A todas las que no recibieron aplausos

2021/03/08
51003314556_895cecde70_o.jpg
Así, y a un año vista, desde el sindicato seguimos viendo que es imprescindible seguir luchando y movilizándonos por un sistema público, universal, gratuito y de calidad de cuidados como lo hemos hecho en las huelgas de cuidado el 17 de noviembre de 2020, así como el 26 de enero y el 4 de marzo del presente año.

Jone Bengoetxea, responsable del área de Igualdad de ELA.

Hace un año que el virus COVID19 irrumpió en nuestras vidas. Hace un año desde que la crisis sanitaria generada hiciera brotar muchos de los males y agujeros congénitos de una crisis sistémica no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Hace un año que el planeta y la naturaleza se tomaban un respiro ante el parón productivo general, y algunas soñábamos que las redes de apoyo y cuidado vecinales pudieran germinar en semillas de comunidad. Hace un año que el estar confinadas obligatoriamente nos puso delante la vulnerabilidad y la falta de certeza de nuestras vidas.

Y aplaudimos. Aplaudimos a un personal sanitario escaso en recursos y apoyos institucionales. Un sector laboral y social que acusaba serios recortes de décadas y que aún así, pusieron a menudo en riesgo su propia vida y salvaban las nuestras.

Pero fueron muchas más las que antepusieron nuestros cuidados, los de toda la sociedad, a sus propios cuerpos y vidas. Sin embargo, no hubo aplausos para ellas: la trabajadora del supermercado a la que no aplaudieron a pesar de abastacernos cada día y tener que hacer horas extras para ello; la trabajadora de la residencia de personas mayores que acudía a su puesto de trabajo con una bolsa de basura como EPI mientras veía a la gente fallecer sin cesar; la trabajadora de hogar interna a la que amenazaban con deportar por tener una situación administrativa irregular; las teleoperadoras de un call-center hacinadas en su cubículo de trabajo compartiendo auriculares, micro y ordenadores; la trabajadora de la marca cosmética Sephora que cobra 900€ vendiendo cremas de 1000€ y está en huelga; la educadora social que trata con personas y colectivos en especial situación de vulnerabilidad mientras las instituciones miran para otro lado; la camarera de piso, “kelly”, con una carga de trabajo insoportable y ningún reconocimiento de enfermedad laboral; la trabajadora del Servicio de Ayuda a Domicilio que ve como una multinacional de construcción, SACYR, pasa a gestionar como negocio un trabajo que debería ser un servicio público, y que fue un servicio esencial durante la pandemia; la trabajadora de la limpieza del hospital, imprescindible como el personal sanitario; las trabajadoras de la comunidad educativa y en especial, a los colectivos precarizados como las trabajadoras de los comedores escolares y el transporte; las camareras de hostelería sin contratos ni ERTEs, y un largo etc. La lista no tiene fin.

Se añaden a todos estos trabajos esenciales todos los trabajos que no cuentan para nadie, los no pagados e invisibilizados, los que se realizan en las casas, en su abrumadora mayoría por mujeres, y que aportan al PIB del país aunque ello no se contabilice oficialmente desde hace mucho tiempo.

No ha habido aplausos para ellas, ni siquiera un gesto, un intento de reparación laboral ni emocional, porque los intereses económicos del negocio siguen primando por encima del derecho a ser cuidadas y atendidas de manera digna. Que se lo digan a las trabajadoras de las residencias de mayores de Gipuzkoa, que luchan por ellas y por las personas a las que cuidan. ¡Más de 240 días huelga ya! Con las compañeras de Araba a punto de seguir su estela... ¡La lucha sigue viva y fuerte en las residencias y en los centros sanitarios!

¡Qué decir de las trabajadoras de hogar y de cuidados! Absolutamente invisibles para el sistema, pero imprescindibles antes y después de la pandemia a la hora de resolver los cuidados de una gran parte de la población. En su mayoría se trata de un trabajo realizado por mujeres migradas y racializadas, y eso no es una casualidad. Se da por tanto, una división sexual y racial del trabajo.

Para nosotras, para ELA, este 8 de marzo de 2021 son muchas las protagonistas del año. Este reconocimiento es para todas ellas.

Así, y a un año vista, desde el sindicato seguimos viendo que es imprescindible seguir luchando y movilizándonos por un sistema público, universal, gratuito y de calidad de cuidados como lo hemos hecho en las huelgas de cuidado el 17 de noviembre de 2020, así como el 26 de enero y el 4 de marzo del presente año.

Remarcamos en este punto la importancia de las huelgas, la movilización y la confrontación laboral y social en un contexto de retroceso neoliberal y en una coyuntura general que augura recortes y cambios.

Y en esa lucha, y en todas las que vendrán, las mujeres desde el sindicalismo feminista, así como en las casas y en las calles, ¡estamos y estaremos en primera línea de lucha!

Con o sin aplausos.