"Propuesta socioeconómica con los cuidados como centro"

2020/06/03
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¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidados? Hablamos de cambiar un pañal, de dar de comer a una persona anciana que no se vale por sí misma, de poner un respirador, pero también de tomar la fiebre en casa. Hablamos de acordarse de preguntar o de llamar para preguntar qué tal están. Hablamos de lavar tu ropa y limpiar tu casa o lavar la ropa y limpiar la casa de una persona ejecutiva que no tiene tiempo o dice no tener tiempo. Hablamos de cultivar alimentos que puedas comer luego. Hablamos, también, de patear supermercados buscando las ofertas. Hablamos de aprovisionar de fuentes energéticas cuando no te llega para pagar el gas. Hablamos de tejer o remendar la ropa, o de hacer mascarillas cuando las fábricas no dan de sí (Video y transcripción de la intervención de Amaia Pérez Orozco, economista y militante social y feminista)

Aquí el video de la intervención:

 

Aquí el audio de la intervención:

 

Aquí la trascripción de la intervención:

 

Buenas tardes, Señorías.


Muchas gracias por la posibilidad de estar aquí, más aún a la una pasada ya de la tarde y después de toda una mañana intervenciones, así que agradezco mucho la escucha.

Yo vengo aquí a hablar de cuidados, del sistema de cuidados, si lo quieren de economía del cuidado. Pero quería comenzar, volviendo a la pregunta ¿de qué hablamos cuando hablamos de cuidados?

Porque cuando hablamos de cuidados hablamos, por ejemplo, de cambiar un pañal, de dar de comer a una persona anciana que no se vale por sí misma, de poner un respirador, pero también de tomar la fiebre en casa. Hablamos de acordarse de preguntar o de llamar para preguntar qué tal están. Hablamos de lavar tu ropa y limpiar tu casa o lavar la ropa y limpiar la casa de una persona ejecutiva que no tiene tiempo o dice no tener tiempo. Hablamos de cultivar alimentos que puedas comer luego. Hablamos, también, de patear supermercados buscando las ofertas. Hablamos de aprovisionar de fuentes energéticas cuando no te llega para pagar el gas. Hablamos de tejer o remendar la ropa, o de hacer mascarillas cuando las fábricas no dan de sí.

Es decir, hablamos de una cantidad y una variedad ingente de trabajos que desbordan con mucho la atención a la dependencia y a la infancia y que son todas aquellas cosas imprescindibles para que la vida funcione en el día a día. Son, por decirlo de alguna manera, el proceso de reconstrucción cotidiana, siempre inacabado, del bienestar físico y emocional de las personas. Porque todas las personas somos vulnerables y todos necesitamos cuidados todos los días de nuestra vida, de distintos tipos de intensidades. Y la única manera de cuidar la vida, que es vulnerable, es en común, porque somos interdependientes de todo esto.

Cuando hablamos de cuidados, hablamos de todo esto que no se ha podido parar cuando todo lo demás ha intentado parar. Por decirlo de alguna manera, hablamos de la cara B del sistema. Históricamente a esto lo hemos ido poniendo distintos nombres. A veces hemos hablado de trabajo doméstico, otras de trabajo reproductivo, pero siempre hemos querido hacer referencia a los trabajos que históricamente han estado asociados a las mujeres, repartidos entre ellas en condiciones de desigualdad, mal pagados o no pagados y que han sido los que han sostenido la vida en el contexto de un sistema donde el cuidado de la vida colectiva no era la prioridad. Pues en este sentido, lo que hoy llamamos cuidados se vinculan también a una lucha histórica, una lucha feminista por la defensa de los derechos de las mujeres. Pero no sólo eso, sino desde ahí una lucha contra las desigualdades sociales y una lucha por construir un mundo distinto. Desde ahí decimos que la vida está en el centro.

Hoy aquí, escuchan mi voz, pero hay muchas voces acumuladas, toda una lucha histórica acumulada detrás de lo que digo. Yo estoy aquí, entre otras cosas, porque tengo una serie de títulos oficiales, pero podrían o deberían estar aquí otras compañeras que tienen muchos menos títulos, pero que tienen una experiencia y una sabiduría vital acumulada enorme. Pues ojalá, esta mañana, escuchen en mi voz toda esa voz colectiva. Y desde aquí, desde esta voz colectiva, les querría traer una propuesta concreta de una política de cuidados en dos tiempos. Una a medio plazo, con el avance hacia un sistema estatal de cuidados. Y otra a corto plazo, un plan de choque.

La propuesta más de fondo, es la de pensar una política de cuidados como una política de transición. ¿A qué me refiero cuando digo una política de cuidados como una política de transición? Pues me refiero a una política que sea capaz de responder a un doble objetivo. Por un lado, a las urgencias. Hay una cantidad enorme de arreglos del cuidado muy precarios o directamente colapsados. Debemos responder a las urgencias, pero también sentar las bases de un cambio sistémico. Porque a día de hoy, y como llevamos ya tiempo diciendo, antes incluso de la crisis de la Covid, el mundo está cambiando, el mundo está en transición. El colapso ecológico se conjuga con la crisis multidimensional. La pregunta no es si queremos que el mundo cambie, porque el mundo va a cambiar sí o sí, sino si queremos hacernos responsables de hacia donde cambia el mundo. Yo intentaré argumentar que necesitamos hacernos responsables de hacia dónde va el mundo.

Necesitamos una política de transición con este doble objetivo y que sea capaz de utilizar los instrumentos que ya tenemos, los conocidos del estado del bienestar que ya tenemos, para ir más allá y para innovar con otras medidas y otros instrumentos nuevos. En este sentido, cosas que les voy a decir les van a sonar más cercanas, más comprensibles y otras quizá menos, porque tenemos que inventar.

Tenemos que innovar porque estamos en el momento en el que tenemos que dirigir la transición ecosocial para salir de un modelo productivo insostenible, sostenido por esa cara B de los cuidados injustamente repartidos e invisibles. Un sistema que además de insostenible, se ha mostrado tremendamente frágil, porque es incapaz de parar ni un solo minuto. Y transitar de este modelo a un modelo que decimos reproductivo, sostenible, donde el cuidado de la vida colectiva sea un eje vertebrador.

Y para esto la propuesta a medio plazo es empezar a pensar en un sistema estatal de cuidados territorializado, arraigado en los territorios, que sea capaz de poner la red institucional que permita pensar los cuidados como una triple política: una política faro para guiar la transición, una política palanca para empujar desde los cuidados al cambio en el resto de la política pública y políticas específicas que puedan hacer real lo que llamamos un derecho universal a cuidados dignos.


Los cuidados, como una política faro.

Si estamos en un momento de transición del que tenemos que responsabilizarnos, tenemos una pregunta central: ¿hacia dónde queremos ir? Debemos empezar a pensar ¿qué vida queremos cuidar en el día a día? y ¿cómo queremos cuidarla en el día a día?

Esto puede ser un faro, un lugar privilegiado para pensar ese horizonte de transición, porque los cuidados hablan desde la vida misma. Es una mirada al sistema socioeconómico desde abajo hacia arriba, desde la vida concreta a las grandes estructuras y vuelta a la vida concreta. Y por eso es una óptica privilegiada para ver cosas que, cuando miramos desde otros sitios, entre ellos desde los mercados, nos cuesta mucho más tiempo ver. Desde esta mirada desde los cuidados, hablamos de crisis desde hace al menos dos décadas.

Antes del estallido financiero de 2007-08, cuando los indicadores de mercado iban aparentemente bien, ya hablábamos de crisis cuando mirábamos desde la vida concreta, y especialmente desde la vida de las mujeres. Hablábamos de una crisis de cuidados porque se estaban dando cambios demográficos, cambios en el mercado laboral, en el modelo de crecimiento urbano, en las relaciones de género, que obligaban a una reorganización social de los cuidados. Decíamos que había agentes que no estaban moviendo ficha o no lo suficiente, entre ellos las instituciones públicas. Hubo una Ley de Dependencia, una Ley de Igualdad, una Ley de Conciliación, pero era insuficiente. Eran tiritas. No era una asunción de una responsabilidad de fondo. Las empresas tampoco estaban asumiendo una responsabilidad. Al revés. Seguían apretando en el exigir cada vez más trabajadores sin necesidades, ni responsabilidades de cuidados.

Y esto implicaba que eran los hogares quienes los cuidados. Y en ellos, no los hombres, que tampoco estaban cambiando su lógica económica de fondo, sino las mujeres con estrategias cotidianas para conciliar lo irreconciliable y, por tanto, con unas condiciones de vida cotidiana cada vez más duras y redistribuyendo cuidados de unas a otras en base a ejes de desigualdad social. Y aquí el empleo de hogar de mujeres inmigradas era cada vez más relevante y hablábamos de cadenas globales de cuidados, como la expansión global de esta crisis.

Y luego llegó el estallido financiero y las políticas anticrisis, políticas que hemos llamado de austeridad biocida. Pusieron una presión todavía mayor en los hogares, por que supusieron una privatización de múltiples riesgos vitales, mientras se socializan los riesgos del capital y los hogares intentaron, y en ellos las mujeres, desplegar estrategias de supervivencia que eran imprescindibles, pero insuficientes para contener lo que empezamos a denominar una crisis de reproducción social. La crisis de cuidados había derivado en una crisis de reproducción social y en la precariedad vital, como un nuevo régimen de vida para la mayoría social. De todo esto hablábamos cuando llegó la Covid e hizo todavía más palpable esta crisis de la vida de la cual ya hablábamos desde esta óptica privilegiada que son los cuidados.

Por tanto, desde los cuidados tenemos que abordar el momento actual, donde necesitamos urgentemente un reajuste estructural. Un reajuste, no en los términos en que lo hemos conocido históricamente, sino un cambio en el conjunto de la estructura socioeconómica para ponerla al servicio de la vida colectiva.

Y este plan de reajuste estructural implica pensar desde múltiples lugares, pero entre ellos implica profundizar la pregunta que se ha comenzado a abrir de: ¿cuáles son los trabajos socialmente necesarios? Hoy hemos empezado a preguntarnos cuáles son. Hemos empezado a preguntarnos por lo esencial que es el trabajo en hospitales, no sólo de médicos y médicas, sino del personal de enfermería, del personal de cocina y de limpieza, de residencias… Tenemos que profundizar porque hay muchos trabajos esenciales que aún no hemos visto.

Hemos empezado a ver también una relación perversa, en la que cuanto más esenciales son y cuanto mayor es su valor social, menor es su valor de mercado. Y por eso las trabajadoras de residencia ganan menos de mil euros al mes en doce pagas y tienen un cuarenta por ciento de eventualidad en sus contratos. Y por eso había tantas trabajadoras en huelga antes de la crisis de la Covid en residencias. Huelgas que tuvieron que dejar por la emergencia sanitaria y que estaban haciendo en residencias que luego han tenido unas tasas enormes de contagio y de mortalidad por las condiciones precarias.

Por tanto, hay que preguntarse ¿Por qué a mayor valor social, menor valor de mercado? y ¿Por qué en estos sectores, a mayor valor social, mayor índice de feminización? y ¡Ojo! De racialización! ¿Cómo se valoran y cómo se distribuyen los trabajos esenciales? y ¿Cómo queremos que se haga en el futuro?

Y la otra gran pregunta que tenemos que hacernos con este programa de ajuste estructural es ¿Cuál es la lógica que queremos que mueva el conjunto de la estructura socioeconómica? Porque también hoy, hemos visto los problemas de que sea el ánimo de lucro el que lo mueva y los problemas que surgen cuando los cuidados se convierte en el negocio. Porque los cuidados sufren aquello que llamamos la enfermedad del coste. Y, por tanto, la manera de hacerlo rentable es; o bien por la vía de dar cuidados de calidad sumamente desigual, cosa que se ha visto clarisimamente en distintas residencias, o bien explotando a las trabajadoras. Y esto nos vincula con lo que estábamos hablando antes.

Por tanto, los cuidados no pueden estar sometidos al ánimo de lucro, no pueden moverse bajo una lógica de lo público privado. Los cuidados deben moverse bajo una lógica de lo público y de lo social-comunitario. Porque también hemos visto que ante la ausencia de estructuras colectivas suficientes, se ha articulado una respuesta comunitaria. Y lo público no puede ahogar la respuesta comunitaria, ni se puede desresponsabilizar. Es necesario empezar a pensar en una articulación distinta entre la institución y la comunidad para ir pensando en algo diferente, una lógica de lo común que pueda funcionar a futuro. Por todos estos motivos, necesitamos pensar una red institucional que pueda contener un observatorio de cuidado, una incubadora de políticas de cuidados... Es decir, los mecanismos institucionales que permitan aterrizar esta idea de los cuidados como una política faro.


Los cuidados como una política palanca

Una política para empujar el resto de la política pública. Porque si los cuidados son la base de todo lo demás, desde esa base tenemos que empujar el cambio de todo lo demás. Los cuidados son la base invisible. Y ¡ojo! Hoy día los dos pilares de los cuidados son el trabajo no remunerado y el empleo de hogar.

Quiero recordar que en todos los lugares donde hay encuestas de uso del tiempo se verifican tres cosas:

  • que hay más trabajo fuera de mercado que dentro del mercado.

  • que la carga global de trabajo de las mujeres es mayor que la de los hombres.

  • que la mayor parte de trabajos que hacen las mujeres no se pagan y la mayor parte del tiempo de trabajo de los hombres sí.

A día de hoy, más de 600.000 trabajadoras de hogar en el Estado español. Y decimos que son trabajos invisibles porque no se pagan o se pagan mal y porque no tienen derechos sociales o los tienen de segunda. Eso lo demuestra el régimen especial de empleo de hogar que ha existido históricamente y todavía colea. O como se ve claramente en la ausencia de pensiones para mujeres que han estado trabajando toda su vida, pero no de una manera visible y reconocida.

Por tanto, los cuidados son la base invisible y es una base injustamente repartida. A día de hoy, quien más cuida, menos recibe y cuidar más te pone en una posición de debilidad socioeconómica, y, por contra, quien más cuidado recibe es quien menos cuidados da. Por eso los cuidados que se organizan en torno a flujos asimétricos: de mujeres a hombres, de clases populares a clases medias y altas, de población inmigrada a población autóctona, del sur global al norte global…

Necesitamos cambiar todo esto y, desde aquí, empujar al cambio en el resto de políticas. Y, ya que no podemos estar aquí toda la mañana, voy a poner tan sólo el ejemplo de dos políticas:

  1. Tenemos que empujar al cambio en la política económica. Porque todo lo que planteamos, el asumir los cuidados como una responsabilidad colectiva, implica recursos y necesitamos recursos públicos. Necesitamos financiación suficiente para poner en marcha todo lo que ya había, recuperar lo perdido y ampliarlo mucho más. Porque si no, si no hay financiación pública suficiente, los costes se van a cargar de nuevo sobre esa base invisible, como ha sucedido en la última década, cuando se ha recortado en gasto público y ha aumentado el tiempo de trabajo no remunerado. O como sucedió cuando se lanzó una ley de dependencia insuficientemente dotada y la prestación económica por cuidados en el entorno familiar no profesionales, que en vez de ser un elemento pequeño, se convirtió en el pilar de una ley que pretendía otorgar un derecho sin recursos suficientes.

    Para que esto no suceda, necesitamos recursos públicos. Y esto pasa, entre otras cosas, por una reforma fiscal progresiva, profunda, que priorice impuestos directos sobre los indirectos, que priorice impuestos al capital frente impuestos al trabajo, que garantice y aumente la progresividad en los impuestos sobre la renta, que elimine la regresividad de los impuestos al capital, al revés, que convierta el impuesto de sociedades en un impuesto progresivo, que recupere el impuesto de patrimonio, que avance hacia una fiscalidad ecológica. Todo esto es necesario para evitar que los costes sean invisibles y los asuman las de siempre.

  2. Desde los cuidados, hay que empujar un cambio en la política laboral. Necesitamos una legislación laboral que deje de pensar a las personas trabajadoras como sujetos que no tienen, ni responsabilidades de cuidado sobre nadie, ni necesidades de cuidados no resueltas que interfieran con su inserción y su plena disponibilidad. Porque eso no existe, o sólo existe si hay un colchón invisible. Necesitamos poner mucho énfasis en los derechos de conciliación y necesitamos poner mucho énfasis en una reducción de la jornada. Y una reducción drástica, porque una jornada de ocho horas está pensada para un señor que tiene a una señora haciendo trabajos gratis en casa. Y eso no es lo que existe, ni es lo que queremos. ¿Qué tal si empezamos a pensar en una reducción de la jornada, no repartiendo el trabajo de mercado y luego viendo lo que nos queda para el resto de trabajos? ¿Sino repartiendo los trabajos de fuera del mercado, los no remunerados, y después vemos cuánto tiempo de vida nos queda para ir a los mercados? Eso supone un horizonte de unas 20 o 25 horas de empleo, comenzando desde ya, y sin reducción de la masa salarial.

Este tipo de políticas se pueden empujar desde los cuidados, si los pensamos como una palanca para mover el conjunto. Y si generamos la suficiente red institucional a través de este sistema estatal de cuidados para empezar a pensar cómo los cuidados pueden hacer de empuje y vigilancia del resto de políticas públicas.


Políticas específicas

Políticas que aterricen el derecho al cuidado como un derecho universal. Políticas específicas que garanticen la atención, especialmente en las etapas y las circunstancias de la vida, donde la vulnerabilidad es mayor: dependencia, infancia, diversidad funcional… Y que garantice al mismo tiempo derechos laborales, porque no se pueden dar derechos a una parte, a costa de derechos laborales de otra.

Y para empezar a pensar en políticas específicas, hay que pensar en reforzar y publificar el sistema de promoción de la autonomía personal (más que de atención a la dependencia), junto con el servicio de ayuda a domicilio, una red de centros de día, con políticas innovadoras que nos permitan pensar desde una óptica de envejecimiento activo, como las viviendas colaborativas, un sistema de educación y cuidado infantil integrado, un centro para la profesionalización de los cuidados en precario y un sistema de prestaciones de cuidados incondicionales y deslaboralizadas, no vinculadas a la posición en el mercado laboral. Todo ello bajo esa idea de la lógica público, social, comunitaria y de proteger a los cuidados frente al ánimo de lucro. Por ejemplo, en el empleo de hogar, no pueden funcionar las agencias privadas de colocación Tampoco las plataformas digitales. Se necesita una agencia pública de intermediación en el empleo de hogar.

Todo esto podría ir conformando este sistema estatal de cuidados, sobre el que les invito a pensar en el medio plazo, como una garantía de ese derecho universal al cuidado basado en la idea de la corresponsabilidad integral.

Y para lanzar esto, en lo inmediato, necesitamos un plan de choque, un plan de choque que responda a un doble objetivo. Para lanzar un mensaje fuerte, sólido, de compromiso institucional y que, al mismo tiempo, pueda resolver al menos algunas de las situaciones más sangrantes que hay a día de hoy. Y les lanzo 4 ideas de lo que creemos que debería ser indispensable que contuviera este plan de choque, aunque pudiéramos pensarlo y afinarlo.

  1. Lanzar una red de diálogo horizontal sobre los cuidados como bien común. Una red descentralizada, democratizada y donde estén todas las voces que a día de hoy no están. Las voces en las que les he invitado a pensar antes. Una red de diálogo social sobre los cuidados y una mesa interinstitucional para empezar a idear este sistema estatal de cuidados.

  2. Un plan de choque en el empleo de hogar, que es una de las peores formas de trabajo que tenemos. Plan de choque que abra un camino rápido hacia la plena equiparación de derechos, mientras protege las condiciones de vida de todas las trabajadoras. Y este plan debería contener al menos:

  • La ratificación inmediata del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, sobre trabajo decente para las trabajadoras y trabajadores de hogar, y de la recomendación 201, con los subsiguientes cambios normativos necesarios para ajustar este plan de choque a este convenio.

  • La abolición inmediata de la figura del desistimiento de la parte empleadora, que hace de facto el despido libre en este sector.

  • La aprobación inmediata de la prestación de desempleo

  • Un plan de regularización inmediata e incondicional de todas las trabajadoras de hogar en situación administrativa irregular.

  1. Respecto al trabajo de cuidados remunerado en el ámbito de lo público, es necesario de manera inmediata:

  • En atención a la dependencia, ampliar la plantilla bajo la figura de empleo público o público social comunitario, y mejorar las condiciones laborales. Si son trabajos esenciales vamos a remunerarlos como se merecen y frenar y dar la vuelta a la eventualidad en el sector.

  • En atención a la infancia, se necesita una red de servicios a la infancia basada en la red de escuelas infantiles y de primaria que existe hoy día.

  1. En referencia a los trabajos de cuidados no remunerados que se hacen en los hogares y que no solemos ver nunca, necesitamos, como mínimo, la aprobación inmediata de una prestación por cuidado de menores que sea incondicional, que permita acogerse a una reducción de jornada de hasta el 100% y que afecte también a las personas en situación de desempleo, incluso aunque no estén oficialmente reconocidas como desempleadas. Necesitamos otorgar la prestación económica por cuidados no profesionales en el entorno familiar a quienes a diario y están cuidando a personas mayores por la ausencia de otros servicios públicos, garantizando las cotizaciones a la Seguridad Social. Y necesitamos también o una encuesta de usos del tiempo o algún otro tipo de investigación similar que nos permita saber qué ha sucedido dentro de las casas durante el confinamiento. Cómo se han reorganizado los arreglos del cuidado y como se han reorganizado los usos del tiempo, y cómo se está reorganizando el proceso de desescalada.


Todos estos son elementos que podrían confluir en este plan de choque, que a su vez tuviera en el medio plazo la mira puesta en un sistema estatal de cuidados, no como una partecita más, sino como un eje vertebrador de ese cambio sistémico, de ese ajuste estructural, tendente a poner el cuidado colectivo de la vida en el centro. Y todo esto nos permitiría recoger este reclamo que han lanzado las compañeras trabajadoras de hogar y del que luego se ha hecho eco el movimiento feminista en los dos últimos 8 de marzo, cuando ellas decían “sin nosotras no se mueve el mundo”. Esto hay que verlo y hay que reconocerlo. Está muy bien aplaudir, pero no nos podemos quedar en aplausos. Se tiene que traducir en condiciones laborales y en cambios sistémicos profundos. Y está muy bien reconocerlo, pero no queremos seguir moviéndonos solas. Queremos que sea una responsabilidad compartida por todas las personas y todos los agentes. Y está muy bien reconocerlo y repartirlo, pero, sobre todo, no queremos seguir moviendo este mundo. Queremos mover un mundo diferente donde el cuidado, insisto, el cuidado de la vida colectiva, sea un eje vertebrador de nuestra estructura socioeconómica.


Muchas gracias.