El aglutinante (sobre la estrategia independentista)

2015/10/23
Greba.JPG
El independentismo de Euskal Herria se encuentra entre las crisis provocadas por el fin de dos ciclos que se retroalimentan. La primera se debe a la relativización de las categorías que hemos venido utilizando desde hace dos siglos, mientras que la segunda se deriva del agotamiento del modo en que hemos entendido la estrategia independentista en los últimos 40 años. Una crisis se centra en los instrumentos para la articulación, mientras que la otra es consecuencia de la falta de un esquema general.

Unai ApaolazaUnai Apaolaza, licenciado en filosofía (artículo publicado en Gara en euskara y traducido por Gabriel Zeberio)

Los modos y herramientas de que hemos dispuesto durante 200 años para entender el mundo, y consecuentemente transformarlo, han entrado en fase de descomposición. Hemos entendido el mundo clasificado en naciones, clase sociales, géneros… Por ello, todas las estrategias transformadoras se han construido aceptando eso. También aquí la base de todas las articulaciones independentistas han sido esas clasificaciones. Las categorías creadas en su día por los movimientos de liberación, han sido asimiladas con el paso del tiempo por la normalidad vigente, desactivando todo potencial que podían tener para la emancipación. Lo que debían ser herramientas liberadoras se nos han convertido en el mejor sustento del status quo.

El independentismo debe pasar de la unidad de los abertzales (55%) a la de quienes quieren vivir mejor (85%)

Por otra parte, la estrategia independentista de los últimos 40 años ha sido forzar por cualquier medio al Estado español a negociar el derecho de autodeterminación. Una vez se tomó nota de los límites de esa vía basada en el esquema clásico de la bilateralidad, hace cinco años que se dejó a un lado. Acabamos de superar una estrategia, pero los prejuicios y cosmovisiones que la sustentaban siguen vivos en nosotros.

Slavoj Zizek, en su libro “Event”, ha analizado las diversas lecturas que se hacen en torno a la idea de acontecimiento. Entre las interpretaciones que explica hay una especialmente interesante para nosotros: el acontecimiento es un relato nuevo que alguien (un colectivo) propone en una situación confusa, que ilumina las piezas que estaban a oscuras y sin rumbo y las ordena de una manera nueva. Dado que ese relato implica una forma nueva de entender el estado de las cosas, da mayor capacidad de abrir ámbitos de lucha nuevos y eficaces (no controlados por el status quo) a quienes buscan transformar el mundo. Ese relato es el Aglutinante.

Por supuesto, la lógica de la hegemonía debe tener en cuenta la tensión entre lo que hay y lo que queremos crear, pero no para acercarse al discurso del status quo, sino para crear un discurso propio de confrontación y atrapar a los otros en él

El aglutinante define el límite entre los nuestros y el enemigo. Ese límite será el campo de juego de la confrontación. Situar el límite en el punto adecuado, esto es, elegir un Aglutinante adecuado, además de cohesionar el grupo de los nuestros nos dará la posibilidad de atraer a gente nueva. Un aglutinante pobre reduce el poder de cohesión de la gente. El aglutinante es la estrategia; sin esta, el espacio vacío que queda sin definir será llenado por otros, obligándonos a desarrollar la confrontación bajo sus reglas. Un aglutinante adecuado, que determine nuevos ámbitos de confrontación, nos alumbrará el camino o esquema a seguir hasta lograr el (los) objetivo(s) político(s). Con el fin de aumentar la eficacia, el esquema deberá ser compartido o conocido por la gran mayoría de la sociedad, no solo por la elite política. Con respecto al independentismo, creo que los prejuicios que voy a detallar a continuación no nos permiten configurar el Aglutinante adecuado.

Hace mucho tiempo que la metáfora de Maltzaga nos muestra un muro, en lugar del camino

Se ha situado la idea de hegemonía en el centro de la nueva estrategia. Sin embargo,o esta idea debe entenderse cuantitativamente, esto es, se refiere a alcanzar la mayoría. En consecuencia, para obtener esa mayoría hemos creído que había que aproximarse al discurso del status quo que se quiere cambiar. Ese acercamiento ha reforzado el discurso del status quo y, por tanto, a los sectores favorables al estado de la situación. El partido Podemos es un claro ejemplo de esa carencia. Por supuesto, la lógica de la hegemonía debe tener en cuenta la tensión entre lo que hay y lo que queremos crear, pero no para acercarse al discurso del status quo, sino para crear un discurso propio de confrontación y atrapar a los otros en él. La hegemonía no consiste en aproximarse a la normalidad vigente, sino en crear una nueva normalidad.

La meta que todo independentista tiene en la cabeza cuando reflexiona sobre la estrategia, de una u otra manera, es la unidad de los abertzales. Creo que no solo el independentismo, sino que también el movimiento por el derecho a decidir también sueña con esa meta. Esto, además de hacer que afloren esquemas de bilateralidad paralizantes, reduce el proceso a hipotéticos acuerdos entre abertzales; a la sociedad le reserva el papel de espectadora, e imposibilita la activación popular imprescindible para lograr el Estado. Cualquier tren con esa meta final descarrilaría o, en caso de llegar a la estación término, lo haría con pocos viajeros, o lo que es lo mismo, sin fuerza suficiente para crear un Estado. Hace mucho tiempo que la metáfora de Maltzaga nos muestra un muro, en lugar del camino. El independentismo debe pasar de la unidad de los abertzales (55%) a la de quienes quieren vivir mejor (85%).

La idea de acumulación es fruto de esta perspectiva. Solemos entender la acumulación de fuerzas como suma de sujetos políticos ya existentes, en su mayoría partidos políticos. Es la suma que se obtiene a través de acuerdos firmados entre partes. En consecuencia, hemos llamado articulación a la suma de sujetos ya existentes como si fueran ladrillos. Esta perspectiva basada en unos sujetos políticos estáticos hace perdurar los límites de los esquemas utilizados hasta ahora y que el independentismo debe superar. Tiene poca capacidad de revolucionar el campo de juego. El independentismo debe crear un nuevo poder que tenga capacidad de lograr un Estado, no una simple suma de lo que existe.

Otra consecuencia de todo lo que estoy explicando es nuestra visión de los acuerdos. Al cerrar acuerdos la relación de fuerzas es la cuestión fundamental a considerar. El acuerdo al que se llega desde la debilidad, o dicho de otra manera, el que se cierra con un Aglutinante débil, reforzará al otro, y no a ti. La posición de fuerza no se deriva de este acuerdo o aquel, sino de activar y ampliar el sujeto; esto es, procesos unilaterales iniciados de la manera adecuada. Porque la unilateralidad consiste en eso; de haber acuerdo, será al final del proceso. Si se da prioridad al acuerdo el proceso se marchita y, además de aceptar esquemas de bilateralidad, pone en evidencia una concepción muy institucional del proceso independentista.

La izquierda independentista viene de unos parámetros que le han causado un fuerte desgaste. Por ello, hemos empezado a aparcar la idea de confrontación y preferir la de consenso, sin tener en cuenta que el conflicto y la confrontación son elmentos ineludibles para cualquier movimiento que quiera cambiar el estado de las cosas y lograr una sociedad mejor. Porque, sin conflicto, el status quo sigue existiendo. La cuestión es determinar dónde debemos ir a la confrontación que nos dé fruto.

En nuestro pueblo, el tipo de confrontación de subordinación nos ha llevado identificar la opción por la resistencia y la radicalización, con la vuelta a las esencias. La falta de Aglutinante del independentismo ha contribuido a consolidar esta concepción; porque cada vez más gente cree que la radicalización se basa en volver a las esencias y a las viejas formas de lucha. Esa vuelta, en esencia, acepta la imposibilidad de alcanzar las metas políticas y se fija como objetivo la pura existencia. Luego estamos ante una radicalización conservadora. Pero existe otro tipo de radicalización, que amplía y activa el sujeto político. Dado que esta radicalización incluyente origina la confrontación en el ámbito de los universales, tiene capacidad de atraer y activar a la gente. Esta es la radicalización por la que debe optar el independentismo.

La tarea más importante y urgente que tiene la izquierda independentista es empezar a construir el Aglutinante. Pero profundizaríamos en los errores cometidos hasta ahora si pensásemos que primero hay que idear el Aglutinante mediante un largo proceso de debate, luego socializarlo y por último ponerlo en marcha. En la configuración del Aglutinante la acción y el hecho de idearlo deben ir de la mano, porque es así como irá cogiendo el color adecuado. En este cometido necesitamos personas que saquen la cabeza de los esquemas del pasado y sean capaces de ver un mundo diferente.