David Harvey: La trampa de la deuda
David Harvey, El nuevo imperialismo, Ed. Akal, 2004.
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Si en determinado territorio (como el de un Estado-nación o una región) se generan excedentes de capital y de fuerza de trabajo que no pueden ser absorbidos internamente (ya sea mediante ajustes geográficos o como gastos sociales), entonces deben trasladarse a otros lugares donde encuentren un terreno fresco para su realización rentable, si no se quiere que sean devaluados. Esto puede suceder de varias maneras. Se pueden encontrar otros mercados para el exceso de mercancías, pero los territorios adonde se envían los excedentes deben poseer medios de pago, como reservas de oro o moneda (por ejemplo, dólares) o mercancías comercializables. Se envía allí el exceso de mercancías a cambio de dinero u otras mercancías.
Una de las tácticas de la industria armamentística estadounidense consiste en conseguir que su gobierno, por razones de “seguridad”, preste fondos a un gobierno extranjero para que compre equipo militar fabricado en Estados Unidos
El problema de la sobreacumulación se alivia sólo a corto plazo (simplemente se cambia el exceso de mercancías por dinero u otras mercancías diferentes, aunque en este último caso, si como suele suceder se trata de materias primas u otros inputs más baratos, ambos pueden abrir nuevas oportunidades para la obtención de beneficios). Si el territorio no posee reservas o mercancías con las que comerciar, debe encontrarlas (como se vio obligada a hacer la India en el siglo XIX mediante el comercio del opio con China, extrayendo así la plata china a cambio del opio indio) o hay que concederle créditos y ayudas. En este último caso se presta o dona a un territorio extranjero el dinero con el que comprar el exceso de mercancías generado en el propio país. Gran Bretaña lo hizo con Argentina durante el siglo XIX, y los excedentes comerciales japoneses durante la década de los noventa fueron en gran medida absorbidos mediante la concesión de préstamos a Estados Unidos para que este país mantuviera su elevado nivel de consumo mediante la compra de productos japoneses (aunque Estados Unidos tenía en este caso la ventaja de imprimir los dólares como medio de pago, con los consiguientes derechos de señoreaje, lo que le permite regular el valor internacional del dólar para pagar a los japoneses en moneda devaluada).
El recurso al sistema de crédito hace también más vulnerables determinados territorios a los flujos de capital especulativo y ficticio, que en lugar de estimular pueden frenar el desarrollo capitalista e incluso, como ha sucedido recientemente, pueden ser utilizados para imponerles devaluaciones salvajes
Una de las tácticas de la industria armamentística estadounidense consiste en conseguir que su gobierno, por razones de “seguridad”, preste fondos a un gobierno extranjero (como hizo recientemente con el polaco) para que compre equipo militar fabricado en Estados Unidos. Las transacciones mercantiles y crediticias de este tipo pueden aliviar los problemas de sobreacumulación en un territorio determinado, al menos a corto plazo, viéndose favorecidas por el desarrollo geográfico desigual, que hace que los excedentes disponibles en determinado territorio puedan ser absorbidos en otro.
Pero simultáneamente el recurso al sistema de crédito hace también más vulnerables determinados territorios a los flujos de capital especulativo y ficticio, que en lugar de estimular pueden frenar el desarrollo capitalista e incluso, como ha sucedido recientemente, pueden ser utilizados para imponerles devaluaciones salvajes. Desde aproximadamente 1980, el problema del endeudamiento territorial se hizo cada vez más global, y a muchos de los países pobres (y hasta a algunas potencias importantes, como Rusia en 1998 y Argentina en 2001) les resultó imposible pagar los intereses, situándose al borde de la quiebra.
“La trampa de la deuda” debe entenderse como un proceso de “enganchar” hasta a los países menos solventes al sistema de circulación del capital, de manera que estén disponibles como “sumideros” para los capitales excedentes
Para hacer frente a esta dificultad se ha creado una organización permanente de diecinueve países acreedores, conocida como el Club de París, que debía establecer las reglas pertinentes para renegociar la deuda de los países incapaces de pagar a sus acreedores. Desde el año 2000, 37 países se han visto obligados a seguir esta vía, pese a la creciente presión sobre el Club de París para que condonara la totalidad de la deuda a algunos de los más pobres. Lo que Cheryl Payer llama “la trampa de la deuda” debe entenderse, no obstante, como un proceso de “enganchar” hasta a los países menos solventes al sistema de circulación del capital, de manera que estén disponibles como “sumideros” para los capitales excedentes cuando sean juzgados aptos para desempeñar tal función. El país que recibe los créditos es el que tiene que compensar cualquier devaluación de capital, mientras que el país acreedor se ve protegido de la devaluación. Se pueden saquear así fácilmente los recursos de los países deudores bajo las reglas draconianas de refinanciación de la deuda.