Lucha. Comunicación. Victoria.

2020/01/15
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Nagore Uriarte, departamento de Comunicación de ELA (texto de la conferencia ofrecida en las jornadas `Lluita. Comunicació. Victoria. Comunicació política per la transformació social´ organizadas por la revista Catarsi en Barcelona los días 13-14 de diciembre).

A mediados de noviembre de 2019, la fundación Manu Robles-Arangiz recibió una invitación para acudir a Barcelona al III Congreso de Catarsi, `Lluita. Comunicació. Victoria. Comunicació política per la transformació social´. La propuesta era clara: tratar de discernir y sintetizar los retos comunicativos del sindicalismo en una mesa redonda junto a Saturnino Mercader, del sindicato CGT, moderada por la politóloga Arantxa Tirado. Teorizar sobre algo tan complejo no parecía tarea fácil; al igual que no lo es desmontar, en la era de las redes sociales, el tan extendido mantra de `las huelgas no sirven para nada´en un meme o un tweet de 280 caracteres. Por lo tanto, cuando alguien plantea un espacio distendido de reflexión, y además, colectivo, se debe, al menos, agradecer, participar y aprender. Y así decidimos hacerlo. El 14 de noviembre acudimos a la cita. Allí tratamos de explicar, desde nuestro punto de vista, cuáles son algunos de los retos comunicativo del sindicalismo a corto o medio plazo:

1.- Lucha como fuente de empoderamiento y placer colectivo.
2.- Victorias, referentes e imaginario colectivo.
3.- Épica obrera interseccional: hacia una épica obrera feminista.
4.- La batalla por el relato.

1.- Lucha como fuente de empoderamiento y placer colectivo

Recuerdo mi primera incursión en el sindicalismo y, más concretamente, en ELA. Me tocó ir a un acto organizado por el movimiento ecologista Bizi!, en Dax.

El militante de Bizi!, Jon Palais, iba a ser juzgado por una acción pacífica contra la evasión fiscal; en concreto le acusaban de participar en una protesta pacífica celebrada en París en 2015 para denunciar la relación directa del banco BNP con los paraísos fiscales. Catorce sillas fueron incautadas de una sucursal bancaria aquel día con el fin de utilizarlas en una acción pacífica que pretendía representar la relación existente entre el banco y los paraísos fiscales. Pues bien, la fiscalía solicitaba cinco años de cárcel y una multa de 75.000 euros. Así las cosas, nos dirigimos a Dax para participar en la iniciativa organizada en solidaridad con Palais. Era el nueve de enero de 2017.

Debo reconocerlo. Esperaba un acto tradicional: una protesta, una pancarta, mucha rabia, y fin. No es poco, desde luego. Pero nada más lejos de la realidad. De pronto me encontré con que, una vez terminado el juicio, habían organizado en el frontón toda una serie de charlas, conciertos en directo... Algo absolutamente lúdico. Era un acto completamente reivindicativo, de protesta, sí, pero desde lo lúdico, desde la lucha colectiva como fuente de placer.

La gente estaba protestando, pero se lo pasaba bien, era compatible. Recuerdo que el responsable de comunicación de ELA, Iván Giménez, me dijo entonces: “Mira lo que han montado. Esto es lo que tenemos que conseguir en el sindicato. La gente tiene que entender que luchar por sus derechos no es solo confrontación, cansancio y un pulso constante, sino también alegría de formar parte de un colectivo, ser parte activa para mejorar las cosas...”. Para mí fue determinante para entender como comunicar la lucha sindical desde la alegría.

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2.- Victorias, referentes e imaginario colectivo

Al hilo de lo anterior, también recuerdo bien una de mis primeras reuniones en el sindicato. Alrededor de la mesa, el responsable de comunicación, el director de la Fundación y yo misma.

Unai, de la Fundación, hablaba de todas las luchas que habíamos ganado en el 2016 y lo poco que se sabía de ellas fuera del ámbito sindical, y en algunos casos, incluso dentro del propio sindicato, que con los ritmos frenético de trabajo y vida que nos imponen, tiene poco tiempo para conocerse y reconocerse, algo, sobre todo esto último, indispensable para sentirse parte de un colectivo y autoproclamarse parte del mismo. Hablaba de hacer algo diferente comunicativamente, romper con el esquema habitual de nota de prensa, hoja informativa, panfleto... Algo habitual en el sindicalismo cuando se trata de informar sobre un conflicto o una victoria sindical.

Yo acababa de llegar, y sinceramente, todo era nuevo, desconocido, y por qué no decirlo, extraño para mi. Entonces empezaron a hablar de empresas, sectores, convenios... enumeraron de carrerilla cientos de victorias que habíamos alcanzado en tan sólo un año. Era 2016. No daba crédito. ¿Todo eso en tan sólo un año?

Estaba claro que algo fallaba, desde dentro. Si tantas personas habían conseguido cambiar sus vidas uniéndose, organizándose y luchando, la sociedad tenía que saberlo. ¿Quiénes eran? ¿Se conocían? Me preguntaba.

Algo había que hacer, eso estaba claro. Entonces surgió la idea. “Esto hay que celebrarlo”. Estamos tan inmersas en la lucha, en la confrontación, que se nos olvida celebrarlo, olvidamos la importancia del placer y la lucha, y también, de contarlo. En ocasiones subestimamos el poder del relato.

Entonces diseñamos un eslogan, `Eman bostekoa garaipenari´(¡Choca esos cinco por la victoria!) y acordamos reunir a personas de todos los sectores que en 2016 habían alcanzado una acuerdo y mejorado sus condiciones de trabajo y vida. Este fue el resultado:

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Aunque parezca mentira, era la primera vez que muchas de esas personas se juntaban, personas diversas, de diferentes luchas, todas ellas vencedoras, gente que había luchado y había confrontado, sí, pero que ahora celebraba y mandaba un mensaje de esperanza: `sí hay alternativa, no estás sola!´ Sacamos muchas conclusiones de aquel día:

  • Hacia afuera: `Lo que no se dice no existe´, y eso genera un mensaje para toda la sociedad: si no conocemos los conflictos que se ganan y sobre todo, no ponemos cara a las personas que unidas y organizadas consiguen revertir su situación precaria, sentimos que estamos solas y solos, que realmente no hay alternativa, que esto solo te pasa a ti. Creo que en este punto se puede hacer un paralelismo entre el sindicalismo y el feminismo. Y es que el feminismo ha logrado que cale el mensaje de que lo personal es político: el problema no es tuyo, es el sistema. Bien, pasa lo mismo con el mercado laboral: la precariedad no es un problema tuyo, es político, decidido y organizado.

    Tal y como afirmaba el anterior secretario general de ELA, Txiki Muñoz, “la precariedad no es un fenómeno atmosférico”. Se necesitan, por tanto, relatos y referencias positivas para entender que somos parte de un mismo problema y que tiene solución. ¿Si otras personas lo han logrado, por qué tú no?

  • Hacia adentro: las victorias hay que celebrarlas, unirse, conocerse y regalarnos mutuamente una inyección de fuerza. Eso refuerza al colectivo. La lucha no puede entenderse solo como confrontación, es necesario celebrar.

  • “Las huelgas no sirven para nada”. Celebrar ayuda a romper con el tópico tan extendido.

  • Ayuda a no caer en los moldes de la producción capitalista. La izquierda también corre el riesgo de caer en las formas de vida y trabajo que impone el modelo capitalista: producir y producir sin parar, rápido, con prisa... Así, es habitual que cuando se alcanza una victoria, inmediatamente nos pongamos en marcha con la siguiente tarea, obviando la importancia de celebrar lo logrado y crear imaginarios colectivos y referencias positivas que generen esperanza en otros colectivos. Eso es muy evidente en la comunicación. Nos exigen que comuniquemos de forma rápida y breve, casi sin pensarlo. Las redes sociales han cambiado radicalmente la comunicación. Aunque sean imprescindibles, no deberíamos olvidar que necesitamos espacios para la reflexión, que la revolución no se puede explicar en un tweet, no al menos, sólo ahí.

3.- Épica obrera interseccional: hacia una épica obrera feminista

Recuerdo también cuál fue la primera lucha con la que me tope de bruces nada más llegar al sindicato, precisamente una de las que más ha marcado el cambio en la estrategia comunicativa y la negociación colectiva.

La lucha de las trabajadoras de las residencias de Bizkaia, mujeres en su mayoría, que tuvieron que alzar su voz durante 370 días hasta ser, al fin, escuchadas. Más de un año de lucha para revertir, no sólo sus pésimas condiciones de trabajo y por ende, de vida, si no también para dignificar los maltrechos cuidados, un trabajo indispensable para la sostenibilidad de la vida, pero a los que el sistema no otorga valor ni prestigio alguno.

Entonces no era consciente de que además de una lucha de clase, también era una huelga feminista. Y eso había que contarlo. Aquello cambió la forma que teníamos de comunicar.

Ya no se trataba sólo de narrar un conflicto, entendimos que había que crear relato de clase trabajadora, y relato de clase trabajadora y feminista, porque no podían entenderse uno sin el otro. Pero de lo segundo nos dimos cuenta más tarde. Y en eso nos dieron una lección las huelguistas.

Empiezo desde el principio. Yo venía de una televisión por lo que plantee la posibilidad de empezar a grabar vídeos de la huelga, las protestas... Sin pensarlo mucho, cámara en mano, empecé a salir a tomar imágenes de las movilizaciones. El choque fue absoluto. No tenía nada que ver con el resto de las manifestaciones que me había tocado cubrir como redactora.

Eran todas mujeres, algo inusual en el sindicalismo tradicional. Nos vienen a la mente imágenes de hombres fornidos con sus pancartas, piquetes..., pero éstas eran mujeres, con pancarta y altavoz en mano, valientes, muy diversas, saltando, cantando, gritando, haciendo permormance-s, bailando, creando nuevas formas de lucha y creando nuevas imágenes y relatos comunicativos muy distintos a los que el sindicalismo nos tenía acostumbrado.

La lucha de las residencias de Bizkaia en imágenes (vídeo)

Se veían niños y niñas en las movilizaciones, lo que no es habitual en las manifestaciones protagonizadas por hombres. Sin embargo, a medida que avanzaba su lucha, muchas mujeres huelguistas comenzaron a distribuir de forma equitativa las tareas de cuidado en el espacio privado doméstico, en sus casas, para poder participar también del espacio público y visible, el de la calle. Se plantaron en sus hogares para poder actuar en la calle. Muchas se empoderaron a partir de la lucha de clases; muchas pasaron de ser clase obrera a considerarse también feministas. Porque la clase trabajadora también es sujeto feminista, y viceversa.

Para eso también sirvió. Ellas nos hicieron reflexionar sobre como debíamos plantear comunicativamente su lucha. Tenían muchas historias que contar, vivencias que transcendían lo laboral, los sueldos, la subidas del IPC... Querían hablar, también, de cómo las trataban por el simple hecho de ser mujeres. Querían hablar de todo eso, sí, pero también de cuidados dignos, de poner la vida en el centro, de por qué ellas cobraban menos por cuidar cuando este es precisamente un trabajo indispensable para la vida, de dignificar no solo sus condiciones, si no los cuidados, y por ende, la sociedad.

Nos querían contar como la sociedad las invisibiliza: vejez y cuidados, dos ejes en la frontera. Cuando una persona deja de ser productiva para el sistema, siempre según lo que éste entiende por productividad, es apartada, y despojada de su voz. Lo mismo les pasaba a ellas. Eran trabajadoras, sí, pero la patronal solo veía mujeres. Es más, mujeres desempeñando trabajos que hasta hacía no demasiado tiempo se realizaban de manera gratuita en nombre del amor. ¿Por qué deberían pagarse ahora?, se preguntaba la patronal. Hasta el punto de descalificar y humillar a las huelguistas en las reuniones que mantenían. Lo cuentan aquí:

Ver vídeo: “Nos llaman limpiaculos”

Su lucha dejó claro que necesitábamos un relato obrero feminista, un reconocimiento mutuo, porque la clase trabajadora también es sujeto político del feminismo, y viceversa. La feminista Irantzu Varela Urrestizala lo explicó de manera clara en el prólogo del libro 'No eran trabajadoras, solo mujeres' (Onintza Irureta Azkune) que recoge el conflicto y la victoria en las residencias de Bizkaia.

Aquí un fragmento del prólogo:

En la épica de la lucha obrera, ha habido pocas mujeres.

Sujetamos a los bebés en brazos en los cuadros, pedimos pan y rosas, o marchamos al lado de nuestros” hombres… pero pocas veces la épica de la lucha obrera la hemos escrito nosotras.

Yo conocí la conciencia feminista a la vez que la de clase, porque en mi casa todo el mundo trabajaba mucho, pero las mujeres no cobraban

Porque la lucha obrera ha entendido demasiado tiempo que la principal opresión es que los patrones robaran la fuerza de trabajo a los hombres que dejaban cada día sus casas para ganarse una supervivencia que llegaba justo para que no se murieran.

La lucha obrera se ha dibujado en fábricas, talleres, minas, cadenas de montaje, obras, barcos, campos… se ha pintado con brazos fuertes, manos grandes, barbas y voces graves. Y así ha quedado un cuadro en el que -al menos parte de- la lucha obrera sigue pensando que la principal opresión que se da en el capitalismo, es la opresión de clase. Como si no hubiera opresiones -y opresores- dentro de la misma clase.

Por eso no dudé en hacer lo que me pidieron para convencer a quien tuviera dudas de que esto era una lucha feminista. Por eso me emocioné cuando me pasaron el megáfono en una de sus movilizaciones

Leer aquí el prólogo completo

En esta idea ahondó Soraya García, una de las huelguistas de las residencias de Bizkaia, junto a otras mujeres que vivieron en primera persona la lucha del astillero Euskalduna. Dos generaciones que, aún hoy, comparten mucho.

Escuchar su testimonio (vídeo)

Ver el documental completo

Y finalmente consiguieron ganar. Y como no podía ser de otra forma, lo celebraron dejando para la posteridad imágenes que conformarán el imaginario colectivo de lucha obrera feminista para futuras generaciones.

La victoria en imágenes

Más ejemplos

No fueron, sin embargo, las únicas que lograron su objetivo. Siguiendo su estela, nos encontramos con las trabajadoras de limpieza de los edificios municipales de Elorrio, quienes sufrían la llamada brecha salarial y que lograron, tras cinco meses de huelga, un aumento salarial del 20%. Todos los ejemplos que se han puesto hasta ahora tienen una característica en común: son mujeres quienes las protagonizan. Y esto, en absoluto, es casualidad. Al igual que no es una cuestión de mala suerte que los sectores más precarizados, como es el de servicios, sean los más feminizados. Para muestra un botón: la lucha sindical de la plantilla de los hoteles NH y Barceló de Bilbao, hoteles donde los y las trabajadoras cobraban dos euros y medio por limpiar cada habitación. En el mejor de los casos recibían 800 euros al mes. La plantilla la conformaban personas de 12 países diferentes. Tampoco esto era una casualidad. La raza, el género y el cruce de clases de Angela Davis se alojaban allí. Tras 47 días de huelga consiguieron la victoria. Celebrar también es luchar por la creación de referentes positivos.


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Sin embargo, merece la pena mirar el otro lado de la moneda: cada vez son más las mujeres que deciden unirse y organizarse, lo que nos ha llevado inevitablemente a transformar el propio sindicalismo, a cuestionarnos e interpelarnos. Y eso, desde luego, ha influido directamente en la manera de comunicar los conflictos, las victorias y el propio sindicalismo.

Creatividad, jóvenes y victorias

Los jóvenes son, y deben ser, parte del sindicalismo y de su transformación, también en lo que respecta a la comunicación, ámbito en el que tienen mucho que ofrecer. El sindicalismo tiene por delante el reto de darles voz, su propia voz.

Ejemplo de ello es el conflicto de UBIK, la biblioteca de Tabakalera, en Donostia. Nos situamos en el 2018. Ubik es el servicio más utilizado de Tabakalera, donde las personas usuarias pueden hacer uso de platós de televisión, ordenadores de edición, crear videojuegos... La plantilla la componía gente joven, formada académicamente, pero con unas condiciones laborales precarias. Jóvenes + cultura, un binomio más que precario. Fue necesaria una huelga de ocho meses para que mejoraran sus condiciones laborales.

Durante el tiempo que duró la huelga plantearon nuevas fórmulas comunicativas, como la puesta en marcha de un diario virtual llamado `Cuaderno de Bitacora´, donde se narraban, desde la voz y la perspectiva propia de los y las protagonistas y un lenguaje y estilo propios, el día a día detrás de una huelga. Era un relato surgido del lenguaje y la perspectiva de las y los jóvenes, que contaban cómo era una huelga desde dentro a partir de vivencias personales. Unieron trabajo sindical y emociones, demasiadas veces diferenciados, reflejando que detrás de una huelga hay personas.

He aquí un párrafo:

Esta situación por la que pasamos no deja de ser sorprendente:

Ayer de madrugada el grupo que conformamos los trabajadores de Mediateka recibimos un mensaje de una de nuestras compañeras.

Le he pedido permiso para compartirlo en el blog y le ha parecido bien. Al fin y al cabo esto es una plataforma donde todos podemos expresar nuestras experiencias a lo largo de todo este proceso así que, ahí va el texto, manuscrito, por cierto (esta Amparo nuestra es una romántica y escribe a mano, con papel y boli, a lo locooooo).

Aquí el cuaderno de bitácora al completo

4.- La batalla por el relato

Estos últimos meses también nos hemos puesto a reflexionar sobre la importancia que tienen las palabras y los conceptos en la creación de un relato común. Otro gran reto: desmontar el relato del capitalismo y crear el relato de clase trabajadora. Y de eso sabe mucho el sistema. Las palabras no son neutras pero nos han hecho creer que sí. Y están ganando la partida, de momento.

Existen ejemplos muy palpables:

  • Presión fiscal: los impuestos se presentan como una carga, un castigo, obviando que son una herramienta para mejorar el bienestar social.

  • Mercado laboral: ¿somos la clase trabajadora un mercado?

  • Absentismo: no se cuenta que en las estadísticas sobre absentismo laboral están incluidas vacaciones y bajas médicas dispensadas por médicos.

  • Estabilidad versus cambio, como si los cambios fueran, per se, negativos.

  • Concertación (algo aparentemente bueno) versus confrontación (algo aparentemente perjudicial).

  • Ajuste / recorte / redimensionar / optimizar recursos, en lugar de recortar.

  • `Me cojo la baja´ versus `me dan el alta.

  • Inversión pública en infraestructuras, como algo aparentemente bueno; pero gasto social, como algo aparentemente perjudicial.

    ...

Estos son sólo algunos ejemplos, pero existen muchos más, tantos como retos comunicativos tiene por delante el sindicalismo. Seguimos aprendiendo.