En mi trabajo comenté sobre la reunión. Algunos compañeros mostraron apatía, otros indiferencia, pero hubo personas con interés, como Nerea. Sus palabras fueron clave: “Si tú te metes, yo me meto, y empecemos con esto a tope.”
Con ese respaldo, empezamos a afiliarnos al sindicato ELA poco a poco. Me tomé el trabajo de llevar solicitudes de inscripción y, después de largas jornadas laborales, hablaba con mis compañeros para explicarles nuestra situación. Les decía que las cosas no estaban bien, que podíamos estar mejor, no por ser exigentes, sino porque era nuestro derecho.
Formación del comité y mejora de convenio
Logramos que unas 20 personas se afiliaran al sindicato. Con ese grupo, comenzamos el proceso para montar un comité dentro de la empresa. Me convertí en delegado sindical junto a otros tres compañeros.
Con la orientación de José Luis, revisamos cuál era el convenio aplicable para nosotros: el Convenio de Transporte de Mercancías por Carretera de Gipuzkoa. Descubrimos muchas irregularidades, desde jornadas incompletas mal definidas hasta la falta de compensaciones por trabajo en domingos o bajas médicas mal pagadas.
Se convocó a una reunión con la empresa, y, para nuestra sorpresa, admitieron que el convenio aplicable era el que mencionábamos, aunque no lo aplicaban. Esto nos dio fuerza para exigir su cumplimiento, incluyendo incrementos salariales del 36 % y jornadas definidas. Finalmente, con nuestra insistencia, logramos que la empresa comenzara a mejorar todo lo que se había planteado en el convenio y que, hasta ese momento, no habían cumplido.
El despido colectivo y la lucha legal
Dos meses después, sin previo aviso, la empresa cerró y nos aplicaron un ERE. Nos convocaron a los miembros del comité sindical a una mesa de diálogo para cerrar y pedir nuestra firma, pero nos negamos, ya que estaba claro que detrás de todo estaba Amazon.
Amazon organizaba los horarios, las rutas y hasta geolocalizaba nuestras entregas con su aplicación. Aun así, no se presentó ningún representante de Amazon en la mesa de negociación.
La situación se complicó aún más cuando un miembro del comité recibió una oferta bajo la mesa. A pesar de estas dificultades, mantuvimos la lucha y llevamos el caso a los tribunales.
Resultados y aprendizajes
Finalmente, ganamos el juicio. Amazon fue condenado por cesión ilegal de trabajadores, y se ordenó la reincorporación de los despedidos, ya sea con subrogación de contratos o directamente a Amazon. Esto sentó un precedente importante, ya que, a raíz de nuestra lucha, más subcontratas comenzaron a organizarse sindicalmente.
Esta experiencia nos demostró que es posible enfrentarse a un gigante como Amazon. Aunque intenten amedrentarnos o lucrarse a costa del trabajador, tenemos derecho a condiciones laborales y salarios dignos.
Agradecimientos
Quiero agradecer especialmente a José Luis, Nerea, al equipo del sindicato ELA y a mis compañeros que estuvieron al pie del cañón. Sin su apoyo, esto no habría sido posible.
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