El dato. Artículo de Xabi Anza en respuesta a Jon Urresti.
Xabier Anza, Secretario Nacional de Formación, publicado en De Re Publica.
El pasado 8 de julio, el diario Deia publicó un artículo del sociólogo Jon Urresti. El autor llamaba la atención sobre un dato referido a la pérdida de confianza en los sindicatos en la CAPV que situaba en un 26,3%. Sacaba Urresti este dato del Sociómetro vasco, dedicado por cierto a la Sanidad, de junio de 2014, elaborado y publicado por el Gabinete de Prospecciones Sociológicas del Gobierno Vasco. Consultado el informe, vemos que en la página 7 se señala que esa confianza ha caído del 38 al 28% (y no al 26), es decir, 10 puntos. Porcentualmente, eso supone efectivamente una caída del 26,3%, como reza el título del artículo.
Curiosamente, en el mismo gráfico a que el autor hace referencia, se señala que la confianza en las organizaciones empresariales ha pasado del 50 al 19% desde el año 2007 a la actualidad. Puestos a mirar líneas descendentes, ésta es, sin duda, la que más debería haber llamado la atención del experto. No ha merecido, sin embargo, el menor comentario, ni en ese artículo ni en ningún otro, que sepamos. Ese 50 de confianza, por cierto, era mayor que el que merecían las organizaciones sindicales en ese año. Hoy, la confianza en las organizaciones empresariales se sitúa muy por debajo de la confianza en los sindicatos. Hablamos de una caída del 62%.
Pero lo más curioso del artículo no viene dado por las cifras. A partir de esa única cifra, el sociólogo establece una tesis general sobre el sindicalismo vasco, sin ninguna apoyatura científica, ni en esa, ni en ninguna otra encuesta conocida. El, al menos, no las cita. Y establece que esa caída de confianza se debe a la intromisión del sindicalismo en la política.
No voy a entrar a valor esta tesis en su auténtica dimensión, que es la ideológica, y no sociológica. Sólo voy a recordar que el sindicalismo, al menos el sindicalismo de clase, es una realidad eminentemente política, toda vez que pretende, precisamente, transformar unas condiciones de vida y trabajo de un colectivo -trabajadores y trabajadoras- que vienen determinadas precisamente por el accionar de actores políticos -parlamentos, gobiernos- y económicos -empresas, patronales…-.
Lo que echo en falta, si de ciencia y encuestas se trata, es que el autor no se haya documentado un poco más sobre el asunto. Sin ir más lejos, podría haber recabado la información que aparece en otro informe monográfico sobre sindicalismo vasco realizado también por el Gabinete de Prospecciones Sociológicas del Gobierno Vasco, titulado “Opiniones sobre sindicalismo”, de enero de 2008, que se puede descargar de la misma página web.
Aquel informe, que también analizaba la confianza en las organizaciones sindicales, señalaba en su página 22 que la caída de confianza no era igual para todos los sindicatos. La caída de confianza se producía en relación con el sindicalismo español, mientras que esa confianza aumentaba en relación con el sindicalismo representado por ELA y LAB. Por cierto, la encuesta que sí cita Urresti distingue Gobierno vasco y central, pero no sindicalismo vasco y estatal. A un experto como él este dato no le debería pasar desapercibido y bien podría haberlo citado, antes de establecer unas tesis tan “generales”.
El informe “Opiniones sobre sindicalismo” también señalaba, en su página 56, que la tasa de afiliación sindical en Euskadi es del 29%. Es decir, que la tasa de afiliación sindical en Euskal Herria más que cuadruplica el 7% francés o casi duplica 15% español (según datos recogidos de ICTWSS Databas). Quiero recordarle además que el sindicato mayoritario de este país ha acreditado repetidamente, ante los medios de comunicación, notario y entidades bancarias, la afiliación que dice tener, y que la propia encuesta le adjudica. No está de más recordar, asimismo, que nadie en este país conoce la representación y afiliación real que acreditan las diversas patronales, cuestión que no impide a los principales actores políticos y mediáticos reconocerles una importante representatividad.
Creo que del artículo del señor Urresti se puede concluir una intencionalidad política que su firma como “sociólogo” querría precisamente difuminar. Parece utilizar la apelación a su profesión a modo de ventaja comparativa (en relación con los no expertos) y se vale para difundir sus tesis, por un lado, de la escasez de lectores de prensa, y por otro, del hecho de que la gran mayoría delos lectores no se tomará la molestia de consultar las fuentes que se citan, y menos aún contrastarlas con otras.
Al señor Urresti se le habría entendido mucho mejor si, en vez de firmar como sociólogo, hubiese hablado de su militancia política, o si simplemente hubiese recordado al lector que fue miembro del Araba Buru Batzar del PNV. Porque la perdida de confianza de la ciudadanía en general hacia las referencias colectivas (sean sindicatos, partidos, o lo que sea) también podría tener su origen, entre otros factores, en el ocultamiento de los militantes partidistas bajo curriculums aparentemente apartidistas. Sería una cuestión interesante para investigar. A ver si se publica una encuesta sobre esta hipótesis.
En lo que a mí respecta, no voy a ocultarme en mi perfil profesional ni académico. Le diré, simplemente, que soy responsable de formación sindical en el comité ejecutivo de ELA. Disculpe mi interés. Nadie es perfecto.