[Opinión] La huelga: Herramienta de mejora, creadora de conciencia de clase

2022/03/15
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La huelga es una cuestión estratégica. Y lo es porque responde al diagnóstico estratégico que hacemos del mercado de trabajo y de los retos a plantear. Sufrimos un mercado de trabajo en un proceso de precarización continua. Sufrimos un mercado de trabajo atravesado por brechas de género, brechas raciales y brechas generacionales. Y sufrimos un mercado de trabajo en el que la clase trabajadora pierde continuamente derechos y, en consecuencia, pierde participación en el reparto de la riqueza que la propia clase trabajadora genera. La peor aportación que puede hacer el sindicalismo es ser el apaciguador ante esta realidad, el amortiguador del enfado que se vive en los centros de trabajo y en el conjunto de la sociedad. ELA se ha negado a jugar este papel moderador, siendo el primer sindicato, y lo hace desde el pragmatismo absoluto de quien aspira a mejorar realmente las condiciones de vida de la gente a la que representa.

Pello Igeregi, responsable de negociación colectiva en ELA. Artículo publicado en Pasos a la izquierda.

La huelga es un instrumento de mejora de las condiciones de trabajo y de vida, esta es su función primigenia. Ante una negociación de condiciones de trabajo individualizada, en la que el trabajador o la trabajadora, en solitario, se encuentra en una posición de debilidad, la huelga es la herramienta más eficaz para disputar las relaciones de poder y permitir mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores y las trabajadoras. No hemos descubierto el mediterráneo. La huelga es una herramienta para disputar el poder en las empresas, torcer la voluntad empresarial ante su pretensión de imponer las condiciones de trabajo. La misma función cumple cuando es general, y disputa poder político para lograr conquistas y transformaciones sociales.

La huelga es lo anterior, y es mucho más. Dicen que Rosa Luxemburgo afirmó: “quien no se mueve no siente las cadenas”. Eso también es la huelga. La huelga es el movimiento de la clase trabajadora que la hace autoconsciente de su posición de clase, de su explotación, y desde esa visión se rebela.

La huelga materializa el sentimiento de clase en reivindicaciones concretas y organiza a un grupo de personas que tienen algo en común, un sentimiento de explotación que les lleva a la acción. Un trabajador o una trabajadora cuando hace huelga lo hace porque ha acordado un objetivo común con compañeros y compañeras, incluso con gente que no conoce. Reivindican cuestiones que entienden de justicia, frente a empresas que se niegan a acceder a dichas mejoras. Algo tan simple y, al tiempo, con una enorme capacidad transformadora. En ocasiones, esperamos a que la conciencia de clase llegue por si misma, como si el acceso a grandes clásicos marxistas conllevase que el conjunto de la sociedad hiciera terapia y se diera cuenta de su posición de clase. La huelga (al igual que otras dinámicas movilizadoras) es un vehículo mucho más eficaz para crear esa conciencia de clase, de forma colectiva y masiva en el ámbito en el que se convoca la huelga.

Por ello, en ELA la huelga es un elemento central. Lo es porque sabemos que no habrá mejoras reales en las condiciones de trabajo de trabajadores y trabajadoras sin huelga y porque necesitamos de la huelga para alimentar la militancia sindical y las ganas de cambiar las cosas.

Lo anterior ha sido así siempre, y está de total actualidad ahora. Tras la crisis del petróleo, la caída del Muro de Berlín y la ofensiva neoliberal que sufrimos hoy en día, el sindicalismo debe elegir entre la concertación y la confrontación. En la concertación se encuentran quienes piensan que serán capaces de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora dentro de los márgenes que le otorga la patronal, a la que se concede capacidad de veto en las mesas de Dialogo Social. La estrategia de concertación se basa en la búsqueda del acuerdo con el contrario, antes de buscar el acuerdo interno con trabajadores y trabajadoras. Y, todo ello, al tiempo que se desmoviliza a trabajadores y trabajadoras a la espera de lo que dichas mesas otorguen. El resultado de una reforma laboral descafeinada no se entiende sin la capacidad de imposición de la patronal en 2012 y la capacidad de veto en 2021. Tampoco se entiende sin la aceptación del sindicalismo de concertación del marco neoliberal de las reglas de gasto europeas o la condicionalidad de los fondos europeos. Es ese contexto, el pragmatismo del Dialogo Social es aceptar pragmáticamente que el papel del sindicalismo es acompañar recortes laborales, pragmatismo significa aceptar que el margen de acción del sindicalismo se circunscribe al marco neoliberal y su papel es únicamente retocar mínimamente esa foto para hacer ver la utilidad de la estrategia de concertación, aunque eso signifique renunciar a generar un horizonte transformador y conlleve la desmovilización de la sociedad.

En opinión de ELA, el sindicato debe ganar capacidad de confrontación, aumentar el peso sindical en la sociedad y aspirar a mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora desde la movilización. Un dato, en 2021 se hicieron en la Comunidad Autónoma del País Vasco el 42% de todas las huelgas del estado y se perdieron el 45,7% de todos los días por huelga (según fuentes del Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi), en un territorio que supone el 5% de las personas asalariadas. Es la diferencia entre la estrategia de concertación del sindicalismo mayoritario en el Estado español y el sindicalismo mayoritario en Euskal Herria.

La afiliación a ELA aporta el 25% de su cuota a una Caja de Resistencia que tiene por objeto ayudar a las personas en huelga para que puedan soportar económicamente el descuento que les hará la empresa por ejercer dicho derecho. En 2022 el pago ordinario a las personas afiliadas a ELA que hagan un mes de huelga es de 1.243,59 euros (con el límite del salario habitual). Esta cantidad se está abonando, por ejemplo, a las personas que en Novaltia (una distribuidora farmacéutica) están llevando una lucha ejemplar para dignificar sus condiciones de trabajo con más de 1.000 días de huelga. O a las trabajadoras de la limpieza del museo Guggenheim que llevan más de 250 días de huelga para acabar con la brecha salarial.

La huelga es una cuestión estratégica. Y lo es porque responde al diagnóstico estratégico que hacemos del mercado de trabajo y de los retos a plantear. Sufrimos un mercado de trabajo en un proceso de precarización continua. Sufrimos un mercado de trabajo atravesado por brechas de género, brechas raciales y brechas generacionales. Y sufrimos un mercado de trabajo en el que la clase trabajadora pierde continuamente derechos y, en consecuencia, pierde participación en el reparto de la riqueza que la propia clase trabajadora genera. La peor aportación que puede hacer el sindicalismo es ser el apaciguador ante esta realidad, el amortiguador del enfado que se vive en los centros de trabajo y en el conjunto de la sociedad. ELA se ha negado a jugar este papel moderador, siendo el primer sindicato, y lo hace desde el pragmatismo absoluto de quien aspira a mejorar realmente las condiciones de vida de la gente a la que representa.

Probablemente este sea el mayor hecho diferencial vasco, al menos en el ámbito sindical. En la mayoría de los países europeos el sindicalismo mayoritario juega un papel moderador frente a sus bases. El caso de ELA es el contrario, es un sindicato que pone todos sus medios a disposición de sus bases para posibilitar su radicalización y, de este modo, generar las condiciones para mejorar realmente sus condiciones de trabajo. No aceptamos ser quienes expliquemos que la alternativa al acuerdo hubiera sido peor. La única alternativa a un mal acuerdo es una buena movilización. Ello no conlleva falta de pragmatismo, los objetivos que nuestra militancia escoge para movilizarse son siempre alcanzables, pero el pragmatismo pasa por decirle la verdad a la gente; que sin su implicación directa, que sin su presión colectiva no hay posibilidad de disputar poder a las empresas o a gobiernos, y con su participación soñar es posible.

El sindicalismo debe elegir. Elegir entre un modelo sindical en el que la propia existencia se legítima por el hecho de estar en las mesas y dar la impresión de ser útil por ello, o un sindicalismo que se legitima desde los centros de trabajo y haciendo frente a los problemas que en ellos encuentra, y desde ahí aspira también a cambiar el modelo de sociedad. Para ELA la vía es la segunda, y por ello necesita de la huelga.

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