Hitzaldia/Conferencia: Errotik Azalera. El machismo mata, empobrece y atonta
El próximo 25 de Noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, la periodista y feminista Irantzu Varela nos ofrecerá la conferencia "Erroetatik Azalera. La violencia mata, empobrece y atonta". El acto, a la que todas y todos estáis invitados, tendrá lugar en la Biblioteca Bidebarrieta (Casco Viejo, Bilbao) a las 10:00 de la mañana.
A modo de presentación, os dejamos su reciente artículo "Circo sin pan" y la última emisión de su programa semanal, El Tornillo. ¡Os esperamos!
Irantzu Varela, Revista Pueblos 2014/09/02
Los primeros tiranos, los que todavía se preocupaban de que el pueblo estuviera contento, inventaron el pan y circo. Porque entendían que un pueblo cenado y entretenido se va contento a la cama y no se levanta con ganas de hacer la revolución por la mañana. Y llegó la tele. Y, con ella, el fútbol. Ya no hacía falta salir, el circo venía a verte a casa. Y el circo se fue haciendo enorme, hasta que ocupó mucho más de lo que los tiranos esperaban. Encendió pasiones, infló fortunas, endiosó mediocres y secuestró el deporte. Y olvidó a las mujeres.
El fútbol (como el amor) lo explica todo, lo perdona todo, lo entiende todo. Las dictaduras, las violaciones de los derechos humanos, la corrupción, el machismo, la pobreza, la violencia y lo que haga falta.
Por encima del despropósito de elevar al Olimpo a hombres de cuestionable talento, el fútbol se ha convertido en el (des)movilizador de masas más internacional, interracial, interreligioso e interclases de todos los tiempos.
El fútbol (como Don Diablo) no tiene moral. No hubo reparos en celebrar un mundial en la Argentina de 1978, en plena dictadura, a pesar de que a pocas calles de los estadios en los que la multitud aullaba a sus ídolos, los hombres y mujeres que luchaban por la libertad eran torturadas, violadas y asesinadas. El circo tapaba sus gritos.
Tampoco hubo problemas para celebrar un Mundial en Sudáfrica en 2010 y vender al mundo una idílica reconciliación, a pesar de que la herencia de seis décadas de apartheid dejaba un país con una herida abierta de pobreza, racismo y violencia. Los balones y las camisetas de colores escondían las injusticias y las violaciones de derechos impuestas por el color de la piel.
El fútbol (como dios) lo puede todo. El mundial de Brasil es la prueba de que la pobreza, la obscenamente injusta distribución de la riqueza, el racismo estructural, la violencia contra las mujeres y la violencia de Estado se pueden tapar con un balón. El mundo entero mirará los partidos del mundial de Brasil y no mirará a sus daños colaterales. Al incremento radical de los precios de los productos básicos, al desalojo masivo y brutal de las personas más pobres de sus barrios, a las condiciones en que trabajan quienes construyen los estadios en los que se celebran los rituales.
El fútbol es así, anestesiante, capitalista y patriarcal. Porque el fútbol siempre ha estado del lado del poder, siempre ha sido un negocio y siempre ha ignorado a las mujeres. Como casi todos los deportes que importan, es un asunto de hombres. Los hombres lo juegan, los hombres lo ven masivamente y los hombres se lucran de él. Y eso nadie lo cuestiona. Porque se supone que las mujeres estamos amasando el pan, mientras ellos van al circo. O enseñando el culo en la última página de un diario deportivo. O esperando en una esquina a aliviarle la tensión al hincha, entre partido y partido.
El fútbol es una herramienta patriarcal eficaz como pocas. Tontamente, como disfrazado de desinterés, las mujeres hemos desaparecido de un negocio que mueve miles de millones en todo el mundo, y hemos sido borradas de un creador de referentes populares como nunca ha habido otro. Así, suave, suave, unas y otros hemos aprendido que las mujeres estamos en el mundo como (no) estamos en el fútbol: camareras, adornos, floreros, descansos del guerrero… Nunca referentes, ni protagonistas, ni las que hablan primero. Así es como nos quiere el patriarcado. Por eso el fútbol funciona en el mundo entero. Porque, en eso, hay consenso.
Pero a veces, cuando no hay pan, las mujeres y los hombres nos aburrimos del circo. El balón no se mueve lo suficiente como para olvidarnos de que no hemos comido. Y empezamos a entender que los ricos que corren por el campo no son los payasos, que nosotras y nosotros somos el circo. Y salimos a la calle. Como las mujeres y hombres de Brasil han salido. Gritando “queremos pan”, “queremos escuelas”, “queremos trabajo”, “queremos igualdad”, “queremos libros”.
Y entonces, los que nos han robado el pan se asustan. Y entonces, se alimenta la esperanza de que, algún día, nosotras, nosotros, ganemos el partido. Y que, cuando tengamos pan, decidamos si lo otro que queremos es el circo. Y no dejaremos que sea sólo de los hombres, será compartido.
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Cada semana, Irantzu nos presenta "El Tornillo", el micro-espacio feminista de la emisión semanal de La Tuerca. La emisión de la semana pasada: Cada semana, Irantzu nos presenta "El Tornillo", el micro-espacio feminista de la emisión semanal de La Tuerca. La emisión de la semana pasada: