Amaia Pérez Orozco: “Se puede ser pobre teniendo múltiples empleos de mierda”
Martín Cúneo, Diagonal 2015/02/12
¿Qué esconden las estadísticas de empleo?
Las estadísticas oficiales de empleo tienen dos problemas. El primero, que no llaman trabajo a todo lo que es trabajo, por lo que hay un montón de tareas que se quedan fuera y no sabemos qué está pasando con ellas. Lo que sí sabemos por estudios de corte más cualitativo es que hay una gran sustitución por trabajo no remunerado de lo que ya no se puede comprar en el mercado o de cosas que el Estado ya no da a través de servicios públicos.
¿Cómo funciona este proceso de sustitución en el día a día?
Si son más caros los productos en el supermercado, dedicas mucho más tiempo a buscar ofertas y se te multiplica el tiempo dedicado a las gestiones. O si compras elementos menos elaborados, tienes que trabajar más tiempo en casa. O si ya no hay clases de apoyo escolar, tendrás que hacer el apoyo escolar en casa. O si te traes al abuelo de la residencia a casa, tendrás que dedicar mucho más tiempo a cuidarlo. O si te ventilan antes del hospital, pues tendrás que hacer el trabajo de cuidados en casa. También hay gente que le compensa quedarse en casa, porque tiene una mierda de curro, en caso de tenerlo, y la guardería cuesta un montón de dinero. El tema del trabajo remunerado no es sólo una cuestión de tiempo. A veces se intensifican tareas y tienes que hacer más en menos tiempo: no es sólo el aumento de horas, sino la intensificación de los trabajos. Sabemos que han aumentado las horas de trabajo no remunerado, al mismo tiempo que se han intensificado y empeorado las condiciones en las que se realizan. Por ejemplo, con la pobreza energética, se degradan las condiciones en las que se hace el trabajo no pagado. Todo eso se lo deja fuera la Encuesta de Población Activa.
¿Qué supone ignorar todo este trabajo invisible?
Hay más horas de trabajo no pagado que horas pagadas, no nos estamos dejando una partecita, nos estamos dejando el grueso a lo que la gente dedica su vida para poder sostener la sociedad, al conjunto social. Y esto es fundamental, porque tendemos a creer que es un ratito y no es un ratito. Por otro lado, aunque las encuestas laborales al uso han estado cambiando, han estado construidas en torno a la experiencia masculina en los mercados como de plena dedicación. Hay un montón de situaciones laborales que se dejan fuera. Por ejemplo, toda la gente que está hasta el moño de buscar curro y no encontrarlo desaparece como desempleada y pasa a ser inactiva, cuando realmente le gustaría tener un curro. A esto le llaman el paro desanimado. O gente que está cosiendo o haciendo tartas en casa para sacar dos duros... no se puede decir que no tengan ningún tipo de empleo remunerado, pero tampoco que esté empleada. Estas figuras intermedias –en los márgenes de actividad, inactividad, empleo, desempleo– han estado históricamente ocupadas por mujeres, pero con la flexibilización del mercado laboral se han generalizado. En parte por esto hemos hablado de la feminización del trabajo. El empleo se parece cada vez más al tipo de trabajo hecho generalmente por mujeres. Categoría tradicionales como el desempleo dejan de ser la única referencia para medir la falta de un empleo digno. Puedes tener un empleo, pero que sea una mierda de empleo o estar subocupada.
Se da la posibilidad de que tengas trabajo pero que seas pobre...
Trabajadores, pero pobres. Lo venimos viendo desde hace mucho tiempo, ya no es sólo pobre el que no tiene empleo, también se puede ser pobre teniendo múltiples empleos de mierda.
¿Qué es eso del “trabajador champiñón”, una fórmula que usas a menudo?
Las empresas, pero en general el mundo de lo público –y si me apuras también el mundo militante– exigen a las personas cuando se insertan en la empresa que vengan libres de toda responsabilidad que interfiera con su curro y que aparezcan con sus necesidades resueltas, no les importa ni cómo ni dónde solucionan sus necesidades, ni quién se hace cargo de las responsabilidades que deberían asumir, como el cuidado de los menores o la gestión de su propio hogar. Piden personas que no tengan ni responsabilidades de cuidados ni necesidades, es decir, como si brotarán de una seta, de una nada, brotan cuando aparecen en el ámbito público, de la empresa, y desaparecen cuando salen de ahí. Para las empresas, el resto de la vida da igual. Pasa lo mismo con la gente migrante, de ahí la frase “Queríamos mano de obra y vinieron personas”.
¿Qué consecuencias tienen los recortes en dependencia en el acceso de las mujeres al trabajo remunerado?
Te obliga a dedicarte por completo a los cuidados. Pero ya habían hecho una trampa antes, con lo que en Andalucía llamaban “la paguilla”, entre 300 y 500 euros, por ser cuidadora de una persona en situación de dependencia, 24 horas al día, siete días a la semana... Y ya se consideraba que estabas ocupada. ¿Esto es un empleo? En muchos casos se hacía sin firmar el convenio especial previsto de la seguridad social. Sin derechos laborales, sin derecho a vacaciones, pero se te consideraba como empleada.
En diciembre de 2014 salió un informe de la OIT que volvía a hablar de la diferencia salarial entre hombres y mujeres, situada en un 17%. ¿En qué se concreta esta desigualdad?
Por un lado hay desigualdades en la cantidad de tiempo trabajado en el mercado, con contratos a tiempo parcial en vez de a tiempo completo. Y por otro está la diferencia en el salario recibido. Si queremos tener en cuenta las posibilidades de vivir una vida autónoma deberíamos mirar los ingresos laborales totales donde las diferencias son mucho mayores. Con respecto al salario por hora, te encuentras con la minusvaloración de los trabajos históricamente asociados con las mujeres. Luego están las diferencias salariales relacionadas con las posibilidades de promoción profesional. Por ejemplo, dos personas tienen el mismo curro, pero una de las dos hace horas extras y la otra no, porque tiene responsabilidades de cuidados. Y luego está la discriminación salarial pura: dos personas, un hombre y una mujer están en el mismo puesto, haciendo las mismas funciones, con la misma cualificación cobrando distinto y esa también existe.
Pero esto no es todo, la discriminación salarial en base al género tiene que complementarse con las desigualdades intragénero. En este contexto las desigualdades entre mujeres eran todavía mayores que entre los hombres. Hay un problema enorme que es lo que se llama el suelo pegajoso: para muchísimas mujeres el principal problema es que no pueden despegar de empleos temporales, a tiempo parcial, en muy malas condiciones, que no dan ingresos suficientes para vivir. El grueso de las mujeres está concentrado en los tramos más bajos de ingresos.
¿Crees que se ha dado una involución en los derechos laborales y sociales de las mujeres, en la autonomía económica de las mujeres? Sin duda. No se puede mirar a las mujeres como si fueran un colectivo único, pero creo que sin duda ha habido un retroceso. Hay que romper la idea de que existe una senda lineal del progreso, donde si haces bien los deberes irás a más y mejor. Con la crisis está habiendo una marcha atrás en términos de niveles de vida para la mayoría de la población y en términos relativos está siendo peor para las mujeres.