Dufour: "El poder sindical se configura a través de la identidad salarial"
Christian Dufour, investigador francés del IRES y CRIMT
Una primera visión contempla el origen del poder sindical en la definición institucional que se les otorga a los sindicatos. La segunda línea, menos extendida en las ciencias sociales, ve el origen del poder sindical en el propio sindicalismo.
A grandes rasgos, hay dos líneas de explicación. La primera de ellas, la más dominante en las ciencias sociales, contempla el origen del poder sindical en la definición institucional que se les otorga a los sindicatos. Según esta línea, para entender de dónde viene el poder sindical, hay que estudiar de qué instituciones gozan. Nosotros somos muy críticos con esta visión. Los medios que les son concedidos y reconocidos a los sindicatos, generalmente tienen su origen en luchas sindicales. En el caso alemán, por ejemplo, la codeterminación no se logró por el mero hecho de que los trabajadores lo desearan; sino porque los sindicatos lucharon por ello. En Italia, en Francia y más aún en Gran Bretaña, los sistemas de representación sindical siempre se han debido a la capacidad de acción de los sindicatos.
Nosotros somos muy críticos con esta visión. Los medios que les son concedidos y reconocidos a los sindicatos, generalmente tienen su origen en luchas sindicales.
El primer trabajo que nos encomendó a Unión Europea, a principios de los 90, nos planteaba como objetivo resolver la siguiente cuestión: entre el sistema de representación alemán (codeterminación), y el sistema francés de representación con comités de empresa, sindicatos y el derecho de negociación, ¿cuál es más eficaz, a la hora de integrar las nuevas tecnologías? Para resolverlo, hay que mirar más allá del derecho y hay que estudiar qué sucede en el terreno.
La segunda línea, menos extendida en las ciencias sociales, tiene una visión más histórica y ve el origen del poder sindical en el propio sindicalismo. Es el sindicalismo, quien funda su propio poder al constituirse, organizarse, instalarse. Esta visión es más sociólogica, y menos institucional, en nuestra opinión.
Si tenemos en cuenta a la vez la línea institucional y la histórica, es posible definir concepciones que explican el sindicalismo
Estas dos líneas se confrontan entre sí, pero no son sistemáticamente opuestas. Nos hemos dado cuenta de que si nos concentramos sólo en una de ellas, perdemos detalles importantes en la comprensión del funcionamiento del sindicalismo. Sin embargo, si tenemos en cuenta las dos a la vez, es posible definir concepciones que explican el sindicalismo.
Según la primera línea (la institucional) en Europa occidental, el sindicalismo está cada vez más estructurado en estados democráticos. Durante las décadas anteriores, los sindicatos han sido hostiles al estado, a menudo se han constituido en su contra, pero con el paso del tiempo hemos visto lo contrario: una degradación del sindicalismo a través del sistema institucional.
Enrico Letta, el ex primer ministro Italia dice de forma brutal en una entrevista,
“si los derechos de los trabajadores de Europa, son mejores que los trabajadores de otros continentes, es gracias a Europa”. (France Inter 2017/09/18).
Con esta declaración, viene a decir que el derecho laboral viene desde arriba, y lo dice sin dudar ni temblar, Dos días más tarde, el presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron, dijo “la Democracia, no es la calle”. Dicho de otra forma, a partir del momento en que se aprueban leyes que modifican profundamente el código laboral, no corresponde a los trabajadores manifestar en la calle su desacuerdo.
En la definición de los sindicatos que da el estado francés, se reconoce está función de actores del diálogo social
Una tercera cita sobre el diálogo social nos ayuda a entender lo extendida que está la visión institucional del origen del poder sindical. Los actores sociales que solían estar ubicados en un espacio de conflicto, se han transformado ahora en agentes de diálogo social. Para el Estado, el objetivo es hacer funcionar el diálogo social, y esto es una evidencia para algunas organizaciones sindicales:
“Estamos convencidos de que el diálogo social es una componente esencial del bienestar de los empleados y del rendimiento económico de un empresa. Eso es lo que los equipos demuestran cada día en las empresas. " (Secretarios Generales UNSA, CFDT, CFTC, 19/09/2014)
En la democracia actual los sindicatos son un elemento parcial de un funcionamiento parcial de la democracia en el ámbito social. En la definición de los sindicatos que da el estado francés, se reconoce está función de actores del diálogo social.
Nosotros, por tanto, cuestionamos esta visión del origen del poder sindical, y nos hacemos tres preguntas:
- ¿De dónde proviene ese derecho, esa legislación? Contrariamente a lo que dice Letta, tal vez no sea Europa la que nos ha concedido estos derechos. Puede que haya habido una historia más compleja.
- ¿Cómo explicamos la pérdida de derechos sindicales durante los últimos años?
- ¿Por qué ante legislaciones idénticas, existen poderes sindicales diferentes? Ésta es una de las principales conclusiones de nuestras investigaciones. En nuestro primer trabajo de investigación comparativa en Francia y Alemania, partimos del supuesto teórico de que el sistema institucional alemán era mejor (más complejo, más ajustado) que el sistema institucional francés. Si esta teoría fuese cierta, deberíamos encontrarnos con una situación homogénea de mayor poder sindical en Alemania de mayor poder sindical. Pero sin embargo, observamos como en Alemania, con un derecho más fuerte, lo sindicatos no tienen apenas poder. Por ejemplo, en la siderurgia alemana, el sindicalismo funciona bien, en el sector bancario funciona algo peor y en los servicios, no funciona para nada. En Francia, nos topamos con más de lo mismo. Es decir, en los dos países hay sectores donde el sindicalismo funciona muy bien y sectores donde el sindicalismo no tiene poder. Entonces, ¿ qué es lo que hace que el sindicalismo tenga poder o no lo tenga? ¿La razones son válidas para los dos países?
El poder sindical, en la construcción de la legitimidad sindical, se configura a través de la identidad salarial
Para entenderlo, hemos de retomar la segunda línea de interpretación, aquella que ve el origen del poder sindical en el propio sindicalismo. El poder sindical, en la construcción de la legitimidad sindical, se configura a través de la identidad salarial. En nuestros trabajos de investigación, hemos observado que ahí donde el sindicalismo funciona bien, los sindicatos son capaces de producir identidades partiendo de una diversidad extremadamente amplia.
A finales del siglo XIX Durkheim dijo que cuando se tienen los mismos intereses, se confluye. Para confluir y poder actuar en común, hace falta construir una identidad común que no sea la simple referencia a ese objeto de partida. Pero, ¿cómo se relacionan interés común y construcción de identidad?
A menudo decimos que el rol de los sindicatos es defender los intereses de los trabajadores. Pero si no somos capaces de construir una identidad común de la clase trabajadora, no se visualiza el interés común.
A priori no hay una identidad común que esté ya construida. La idea de que la clase obrera existe previamente a su organización, es para nosotros un error fundamental. La historia muestra que todo depende de la capacidad de estas organizaciones para tomar en cuenta la diversidad de la clase obrera.
¿Cómo se pasa de una multiplicidad de situaciones diferentes a un interés común, a través de la construcción de la identidad común? Esta cuestión es un elemento crucial en la actual crisis del sindicalismo. A priori no hay una identidad común que esté ya construida. La idea de que la clase obrera existe previamente a su organización, es para nosotros un error fundamental. La historia muestra que todo depende de la capacidad de estas organizaciones para tomar en cuenta la diversidad de la clase obrera.
La construcción del “nosotros” es algo esencial y ha de pasar por actores (delegados, delegadas). En ausencia de estos actores, la coalición de las identidades no se puede producir
País por país, hemos observado la intervención constante de un actor muy particulares la construcción de esta identidad común. Me refiero a los y las delegadas sindicales. Partimos de una situación muy heterogénea, y nos hacen falta actores capaces de decir cuál puede ser la identidad común y cuál el objetivo común. Dicho de otra forma, si no hay una categoría muy precisa de delegados que hagan una propuesta de lo qué puede ser un objetivo común, no se construye ninguna identidad común. La construcción del “nosotros” es algo esencial y ha de pasar por actores, intermediarios que son los y las delegadas, la militancia. En ausencia de estos actores, la coalición de las identidades no se puede producir.
Pero ¿quiénes son estos actores, estos representantes? ¿Qué son capaces de hacer y de qué no son capaces?
Nunca ha habido mecanismos automáticos para organizar coaliciones en los centros de trabajo. Durkheim toma como ejemplo las agrupaciones por oficio a finales del siglo XIX, y dice que la batalla es más feroz dentro de estos grupos de oficio. Los carpinteros lucharon entre ellos porque no formaban parte de la misma obediencia religiosa. Aparentemente, son todos carpinteros, y tienen el mismo interés, pero luchan entre ellos porque su identidad se construye en base a otro eje.
La construcción del nosotros, es muy variable, en el tiempo, y que está en constante evolución. Para los equipos sindicales perduren en el tiempo, tienen que ser capaces de evolucionar en la construcción del nosotros.
La lucha de clases, atraviesa una multiplicidad muy amplia de identidades: personas reprimidas y no reprimidas, organizadas y no organizadas, hombres y mujeres.. Durante el movimiento obrero de los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX, no es que no hubiera mujeres, si no que su identidad estaba excluida. La construcción del nosotros, es muy variable, en el tiempo, y que está en constante evolución. Es decir, no hay un nosotros permanente. Para los equipos sindicales perduren en el tiempo, tienen que ser capaces de evolucionar en la construcción del nosotros. Aquello que en un momento determinado parece un nosotros sólido, pierde todo su sentido al paso de uno pocos años.
El sindicalismo, incluso cuando está fuertemente institucionalizado, está en constante movimiento. El sindicalismo que no se mueve, está muerto
Por tanto, los equipos que perduran son aquellos que además de evolucionar con la realidad del terreno, han sabido estar ahí donde hace falta estar y proponer un nuevo nosotros. Es decir, lo que origina poder sindical, es la capacidad de agregar situaciones de partida muy heterogéneas. Esto exige liderazgos fuertes, porque hay que tomar decisiones, proponerlas, hacerlas evolucionar, y exige plantear conflictos dentro de la organización sindical.
En los años 90, los sindicalistas de diferentes países nos decían que estaban descontentos con su federación o confederación. Quince años más tarde, no decían lo mismo: han perdido ese contacto con la organización. Es decir, el conflicto interno en la construcción den nosotros, ha desaparecido. Esto puede tranquilizar a los sindicatos, pero el hecho de que no haya conflicto, significa que no hay personas.
El rol identitario del sindicalismo es un rol constantemente cuestionado, dentro y fuera del sindicato, y las identidades resultantes se quedan sin movimiento, sin personas. Esto supone un gran reto para la construcción del poder sindical. El sindicalismo, incluso cuando está fuertemente institucionalizado, está en constante movimiento. El sindicalismo que no se mueve, está muerto.