"De la institución al contrapoder, para seguir siendo fieles"

2016/11/29
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Entrevista a Germán Kortabarria, autor de “No pudimos ser amables. ELA 1976-2006” (Pamiela) realizada por Cazabaret, La Librería del Sueño Igualitario.

Cazarabet, La Librería del Sueño Igualitario

No pudimos ser amables¿Cómo nace ELA? y ¿por qué, según parece, pasa a jugar un papel imprescindible en la sociedad? ¿qué significó la implantación para todo el territorio de Euskal Herria del sindicato ELA?

ELA es una organización centenaria. Nació en 1911, en Bilbao, a iniciativa del Partido Nacionalista Vasco, para hacer frente al monopolio que la UGT, sindicato ligado a un partido rival, el PSOE, intentaba imponer en las fábricas. En los años 30 el sindicato –que entonces era conocido por su nombre en español, Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV)– alcanzó un gran desarrollo que se manifestó en su gran presencia en los centros de trabajo y en la promoción de un pujante movimiento cooperativista y mutualista; todo ello lo truncó el golpe militar de 1936, al que el sindicato se enfrentó, organizando incluso sus propios batallones.

Tras la imposición del nuevo régimen, los solidarios sufrieron una represión brutal, como el resto de fuerzas antifranquistas (se acaba de publicar en Pamiela un estudio de Joxeangel Ulazia sobre la represión contra ELA). Para las fuerzas que combatieron el fascismo, tanto en el interior como en el exilio, fue terrible la constatación de que la caída del fascismo en Alemania e Italia no arrastraría el régimen franquista, que, en la nueva política de bloques, se convertía en aliado del frente anticomunista. El desmentido de la hipótesis que había animado  la lucha antifranquista sumió a la mayoría de la oposición en el desconcierto.   En los mediados 50 ELA se encontraba con la dirección en el exilio y con una militancia clandestina muy castigada por la represión.

En los 60 al calor de la renovación ideológica, cultural y política que, como en otras partes, se dio en Euskal Herria, jóvenes del “interior” entregados a la “cuestión social” se fueron organizando bajo las siglas de ELA. Las diferencias en materia ideológica y estratégica hacían muy difícil su relación con la dirección histórica, que terminó en ruptura. Sin embargo, en 1975,  el grupo más sindicalista del “interior” volvió a confluir con la dirección histórica y preparó el III Congreso (1976), que supondría una verdadera refundación del sindicato.

Una de las señas de identidad más remarcables de la “nueva” ELA era la independencia respecto de los partidos políticos; es cierto que todos los sindicatos se declaraban independientes, pero ELA fue más allá: estableció la radical incompatibilidad entre responsabilidades  políticas y sindicales.

Una de las señas de identidad más remarcables de la “nueva” ELA era la independencia respecto de los partidos políticos; es cierto que todos los sindicatos se declaraban independientes, pero ELA fue más allá: estableció la radical incompatibilidad entre responsabilidades  políticas y sindicales, lo que, por otra parte, no suponía mayor problema, ya que el grupo de militantes que se había hecho cargo de la organización no tenía vínculos con ningún partido político. Junto a la independencia política se sentaron las bases para la independencia económica, fijando una cuota comparativamente “alta” y estableciendo una administración rigurosa que garantizara la efectiva percepción de las cuotas: esta decisión fue muy difícil, ya que inmediatamente teníamos que empezar una campaña de afiliación  compitiendo con organizaciones que ofrecían carnets mucho más baratos, pero fue determinante para que ELA pudiera consolidar su estructura, establecer servicios sindicales y asentar su independencia respecto de fuentes de financiación ajenas.

Otra seña de identidad era la centralidad de la negociación de los convenios colectivos y la oposición de los pactos sociales, que pronto tendría ocasión de ratificar con su rechazo rotundo de los pacto de la Moncloa (1977).

¿Fue el sindicato más fuerte y el que gozaba de más dinámica en todo vuestro territorio?

Una lectura de esa realidad es la del fortalecimiento del sindicalismo abertzale; otra, ... es la del fortalecimiento del sindicalismo reivindicativo, que representan ELA y LAB, frente al modelo de los pactos sociales y la dependencia de la financiación ajena.

Desde las elecciones sindicales de 1980, en las que ELA consiguió ser el primer sindicato, ha ido consolidando su posición: actualmente ELA acredita una representación del 40% en la Comunidad Autónoma Vasca (más del doble que el siguiente sindicato) y del 22% en Navarra (muy cerca de UGT y CCOO). Una constante en estos años ha sido el ascenso en representación de ELA y de LAB, junto con el estancamiento y retroceso de CCOO y UGT. Una lectura de esa realidad es la del fortalecimiento del sindicalismo abertzale; otra lectura, que me parece también necesaria, es la del fortalecimiento del sindicalismo reivindicativo, que representan ELA y LAB, frente al modelo de los pactos sociales y la dependencia de la financiación ajena.

¿Cómo respondía ELA  a las necesidades de la sociedad? ¿Cómo eran sus reivindicaciones?

Tradicionalmente la tarea central de ELA ha sido la negociación de los convenios colectivos; junto a ella, la atención de los problemas derivados de las sucesivas crisis industriales, además de la asesoría y defensa de las personas afiliadas en sus problemas laborales. ELA cuenta con un servicio fundamental para mantener una negociación colectiva potente, como es la caja de resistencia, que da una cobertura básica de más de 800 euros al mes y, en determinados casos, puede llegar a superar los 1600 euros; eso está permitiendo mantener huelgas muy duras. Por otra parte, cuando algunas organizaciones, fundamentalmente UGT y CCOO, empezaron a ofrecer otro tipo de servicios, como viviendas, viajes, seguros o tarjetas de compra, analizamos el tema y decidimos no entrar en campos que, además de no ser propiamente sindicales, podían comprometer la independencia del sindicato. Tampoco hemos entrado a organizar cursos de formación continua, porque nos parece que es tarea que corresponde al sector educativo (en Euskadi tenemos una buena infraestructura de formación profesional) y porque, como denunciamos desde el principio y el tiempo ha confirmado, un sistema en el que quienes con una manos otorgan subvenciones  con la otra las perciben, lleva en sí el germen de la corrupción.

¿Por qué lo del título, No pudieron ser amables 1976-2006? (hombre un sindicato si quiere ser efectivo, quizás, de entrada, no deba ser muy amable, deba ser más rotundo y más incisivo en todas sus reivindicaciones)

El título original era distinto. Al preparar la edición de la traducción al español, me venía repetidamente a la cabeza el poema de Brecht “A los hombres futuros” y me pareció que el verso “no pudimos ser amables” resumía lo que podía ser un hilo conductor de la trayectoria del sindicato en esos años  y respondía, con un punto de ironía,  al discurso dominante en los principales medios de comunicación vascos que presenta a ELA como una organización hosca, reacia al diálogo y al acuerdo. La ELA del inicio de la Transición consideró que el marco impuesto -integrado por la Constitución, el Estatuto de  Autonomía del País Vasco y, algo más tarde, el Amejoramiento del Fuero de Navarra-, a pesar de sus limitaciones, podía ser un punto de partida válido para el desarrollo del autogobierno y la realización de las aspiraciones nacionales del pueblo vasco, y se implicó en la institucionalización de Euskadi: la constitución del Consejo de Relaciones Laborales, el acuerdo sobre resolución de conflictos, el Consejo Económico y Social o los primeros convenios colectivos para los trabajadores de las administraciones vascas  deben mucho a la iniciativa y empeño de ELA. ELA quiso que la negociación colectiva y el diálogo en el seno de instituciones como el Consejo de Relaciones Laborales sirvieran para ir configurando un marco laboral más justo, y que las instancias de participación institucional sirvieran para que la voz de los trabajadores tuviera alguna influencia en las políticas públicas.

Sin embargo, la realidad va a ir desmintiendo las hipótesis de ELA. La apuesta por apurar las virtualidades del marco jurídico-político termina con la constatación de la radical insuficiencia de dicho marco y la declaración de que “el Estatuto está muerto” (Gernika, 1997).

La esperanza de que la participación institucional sirviera para incidir en la acción de gobierno topó con la asunción por los administradores públicos de la ortodoxia neoliberal y la renuncia a las políticas redistributivas, cuando son más necesarias que nunca, por lo que ELA, que no está para cosméticas,  termina abandonando aquellas instancias.

El sindicato que quiso ser uno de los pilares de la institucionalización y de un marco socio-laboral más justo, ha tenido que ir revisando sus posiciones y recorrer el camino desde la institución al contrapoder para seguir siendo fiel a sus principios y objetivos.

En materia de negociación colectiva ELA se encuentra con que el modelo tradicional, que se limitaba a negociar salarios, jornada y alguna cosa más, excluye los problemas de precariedad y de discriminación que afectan a cada vez más gente, sobre todo a mujeres y jóvenes, problemas que la patronal no acepta incluir en los convenios, por lo que ELA plantea una negociación colectiva mejor preparada, más agresiva, buscando los ámbitos más favorables. La patronal y las administraciones responden a la ofensiva de ELA descalificando al sindicato y rompiendo la regla de la mayoría, para firmar seudo-convenios con minorías sindicales y montar instancias de diálogo de las que ELA y LAB quedan fuera. En resumen, el sindicato que quiso ser uno de los pilares de la institucionalización y de un marco socio-laboral más justo, ha tenido que ir revisando sus posiciones y recorrer el camino desde la institución al contrapoder para seguir siendo fiel a sus principios y objetivos. Y, para disgusto de muchos, esta radicalización de ELA no le ha acarreado las pérdidas que le auguraban en representación como en afiliación (cuenta con más de 100.000 personas afiliadas), lo que viene a confirmar que la vía emprendida responde a las necesidades de la clase trabajadora.

Vivió ELA, conviviendo en un clima de presión y violencia con ETA y demás, no me lo puedo ni imaginar. Por favor, ¿me puedes explicar cómo se puede vivir en un clima tan bestial (la verdad es que no sé qué calificativo utilizar) como ése? Francamente debieron ser años durísimos para todos. Era muy fácil, me imagino, observarlo desde según qué sillones, estamentos, instituciones y, creo, que debe ser siendo muy fácil….

Hay que precisar que nuestra organización consideró un gravísimo error la estrategia armada ya en los años 60, cuando Felipe González, por ejemplo, “era un entusiasta de la lucha antifranquista de ETA” (testimonio de Juan Mari Bandrés, en Mis almuerzos con gente inquietante, de Vázquez Montalbán). Ahora bien, ELA no estuvo de acuerdo con la consigna de aislamiento de la izquierda abertzale impuesta por el pacto de Ajuria-Enea, que neutralizaba al conjunto del movimiento nacionalista. ELA condenaba el terrorismo pero defendía el diálogo, que en el campo que más directamente le afectaba desarrolló por medio de la relación con el sindicato LAB, una opción por la que fue demonizada. Los crímenes de ETA, que supusieron la muerte, entre otra muchas,  de bastantes personas afiliadas a nuestro sindicato,  conmocionaron a la organización y a sus responsables, como se cuenta en el capítulo Tiempo de tribulación. A pesar de ello, ELA no se ajustó al guion del “pacto antiterrorista”, y trató de ayudar a que la izquierda abertzale hiciera su camino hacia una estrategia que descartara totalmente  las vías de lucha violenta. Estoy seguro de que líderes como Rafa Diez o Arnaldo Otegi habían asumido como responsabilidad propia el conseguir que la fase de lucha armada terminara y de que la vuelta a las armas en 2000 tras la tregua de Lizarra les pareció un error gravísimo. La ceguera de la organización armada y la cicatería y el cálculo del Estado retrasaron el fin del ciclo armado y dejaron sin resolver sus consecuencias.

¿Cómo han sido tus días y tu evolución dentro de ELA?

Entré en la organización en 1971, cuando estaba en la facultad de Derecho. Hacia finales de 1975 me hice cargo del primer local de asistencia jurídica del sindicato y, desde entonces, he trabajado, además de en el área jurídica, en tareas de formación y comunicación. De 1988 a 2007 formé parte del Comité Ejecutivo. Dejé la responsabilidad dentro del plan de que nos habíamos impuesto para renovar los cuadros dirigentes desde las perspectivas  generacionales y de género.

No sé, al menos con profundidad, cómo ha sido la irrupción del movimiento 15M en Euskal Herria, pero me pregunto ¿cómo has observado que esto haya afectado a los sindicatos, en concreto a ELA?

Tradicionalmente ELA era un sindicato muy organicista, que miraba con desconfianza y desde la distancia iniciativas espontáneas, de corte asambleario, de composición plural… En la medida en la que se ha ido desligando de compromisos institucionales y que ha ido asumiendo compromisos en materias no estrictamente laborales, ligadas con el modelo de sociedad  (fiscalidad, igualdad de género, protección social, vivienda, infraestructuras, transición ecológica…), se ha ido encontrando con colectivos y movimientos sociales de los que se ha dado cuenta de que tiene mucho que aprender y con los que  comparte iniciativas y movilizaciones.

Este es un libro que reflexiona y se acerca mucho, desde muchas perspectivas, a la política, pero desde el sindicalismo, desde la figura de ti como sindicalista. ¿Cómo se construye, se reconstruye y se reflexiona  los hechos socio políticos desde una óptica plenamente sindical?

Si los movimientos sociales, entre ellos el sindicalismo, no mantienen su capacidad de organización y decisión autónomas, serán fagocitados por la vanguardia política y dejarán de ser contrapoder.

En una cuestión ciertamente compleja. Para nosotros la clave fundamental es la autonomía. Una autonomía que va más allá del terreno acotado de las funciones que se entienden propias del sindicato. Como organización de clase el sindicato tiene el derecho y la responsabilidad de dar su opinión y plantear sus reivindicaciones sobre cuantas cuestiones afecten a su base social. Los gobiernos suelen negar legitimidad a los sindicatos para pronunciarse sobre materias que vayan más allá de lo estrictamente laboral: “que se presenten a las elecciones”, suelen decir, como nos decía un responsable de la Hacienda vizcaína cuando criticábamos su política fiscal. Es la reducción del sindicato  a una gestoría laboral. Ahora bien, la relación más compleja se da con las fuerzas que el sindicato siente más próximas, sobre todo cuando se acercan a la administración o establecen relaciones con los aledaños del poder, ya que estas fuerzas tienden a pensar que el sindicato está obligado a apoyarles. Es algo con lo que ELA no ha estado de acuerdo. Si los movimientos sociales, entre ellos el sindicalismo, no mantienen su capacidad de organización y decisión autónomas, serán fagocitados por la vanguardia política y dejarán de ser contrapoder.

¿Crees que conocemos bien a ELA fuera de Euskal Herria? Este libro, no sé, quizás nazca con esta pretensión, la de ser un trabajo de investigación, una recopilación de la historia de ELA y una manera de que todos sepamos de esta organización sindical, ¿no?

Es entendible que a ELA se la conozca poco fuera de Euskal Herria. Creo, de todas formas, que tampoco se le conoce demasiado en su propio ámbito, por mucho que esté a diario en los medios de comunicación. Precisamente con este libro he pretendido contar los procesos internos que explican la evolución y las tomas de posición del sindicato. Espero que ayude a que, se esté o no de acuerdo  con ELA, se le entienda mejor. Por otra parte, me parece que el libro aporta información de interés sobre las vicisitudes de la política vasca en el periodo a caballo entre los dos milenios, en el que ELA tuvo una intervención política de cierto relieve.