Hacia un modelo energético sostenible para Euskal Herria
(Gorka Bueno, Documento completo)
Hego Euskal Herria, año 2050. Las periódicas crisis de precios de la energía fósil desde inicios de siglo —una por década, a causa del progresivo agotamiento de los recursos— ha elevado el coste de la energía hasta niveles inimaginables hace un siglo. Las últimas crisis han ido acompañadas de serios problemas de suministro en algunas regiones del mundo, aquellas menos preparadas. Los fenómenos climáticos extremos —sequías, inundaciones, temporales casi continuos— han golpeado con dureza muchas economías en el mundo, especialmente en las regiones costeras. Afortunadamente, el camino recorrido durante las últimas tres décadas ha permitido adaptarnos mejor al nuevo escenario energético.
El consumo energético final de Euskal Herria se ha reducido a la mitad de los máximos históricos de hace cuarenta años. La energía consumida en el sector primario se ha duplicado, al recuperar este sector su carácter estratégico de suministrador de alimentos y nuevos materiales para la industria sostenible. El consumo en los edificios se ha reducido en un 35%, pero las mejoras en eficiencia, diseño y aislamiento nos han permitido mantener un confort razonable. En el transporte, sin embargo, el consumo se ha reducido a la cuarta parte, un 75%. Hace ya muchos años que el prohibitivo precio de la gasolina redujo los movimientos en vehículo privado a la décima parte. Hoy resulta caro incluso compartir coche. El transporte público eléctrico —metro, tranvía y modernos trolebuses en las ciudades; una tupida red ferroviaria fuera de ellas— es la norma general; los autobuses de gasoil se limitan a dar servicio a las zonas rurales menos accesibles. El sector industrial, por su parte, ha reducido su consumo en un 40%. La mitad de lo consumido es electricidad de origen renovable. El reto de las próximas décadas será sustituir con renovables el resto de los 800 ktep de origen fósil todavía consumidos en la industria, muy contaminantes y terriblemente caros.
Toda la energía consumida en los edificios es de origen renovable: sobre todo electricidad, pero también calor proporcionado por colectores térmicos y geotermia, e importantes aportaciones de biomasa en las zonas rurales y núcleos urbanos de menor tamaño. El importante consumo eléctrico en el transporte (el 80%) y en la industria (el 50%), ambos de origen renovable, hacen que la dependencia de los combustibles fósiles se haya reducido desde más del 90% hace cuatro décadas al 36% en la actualidad. Aunque en términos absolutos consumimos el 18% de la energía fósil de principios de siglo. Esto ha permitido reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera en un 80%, casi en línea con los últimos objetivos europeos para 2050. Esto también ha permitido reducir nuestra dependencia energética exterior al 48%, desde el 90% de comienzos de siglo. Además, toda la electricidad que debemos importar —casi 6 TWh al año, de un consumo eléctrico total superior a 26 TWh— es de origen renovable.
En 2050 Euskal Herria no es, todavía, una sociedad sostenible. El cambio principal, sin embargo, ya se ha logrado.
El 60% del consumo energético final en Hego Euskal Herria es eléctrico. La electricidad nos proporciona movilidad, confort en los edificios, y en gran medida alimenta la industria. Todo suma para generar electricidad, de forma local y distribuida: un enorme parque de más de 7 GW de sistemas fotovoltaicos genera electricidad en las cubiertas de los edificios, muchos de ellos industriales; varios centenares de pequeñas unidades aprovechan los abundantes saltos de agua de nuestra red fluvial, especialmente en Gipuzkoa y norte de Navarra; en la llanada alavesa y Navarra meridional los parques eólicos son compatibles con las explotaciones agrarias. En la vertiente cantábrica también se han instalado algunos pequeños parque eólicos en algunas cumbres, impulsados por administraciones locales que imponen un estricto control de los costes y beneficios, tanto ambientales como económicos. Y se espera que el déficit eléctrico actual pueda ser cubierto en el futuro por los casi 2 GW de aerogeneradores sobre plataformas flotantes a instalar en el Cantábrico, a una decena de kilómetros de la costa, durante la próxima década.
Para lograr este importante aprovechamiento de los flujos de energía renovable ha sido imprescindible, no solo una profunda reforma de toda la infraestructura energética, sino también del funcionamiento del resto de sectores de la economía.
Las inversiones que hubieron de ser realizadas durante la primera década de la transición fueron enormes, y supusieron un gran esfuerzo para la sociedad. Posteriormente, sin embargo, estas inversiones han sido más que compensadas por una importante reducción de la factura energética que hubiera supuesto la importación de combustibles fósiles.
La inevitable necesidad de renovar, sustituir o desmantelar las diversas infraestructuras al final de su vida útil se aprovechó desde muy temprano para reorientar todo el sector energético y gran parte del industrial hacia la generación renovable y la sostenibilidad. El aprovechamiento masivo de los flujos de energía renovable ha supuesto un cambio de paradigma. En 2050, la energía que consumimos se genera de forma distribuida en instalaciones modulares, flexibles, de pequeña escala y de naturaleza muy variada: aerogeneradores, paneles fotovoltaicos, pequeñas centrales térmicas de biomasa que alimentan redes urbanas de calefacción en invierno, pequeños sistemas geotérmicos, pequeñas presas hidroeléctricas... Muchas de estas instalaciones, así como las redes que las interconectan, son de propiedad pública local, lo que favorece su control social. El cambio de paradigma ha supuesto un enorme aumento de la complejidad del sistema, y de su gestión. Las inversiones que hubieron de ser realizadas durante la primera década de la transición fueron enormes, y supusieron un gran esfuerzo para la sociedad. Posteriormente, sin embargo, estas inversiones han sido más que compensadas por una importante reducción de la factura energética que hubiera supuesto la importación de combustibles fósiles. La enorme inversión, además, se ha canalizado en gran medida al sector industrial y tecnológico de nuestro país, lo que ha favorecido la reconversión a las tecnologías sostenibles de multitud de empresas en muchos sectores. Esta reconversión industrial a la sostenibilidad energética también ha compensando la pérdida de empleos causada por las continuas crisis. La experiencia acumulada ha hecho de nuestro sector industrial un exportador de tecnología en redes inteligentes, generación renovable y eficiencia energética en la edificación y el transporte. Nuestro sociedad también se ha convertido en una exportadora de ideas en innovación social en áreas tan variadas como la movilidad sostenible y la optimización de las redes de transporte, o las dinámicas de participación ciudadana en la promoción de multitud de instalaciones. Estas dinámicas han resultado fundamentales para garantizar la sostenibilidad de las nuevas infraestructuras y han sido potentes palancas de concienciación social acerca de la necesidad de modificar hábitos de consumo y transporte.
En 2050 Euskal Herria no es, todavía, una sociedad sostenible. El cambio principal, sin embargo, ya se ha logrado. La administración, los responsables políticos, los agentes socioeconómicos y la población en general ya han asumido que una civilización sólidamente sostenible exige, más que minimizar los impactos, hacer que estos tengan un encaje armonioso con el resto de subsistemas de este gran organismo vivo que es nuestro planeta. Y en el plano energético esto exige explotar exclusivamente los flujos de energía renovable, y cerrar completamente los ciclos de materiales evitando la generación de residuos —sean estos emisiones de CO2 u otros contaminantes a la atmósfera, o desechos con exóticos y carísimos metales—.