El capitalismo y el mundo financiero
Michel Husson, El capitalismo en 10 lecciones, Los libros de Viento Sur-La Oveja Roja, Madrid, 2013. Ilustraciones de Charb.
La génesis de la financiarización resulta esclarecedora. Todo comienza en 1979, cuando el Banco de la Reserva Federal estadounidense aumentó brutalmente sus tasas de interés. Este resorte se acciona para modificar las relaciones de fuerzas sociales y mundiales. Uno de sus efectos inmediatos fue sumir a gran número de los países del Sur en una crisis de la deuda profunda y duradera: de la noche a la mañana, o casi, las tasas de interés dieron un salto adelante que desequilibró la balanza de pagos de esos países. Buen ejemplo de la «doctrina del shock» descrita por Naomi Klein, que no afecta sólo a los países del Sur.
Se trataba, a fin de cuentas, de modificar a largo plazo la relación de fuerzas triangular entre empresarios, «rentistas» y asalariados
Se trataba, a fin de cuentas, de modificar a largo plazo la relación de fuerzas triangular entre empresarios, «rentistas» y asalariados. Aunque es cierto que el capitalismo fordista no descansaba sobre un acuerdo amistoso entre capitalistas y asalariados, la relación de fuerzas establecida tras la guerra desempeñaba un papel importante y el ámbito financiero quedaba reducido a su mínima expresión, ya se tratara de inversión de empresas o de patrimonios familiares.
Tras la recesión de 1974-75 y el fracaso de las políticas clásicas de relanzamiento, era preciso restablecer la tasa de beneficio rompiendo la progresión de los salarios y reestructurando el aparato productivo. Es en ese período cuando asistimos a un cambio de alianzas: el mundo financiero va a servir de herramienta de presión sobre los salarios; y sin esa génesis, no puede comprenderse bien su auge posterior. El aumento de las tasas de interés elimina a los inadaptados y obliga a las empresas a compensar ese alza en detrimento de los salarios. Así pues, se produce una mezcla muy eficaz de políticas deliberadas por parte de los gobiernos y una ofensiva patronal contra los salarios.
Se produce una mezcla muy eficaz de políticas deliberadas por parte de los gobiernos y una ofensiva patronal contra los salarios
Estos dos aspectos están estrechamente imbricados, como atestigua la cronología del caso francés. En 1982 y 1983 se renuncia a la reactivación para pasar al rigor y después a la austeridad. Bajo pretexto de combatir la inflación, se desindexan los salarios de los aumentos de productividad y se inicia un movimiento, particularmente rápido en Francia, de retroceso de la parte de los salarios a lo largo de los años 80. La rentabilidad de las empresas se restablece, pero sigue gravada por el peso de los intereses: el inicio de la década posterior se dedicará al desendeudamiento, y después, alcanzado ese objetivo, podrá comenzar la transferencia del beneficio hacia los dividendos. Este retroceso de la parte salarial es general y se apoya en una ofensiva anti-sindical marcada por conflictos simbólicos que sirven como tests políticos: huelga de controladores en Estados Unidos, huelga de los mineros en Reino Unido, huelga de siderúrgicos en Francia... Como dice el director del ultraliberal Instituto Hayek, «Tatcher y Reagan salvaron la democracia del reino de la calle sin violencia desproporcionada. La historia se lo reconocerá».
Este retroceso de la parte salarial es general y se apoya en una ofensiva anti-sindical marcada por conflictos simbólicos que sirven como tests políticos
La siguiente etapa consistió en establecer las condiciones propicias para el auge del mundo financiero: medidas de desregulación para eliminar los obstáculos y, llegado el caso, fabricar mercados financieros completos. En Francia, una iniciativa gubernamental de Pierre Bérégovoy permitió crear, ya en 1984 y prácticamente desde cero, el MATIF [siglas de Marché á Terme International de France: N.d.E.]. El programa queda pues muy claro: primero congelar los salarios, después liberar las finanzas. No se trata de leyes económicas inmanentes, sino de imperativos socio-económicos. El capitalismo puede prescindir de las finanzas, pero esto conlleva un compromiso (relativo) con los asalariados. La escalada de las finanzas es, en consecuencia, producto de decisiones políticas y la mejor prueba de ello es la creciente importancia acordada a instituciones internacionales como el FMI y la OMC, una de cuyas principales funciones es asegurar la libre circulación de capitales (que también es uno de los principios fundamentales de la construcción europea neoliberal).