Betira arte, Mixel!

2021/05/19
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Dotado de una inteligencia y una bondad inusuales, una visión y un admirable talento pedagógico, Mixel encarnaba la amistad y el respeto. No ha terminado de inspirarnos, de arrojar luz sobre el vasto proyecto al que intentamos hacer día a día nuestra aportación, personal y colectiva, para construir un País Vasco y un mundo más humano, más amable para vivir también para los más débiles y vulnerables.

Txetx Etcheverry, miembro de la fundación Manu Robles Arangiz. Publicado en Laborari.

Siempre me pregunté cómo Mixel lograba hacer todo lo que hacía, con su familia, su granja, los compromisos en donde dió tanto, desde ELB a la Confédération Paysanne y Laborantza Ganbara, desde el Consejo de Desarrollo del País Vasco hasta Batera, de las crónicas en Izar Lore (revista de la Laborantza Ganbara) o Enbata a una intensa participación en los Artesanos de la Paz, sesiones de formación y conferencias que dió por todas partes, innumerables y contínuas solicitudes a las que daba respuesta. Sin contar lo que se desconoce de él: la discreta ayuda a este o aquel cam‐pesino o a aquella familia de un preso en apuros, o la acogida en su casa de una persona discapacitada.

Sé que parte de la respuesta se llama Mikele, su esposa, siempre presente y más que presente. Otra parte es, sin duda, el equilibrio y la fuerza tranquila que extrajo de su existencia, de su propia esencia, como campesino vasco. Rápidamente te dabas cuenta de que Mixel pensaba en euskera, hasta cuando hablaba en francés. “¿Quién era el tercero?” Se burló de él una persona cuando dijo “Mikele y los dos fuimos este fin de semana a tal sitio”. Esta forma vasca de pensar también moldeó su humor y su manera de construir el discurso como campesino. Recuerdo su postura durante el referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo, que no fue ni sencila para este europeo convencido ni simplista para este oponente de todo maniqueísmo. Lo hizo como campesino, visceralmente apegado al colectivo y a la solidaridad frente a la mano invisible y des‐ tructiva del mercado, y analizando los impactos de este tratado para el mundo agrícola. Así fue como apoyó el no al TCE, pero como campesino vasco pensaba que lo universal y todos sus compromisos estaban al servicio de valores universales. Su forma de defender la identidad, la lengua, la cultura o la soberanía vasca fue una lucha a favor de la riqueza, la belleza y la resiliencia de un mundo no uniformizado, no globalizado. Su trabajo por la agricultura campesina fue su contribución a una sociedad socialmente más justa, humana y ecológicamente más sostenible. Su compromiso con los Artesanos de la Paz fue su forma de conciliar la paz y la libertad, el rechazo tanto de la violencia como de la resignación a la opresión o la injusticia.

Por eso, sin duda, este campesino vasco que acaba de morir en este pueblo de cien habitantes, Gamarte, donde nació y ha vivido y trabajado toda su vida, ha tenido tal eco y tanta repercusión, en su conjunto en el norte y sur del País Vasco, en Francia e incluso más allá. Dotado de una inteligencia y una bondad inusuales, una visión y un admirable talento pedagógico, Mixel encarnaba la amistad y el respeto. No ha terminado de inspirarnos, de arrojar luz sobre el vasto proyecto al que intentamos hacer día a día nuestra aportación, personal y colectiva, para construir un País Vasco y un mundo más humano, más amable para vivir también para los más débiles y vulnerables. Beti arte Mixel.