Garaia 3: Euskera en Navarra ¿Y ahora, qué podemos hacer?
EDITORIAL
Las preguntas que nadie se hace
La memoria mítica de la vieja Iruña guarda el recuerdo de aquella audaz empresa que en la vieja estación de autobuses, allá por los grises años 50 ó 60, quiso acercarse al siempre quisquilloso colectivo de viajeros de una cierta edad.
Como la mayoría de ellos venían a Iruña desde pueblos euskaldunes de la montaña, esta empresa añadió al cartel ‘Combinaciones mañana y tarde’ una voluntariosa traducción al euskara: ‘Azpigonak bihar eta berandu’. Si la anécdota no es cierta, debería serlo.
¿Cómo podemos renovar el impulso militante de los años 70 y 80 (ikastolas, AEK, IKA, Euskalerria Irratia, modelo D...)?
Por eso y por muchas más cosas, no puede negarse que el euskara en Navarra ha recuperado posiciones tímidamente en los últimos 30 años, pero ello ha sucedido a pesar de la Ley del Vascuence y de las sucesivas y crecientes trabas que el Gobierno de Navarra y otras instituciones públicas han ido oponiendo al deseo social (cada vez mayor) de aprender y vivir en euskara.
Sin embargo, hoy planean preguntas que casi nadie quiere hacerse: ¿esa demanda sigue creciendo o se ha estancado? ¿De verdad hoy somos más que antes los que hablamos (no sólo conocerlo) euskara? ¿Cómo podemos renovar el impulso militante de los años 70 y 80 (ikastolas, AEK, IKA, Euskalerria Irratia, modelo D...)? ¿Vamos a atraer a más navarros al mundo del euskara con esa imagen sempiterna de quejicas, siempre detrás de una pancarta, siempre a la contra, siempre...? ¿Está el euskara en Navarra ligado a una determinada estética o ideología? ¿Hay que ser abertzale para defender el bilingüismo efectivo castellano-euskara?
Si el euskara fuera un pájaro, no deberíamos encerrarlo por más tiempo en una jaula, como si solo fuera nuestro. Los que escribieron “Jalgi hadi plazara!” edo “Nik txoria nuen maite” quizá nos querían decir algo de eso. Al menos, que no seamos nosotros los que le cortamos las alas al euskara.
En la mesa redonda que la fundación Manu Robles-Arangiz organizó en la UPNA, si algo quedó demostrado es que para vivir en euskara lo fundamental es tenerlo claro. Somos nosotros los que decidimos hablar o no en euskara, y eso, al menos, nos deja cierto margen para organizarnos y superar las imposiciones del Gobierno de Navarra. Y en esa tarea hay que conquistar la voluntad de esos miles de navarros que están en la muga entre el castellano que hablan a diario y ese euskara misterioso que les gustaría aprender (o que lo aprendieran sus hijos). En ese colectivo está la clave de los próximos años. Que caiga de este lado, pese al Gobierno.