Los sindicatos necesitan nuevas estrategias

2020/09/21
Fotio: Berria
Fotio: Berria
En este artículo, el sindicalista noruego Asbjørn Wahl envía un mensaje cristalino a los sindicatos que siguen utilizando el diálogo social como medio principal de acción: En lugar de humillarnos pidiendo «un asiento en la mesa», debemos dirigir nuestros recursos y políticas hacia la construcción de sindicatos fuertes con músculo en los centros de trabajo.

Asbjørn Wahl, investigador y sindicalista noruego (artículo publicado en Social Europe)

Con los empleadores en una ofensiva de décadas contra el trabajo, se ha transformado el equilibrio de poder que una vez aseguró el diálogo social.

Los sindicatos están a la defensiva en todo el mundo, bajo una inmensa presión de fuertes fuerzas económicas y políticas. Nos enfrentamos a una multiplicidad de crisis. Los empleadores están atacando en todos los frentes, y la pandemia está siendo utilizada como una excusa para socavar aún más los sindicatos, los salarios y las condiciones de trabajo.

Desde que comenzó la ofensiva neoliberal alrededor de 1980, hemos experimentado un enorme cambio en el equilibrio de poder, reduciéndose el del trabajo y aumentando el del capital. A pesar de ello, gran parte del movimiento sindical ha seguido aferrándose a la ideología de la colaboración social -con el diálogo social como principal método de influencia- que, en la situación actual, está resultando contraproducente.

Sin embargo, cada vez más sindicatos se dan cuenta de que estamos en una situación crítica y que tenemos que dar nuevos pasos audaces para enfrentarnos a nuestros adversarios. Tenemos que reformar nuestros sindicatos, para convertirlos en instrumentos más eficaces y prepararlos mejor para los enfrentamientos venideros.

La falta de discusión

Los sindicatos se oponen a la reestructuración neoliberal de nuestras sociedades. Están unidos contra la privatización y la desregulación de nuestros servicios públicos. Exigen empleos seguros, mejores condiciones de trabajo, salud y seguridad en el trabajo y una «transición justa» para evitar una catástrofe climática. En general, los sindicatos tienen una impresionante lista de demandas progresistas.

El problema es que a menudo se detienen allí. Hay una falta de discusión y diseño de una política sobre la temporalidad y los pasos a seguir, si nuestras demandas específicas fuesen adoptadas y entregadas. Y como los acontecimientos económicos, sociales y políticos van principalmente en la dirección opuesta, es importante que también evaluemos nuestras organizaciones, tanto sus debilidades como sus fortalezas.

Desarrollar nuestras estrategias es un desafío particular. Nuestros objetivos globales requerirán profundas transformaciones sociales y económicas, por que nos enfrentamos a una lucha basada en los intereses. Ciertamente, es una cuestión de poder.

Por lo tanto, necesitaremos más sindicatos capaces y dispuestos a luchar. Tenemos que construir amplias alianzas sociales. Será necesaria una movilización masiva de las fuerzas sociales y la solidaridad mutua. Sin embargo, nos enfrentamos a un problema mientras grandes sectores del movimiento sindical internacional estén atrapados en una trampa de diálogo social.

Otra arena

En la interpretación dominante, el diálogo social se ha convertido en un fin en sí mismo, una forma de progresar en relación con los empleadores y con los gobiernos. Por supuesto, la posibilidad de hablar cara a cara con los empleadores es importante, pero eso en sí mismo no nos da más poder. Sólo nos da otro ámbito en el que podemos expresar el poder que ya tenemos.

Es la representación de nuestros miembros, con su capacidad y voluntad de actuar, lo que nos da poder tanto en el «diálogo» como en la mesa de negociaciones. Sin embargo, la ideología del acuerdo social se ha ido separando cada vez más de las relaciones de poder de las que surgió.

Nadie critica a los sindicatos por ir a las reuniones con los empleadores. Eso es, por supuesto, necesario e importante. La crítica se refiere a actuar como si el diálogo social fuera el principal medio para ganar influencia.

En lugar de humillarnos pidiendo «un asiento en la mesa», debemos dirigir nuestros recursos y políticas hacia la construcción de sindicatos fuertes con músculos en los centros de trabajo. En la sociedad capitalista actual está claro que si no se representa una amenaza potencial para los intereses de los empleadores, se es impotente, con o sin diálogo social.

Compromiso de clase

Es útil echar un vistazo al origen del diálogo social. Todo se remonta a la institucionalización del compromiso de clase histórico entre el trabajo y el capital después de la Segunda Guerra Mundial, con su centro en Europa occidental. Este compromiso (independientemente de lo que pensemos de él), se construyó sobre el poder. Fue el resultado de un desarrollo histórico muy específico, en el que el movimiento sindical y obrero fue capaz de amenazar los intereses del capital a través de la movilización y la lucha.

El compromiso de clase no fue el resultado de los llamamientos a los empleadores, sino de haberles enseñado una lección a través de la acción en los centros de trabajo. Los patrones se interesaron en llegar a un acuerdo con los trabajadores, no para ser amables, sino para evitar algo peor: el socialismo de cualquier tipo. El compromiso de clase se estableció sobre la base de 50 años de dura lucha de clases. Fue el cambio asociado en las relaciones de poder a favor del trabajo lo que dio al movimiento sindical influencia a través de las negociaciones tripartitas y el diálogo social.

Ahora, como las relaciones de poder han cambiado considerablemente a favor de los empresarios, el compromiso de clase se ha derrumbado o está a punto de hacerlo. Con un movimiento sindical y laboral débil, muy a la defensiva, la patronal ya no está interesada en ningún compromiso, ni siquiera en un diálogo social efectivo.

Es una prueba de la crisis a la que nos enfrentamos que los sindicatos en Europa se han reducido a la mitad en promedio durante los últimos 40 años, un ataque a los sindicatos sin precedentes en los tiempos modernos. Confiar en que el diálogo social nos salvará en tal situación es, en el mejor de los casos, ingenuo.

Estrategias efectivas

No es difícil entender lo que buscan los empleadores. Quieren abolir el estado de bienestar, privatizar y corporativizar partes cada vez más grandes de nuestras economías y sociedades, y derrotar al movimiento sindical.

Para enfrentar eso, necesitamos sindicatos más fuertes dispuestos a desafiarlos. Debemos analizar la coyuntura política actual, desarrollar programas y políticas, proponer visiones que puedan generar entusiasmo y optimismo, así mismo generar estrategias eficaces sobre cómo realizarlas.

Pero las relaciones de poder son cruciales: el asiento en la mesa estará disponible tan pronto como los empresarios se den cuenta de que será mejor tenernos allí que en las calles o en los piquetes.