La importancia de un contrapoder fuerte y autónomo
Pablo Solón, ex-embajador en la ONU de Gobierno de Bolivia de Evo Morales (este texto es un extracto de la publicación Documentos 34)
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[...] Porque el proceso de transformación no lo van a hacer unas cuantas personas que están en el gobierno; lo va a hacer la sociedad. Por ello, el proceso de cambio avanza en la medida en que la sociedad es más efervescente, organizada; sus estructuras tienen más dinamismo, más creatividad; desarrollan propuestas; están más unidas o más solidarias, etc. Este es un tema muy importante.
Pero lamentablemente, en el caso boliviano y ecuatoriano el gobierno empieza a decir: “somos el gobierno del pueblo; por tanto, la función de las organizaciones sociales es respaldar a su gobierno”.
Y la mayoría de los dirigentes desde un principio son incorporados al gobierno con un gran argumento. Era muy difícil. Me acuerdo que cuando se llegó al poder, ni Evo ni nadie de los que habían estado cerca habían sido anteriormente altos funcionarios de ningún gobierno. Todos veníamos de las luchas sociales o de la academia, pero siempre contestatarios, y de repente había que llenar 256 altos cargos: ministros, viceministros, directores, gerentes de empresas y entidades… y la lista no daba. Eso vació de sus liderazgos naturales a estas organizaciones. Con una muy buena intención las descabezamos. Y cuando uno entra al estado, puede tener muy buenas intenciones, y debe tenerlas. Pero la lógica del estado, del poder, es diferente a la de una organización social.
Pero al sector social cuya lucha es contra ese sector de la derecha no le puedes decir que acepte esa lógica pragmática; tiene todo el derecho de seguir peleando
Les voy a dar un ejemplo: yo entré en el área de relaciones exteriores en lo relativo a cómo desmontábamos los tratados de libre comercio. Y resulta que teníamos a los mapuches –indígenas de Chile– enfrentados con el gobierno. En una situación entre el gobierno boliviano y el chileno en el que se trataba de reconstruir la relación, que siempre fue mala, los mapuches querían un apoyo explícito de Bolivia. El gobierno boliviano, en su lógica pragmática, no quiso meterse en ese rollo; era ganarse una bronca por meterse en asuntos internos de la política chilena. Pero las organizaciones campesinas indígenas bolivianas, si son autónomas, tienen que meterse, porque para ellas no hay fronteras; los mapuches son también indígenas. ¿Qué les importa si desde el gobierno estamos haciendo las cosas desde una lógica distinta? La lógica de las organizaciones es la de la solidaridad, el apoyo. Ahí les muestro cómo la lógica cambia. Somos los mismos dirigentes, pero cuando estás en el gobierno empiezan a primar las lógicas del cálculo político, es una lógica pragmática. No puedes dar todas las peleas al mismo tiempo. Pero los movimientos sociales tienen derecho a pensar que pueden hacerlo, porque siempre hemos sido así. En el gobierno, no, porque quizá se puede decir: “el conflicto con este sector de la derecha lo ponemos en la congeladora, porque no queremos ganarnos muchos frentes de batalla”. Pero al sector social cuya lucha es contra ese sector de la derecha no le puedes decir que acepte esa lógica pragmática; tiene todo el derecho de seguir peleando. [...]
Algunos dicen que el error fue entrar en el gobierno. Las organizaciones sociales no tienen que meterse en política ni en el gobierno. Yo no soy partidario de eso
Este es un problema grave. Por eso, cuando me preguntan si hemos avanzado o no en la década de gobiernos progresistas, sí que hay avance en algunos indicadores económicos y de reivindicaciones. Pero si me preguntan si son más fuertes las organizaciones sociales que hace diez años, mi respuesta es no. Y este es el indicador esencial de un proceso de cambio social. Esto se ha reforzado por una lógica muy complicada clientelar: el gobierno te da una posta sanitaria, una cancha de fútbol, un centro educativo. La organización social que antes pensaba en cómo transformar el país, cómo hacer la Asamblea Constituyente, cómo nacionalizar las minas, el control del territorio… se vuelve una organización que va a pedir cosas al gobierno. Y éste se las da. Cuando había bonanza económica, no había problema. Es una relación clientelar, prebendalista.
Nuestro gran error fue que no jugarnos a preservar desde el principio la fortaleza, la capacidad de autodeterminación y la independencia de los movimientos y organizaciones sociales, precursoras de este proceso
Esto va cambiando la dinámica de las organizaciones sociales. En el fondo, refuerza la idea de que quien te va a dar es el gobierno. Si te portas mejor, te va a dar más. Si lo confrontas, te da menos. Y uno empieza a aceptar esa lógica, cuando debería ser todo lo contrario: el dinero es de todos los bolivianos. Discutamos cómo se emplea mejor y abramos una gran discusión si seguimos por el extractivismo, apostamos por la agroecología, las energías renovables, etc. Pero eso no existe. [...]
¿Qué lección hay que sacar de esta situación?
Algunos dicen que el error fue entrar en el gobierno. Las organizaciones sociales no tienen que meterse en política ni en el gobierno. Yo no soy partidario de eso. Si uno no interviene a nivel de estado, si no captura el poder político, uno va a estar siempre a la defensiva, defendiendo su espacio, pero no pudiendo transformar la sociedad en su globalidad. Pero también es totalmente cierto es que si uno entra en el gobierno, en casi todos los casos uno acaba siendo atrapado por esta lógica del poder y se pierde la perspectiva.
Nuestro gran error fue que no jugarnos a preservar desde el principio la fortaleza, la capacidad de autodeterminación y la independencia de los movimientos y organizaciones sociales, precursoras de este proceso. Preservar eso es crear un contrapoder a las izquierdas que van a entrar al gobierno. Nuestra propuesta es mantener una doble estrategia, de poder y contrapoder al mismo tiempo. Y el eje está en el contrapoder, porque el verdadero poder está en los movimientos sociales, no en el estado.
Pero nunca cambiaremos esta relación si, en una situación de éxito porque se forma un gobierno de izquierda, empezamos a poner toda nuestra fe y esperanzas, toda nuestra energía, en el cauce del gobierno y nos olvidamos de que eso, inevitablemente, tiene la suerte marcada. Lo ocurrido después de tantas experiencias a lo largo del último siglo en diferentes países muestra que tenemos un problema, y que debemos fortalecer muchísimo más la capacidad de crítica, de organización de los movimientos sociales, incluso crear otras estructuras nuevas, más fuertes, más poderosas. Y los que vayan al gobierno tienen que saber que están entrando en la boca del lobo, y que no son salvadores. Aquí los únicos salvadores son los propios trabajadores, los movimientos. Y por más buenas intenciones que tengan –he visto personas muy nobles caer atrapadas por esa lógica–, no es un problema del individuo. En algunos casos, los rasgos individuales pueden agravar un problema, pero después de ver tantos casos es un problema mucho más complejo que la clase de los políticos.
Por eso creo que debemos reflexionar profundamente sobre el tema del poder y el estado. Ustedes lo van a vivir en España porque la dinámica muestra que, por diferentes vericuetos, van hacia un gobierno más de izquierda, más progresista. ¿Cómo actuar? ¿Qué va a hacer esa izquierda en el gobierno? ¿Y la que está fuera, la de los movimientos sociales? Cuando los dirigentes de Podemos, que nos han visitado varias veces en Latinoamérica, y en Bolivia en particular, han tenido una actitud de ensalzar la experiencia boliviana, perfecto, pero hay que tener en cuenta la otra parte, porque si no aprendemos de ello acabaremos como ahora en Latinoamérica, donde se produce el fin del ciclo de los gobiernos progresistas, donde lo que se nos viene es algo mucho más grave porque fuimos incapaces de lograr una verdadera transformación y un verdadero potenciamiento de los movimientos sociales.