A vueltas con el euskera… desde otra perspectiva
Mikel Ziordia Osta, delegado de ELA en el Ayto de Tudela (este artículo ha sido pubicado en la revista Ze Berri)
Algo no va muy bien cuando parte de Navarra piensa/siente que nada tiene que ver con el euskera porque no lo habla pese a que una lectura del listín de teléfonos o de miembros de las candidaturas políticas de cualquier tipo y municipio deja clara la terca realidad lingüística y cultural.
Algo va muy bien cuando, desde hace años, nuestros hijos e hijas se expresan en las calles y plazas, sotos y bardenas, en romance de Tudela, Arguedas, Corella o Buñuel (aprendido en casa) y en euskera (aprendido en la ikastola)
Algo no va muy bien cuando somos incapaces de concitar al diferente en algo tan propio como son nuestras lenguas. Sospecho, sin embargo, que la inquina hacia el euskera está basada en otros intereses diversos: quitarse de en medio contrincantes de oposición (como si eso asegurase plaza), impotencia de comprobar que, a igual título, una persona con conocimiento de dos lenguas tiene ventaja (como si eso no fuese lo que ocurre con cualquier idioma), miedo al virus nacionalista (como si hablar una lengua te hiciese automáticamente miembro irredento de una nación determinada obviando que hay países independientes que hablan la misma lengua -USA & United Kingdom- y, a la inversa, estados políglotas desde su origen, bastante numerosos en la vieja Europa.
Por esto mismo algo va muy bien cuando, desde hace años, nuestros hijos e hijas se expresan en las calles y plazas, sotos y bardenas, en romance de Tudela, Arguedas, Corella o Buñuel (aprendido en casa) y en euskera (aprendido en la ikastola) según toca una u otra lengua, practicando el incuestionado inglés (o francés, también adquiridos en la ikastola) con los guiris donde sea y el pulido castellano cuando se debe.
Hacen naturalmente lo que hicieron sus antepasados siglo tras siglo con estas y otras lenguas porque la situación natural de Navarra (y más en la Ribera) es el plurilingüismo: tanto por la prolija constancia histórica de lenguas perdidas (latín, hebreo y árabe), como por la cogotuda permanencia sociocultural de las resilientes (euskera y romance navarroaragonés, incluso caló) y por el inglés -o francés- hoy día. Así fue por distintos motivos: económicos, laborales, académicos, socioculturales… según interés de cada cual, exactamente igual motivación que la que ahora nos orienta hacia un idioma u otro.
Por esta razón, vivir con naturalidad en la diversidad y la convivencia lingüística e inclusiva de varios idiomas es una clave muy poderosa. Es más, enfocar el escenario lingüístico de Navarra (término que ya de por sí sugiere mestizaje) como un proceso de interpelación mutua entre vascuence y romance, ambos amigos desde chiquiticos, favorece que compartan destino a futuro, como comparten senderos pasados: el uno no se entiende sin el otro y a la inversa. Esta es otra tozuda realidad de ayer y de hoy.
Desde este enfoque es más fácil percibir ambas lenguas como enraizadas (no trasplantadas), propias (no forasteras), vivas (no agonizantes), complementarias (no contrarias), útiles (no obsoletas)... en una labor de trabazón comunitaria con las mimbres que están a nuestra mano e incardinada en el alma de todo el territorio. Porque es un gozo sumergirse en esta cultura al tiempo y perpetuar algunos de los mayores tesoros de Europa: una lengua única y la vivencia de la diversidad naturalmente.