Tiempos de precariedad y desamparo

2014/09/08
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En el artículo Tiempos de precariedad y desamparo Mertxe Larrañaga describe desde un enfoque de género las principales características del mercado laboral en el Estado español. Frente a la idea dominante de que el objetivo de la economía es maximizar los beneficios, la autora defiende que el objetivo último de las actividades económicas es la sostenibilidad de la vida, entendiendo como tal el proceso de reproducción ampliada de la vida, que requiere tanto recursos materiales como relaciones de cuidado y afecto. Desde un punto de vista crítico, analiza en otros temas, el efecto de la crisis sobre la carga de trabajo no remunerado de los hogares, el aumento del paro, la precarización del mercado laboral, el deterioro del nivel salarial, y la relación entre parcialidad, empleo femenino y precariedad. A continuación, os proponemos una selección de los fragmentos más interesantes del artículo.

Mertxe Larrañaga, en Viento Sur nº134

En el artículo Tiempos de precariedad y desamparo Mertxe Larrañaga describe desde un enfoque de género las principales características del mercado laboral en el Estado español. Frente a la idea dominante de que el objetivo de la economía es maximizar los beneficios, la autora defiende que el objetivo último de las actividades económicas es la sostenibilidad de la vida, entendiendo como tal el proceso de reproducción ampliada de la vida, que requiere tanto recursos materiales como relaciones de cuidado y afecto.

Desde un punto de vista crítico, analiza en otros temas, el efecto de la crisis sobre la carga de trabajo no remunerado de los hogares, el aumento del paro, la precarización del mercado laboral, el deterioro del nivel salarial, y la relación entre parcialidad, empleo femenino y precariedad. A continuación, os proponemos una selección de los fragmentos más interesantes del artículo.

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En las últimas décadas se han producido cambios significativos en la provisión de cuidados en el hogar, cambios relacionados con la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral. Muchas han abandonado el rol de cuidadoras a tiempo completo pero los “cuidados de casa” no han desaparecido. La denominada “revolución silenciosa de las mujeres” tampoco conllevó la asunción de la corresponsabilidad de los hombres en los cuidados no pagados. Esta es una asignatura pendiente porque la desigual distribución de los trabajos no pagados está en la base de muchas desigualdades económicas (desigualdades laborales, de rentas, pensiones, etcétera. En el siguiente recuadro sintetizamos algunas desigualdades en los tiempos de trabajo en España:

El tiempo que las mujeres dedican a “Hogar y familia”, es decir, a trabajos domésticos y de cuidados no remunerados (4 horas y 7 minutos) es claramente superior al tiempo de los hombres (1h y 54m). Por el contrario, el tiempo de trabajo remunerado de los hombres (3h y 4m) es mayor que el de las mujeres (1h y 54m).

Sumando todos los tiempos se obtiene que las mujeres trabajan diariamente más (6h y 17m) que los hombres (5h y 10m) y, en consecuencia, tienen menos tiempo para actividades de ocio y tiempo libre. Sea cual sea el tipo de hogar, su nivel de renta o la relación con el mercado laboral, las mujeres trabajan más que los hombres en casa. [...]

 

No disponemos de información estadística que nos ilumine sobre el efecto concreto de la crisis sobre la carga de trabajo no pagado de los hogares. A pesar de ello, la lógica, la experiencia de otras crisis y la observación de la realidad nos indican que dicha carga está aumentando. Y, a menos que se haya producido una auténtica revolución familiar en los años más recientes, lo más probable es que esa sobrecarga esté siendo asumida por las mujeres.

Suponemos que la carga de trabajo de los hogares está aumentando por dos vías. Por un lado, cabe pensar que los hogares, ante la disminución de la renta y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, intentan mantener el bienestar material anterior a la crisis y en consecuencia, parte de los bienes y servicios que en época de bonanza se adquieren en el mercado vuelven a producirse en casa. Es decir, los trabajos domésticos y de cuidados sirven para hacer frente al ciclo económico.

Por otro lado, una de las derivadas de la crisis son los fuertes recortes en servicios públicos de cuidados esenciales. Estos recortes no se limitan a ahorrar gasto público, sino que con ello se producen transferencias de cargas del Estado a los hogares. Uno de los ejemplos más claros es la sanidad: la disminución de la atención a pacientes mejorará sin duda las cuentas públicas sanitarias pero no hará que esos pacientes sanen antes, por lo que los menores tiempos de atención en la sanidad pública revertirán en mayores tiempos de cuidados en los hogares. Pero las transferencias no se están produciendo solo del sector público a los hogares sino también al mercado. Por eso afirmamos que se está produciendo un doble proceso de privatización (Jubeto y Larrañaga, 2013).


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Tasas de paro

Hoy en día no hay mucha diferencia entre las tasas de paro de hombres y mujeres, la brecha es de 1,2 puntos. Muchas veces los análisis de género se centran en las brechas, en las diferencias entre mujeres y hombres y se entiende que el cierre de brechas es positivo para la igualdad. Esto, obviamente, es una simplificación porque detrás de brechas pequeñas o nulas pueden esconderse situaciones de carencias graves tanto en la situación de hombres como en la de las mujeres.

Un ejemplo claro es el del desempleo: ¿es mejor la situación actual con tasas de paro superiores al 25% que la de 2008 con una brecha mayor pero con tasas cercanas al 10%?

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Parcialidad

Y es que otra de las consecuencias más devastadoras de esta Gran Recesión es la aceleración y consolidación de un proceso de precarización laboral iniciado años atrás. El empleo temporal es precario sobre todo porque es un empleo inseguro e inestable. La temporalidad afecta un poco más a las mujeres (24%) que a los hombres (22%). [...] Los empleos parciales llevan aparejados, en general, sueldos parciales, adquisición parcial de derechos sociales (jubilación, prestación por desempleo)[...] El empleo parcial es fundamentalmente un asunto de mujeres, tal vez porque se ha considerado que son empleos que permiten la “conciliación de la vida laboral y familiar”. Los datos no lo corroboran porque la mayor parte del empleo a tiempo parcial es involuntario: el 68% de los hombres y el 60% de las mujeres que trabajan a tiempo parcial lo hacen por no haber podido encontrar un empleo a jornada completa.

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En el tema de la parcialidad, se suelen poner como referentes países como Holanda donde trabajan a tiempo parcial el 28% de los hombres y el 77% de las mujeres (media del 51%). Sin embargo, al mirarse en el espejo de Holanda habría que comparar no solo los porcentajes de parcialidad, también otras cuestiones. En España, el 66% de las trabajadoras a tiempo parcial trabajan menos de 20 horas semanales, mientras que en Holanda este grupo solo asciende al 45%. En Holanda, el 20% de las mujeres que dice trabajar a tiempo parcial trabaja habitualmente más de 30 horas semanales, mientras que esto no sucede casi nunca en España (algo parecido sucede también con los hombres). Otra diferencia significativa es que en Holanda casi todo el empleo parcial es voluntario y solo el 7% de mujeres y el 9% de hombres afirman que la razón es no haber podido encontrar un empleo a jornada completa (De la Rica, 2014).

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Deterioro salarios

A los datos de precariedad anteriores hay que sumar el deterioro de los salarios. Es pronto para ver los efectos concretos de la reforma laboral pero es evidente que abre las puertas de par en par a la devaluación salarial porque disminuye claramente la capacidad de negociación de las y los asalariados. La economía ortodoxa defiende que la creación de empleo responde positivamente a las reducciones en el coste de la fuerza de trabajo. Sin embargo, también hay estudios económicos que cuestionan esta visión y que afirman, por ejemplo, que las estrategias redistributivas a favor de los salarios facilitan la recuperación económica y la creación de empleo.

En España, el salario medio anual en 2011 es de 22.899 euros y el salario de las mujeres es un 23% menor que el de los hombres. Se está produciendo un deslizamiento de los y las asalariadas hacia grupos con menores salarios. Si en 2008 el 43% de mujeres (y el 35% de los hombres) cobraban salarios entre 0 y 2 veces el salario mínimo interprofesional (SMI), en 2011 el porcentaje de mujeres en la escala baja de salarios alcanza el 55%. Una subida de 12 puntos porcentuales en apenas dos años llama mucho la atención (la subida de los hombres es de 1 punto)

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