Cómo transitar nuestra mirada desde el respeto a la comprensión de la transexualidad: un testimonio

2022/02/18
NAIZEN_Katakrak.jfif
"Comenzó a traer de la eskola dibujos de muchos colores, y había uno que se repetía, era una cara sonriente en la que los ojos no eran redondos, tenían forma de corazones; había logrado cambiarnos la mirada." El 15 de febrero de 2022 organizamos en Iruñea una charla con la Asociación de familias de menores transexuales NAIZEN sobre cómo acompañar la transexualidad infantil y juvenil desde la escucha, la aceptación y el amor. Reproducimos aquí el testimonio que compartió con nosotrxs Iban.

Desde la asociación Naizen trabajamos para ofrecer conocimiento en torno a la transexualidad en la infancia y en la adolescencia, con el objeto de que se reconozca esta realidad como un hecho de diversidad más.

Esto nos permitirá como sociedad caminar hacia la comprensión y el acompañamiento de esta realidad. De esta manera poder pasar del respeto a la comprensión. El respeto es un mínimo ético exigible. El respeto, si no es proactivo, se convierte en una trinchera, y una sociedad atrincherada en sus dogmas o verdades absolutas, no puede ser una sociedad sana y gozar de una buena convivencia. Pasemos del rechazo o el recelo al diferente, al cuidado del semejante. Algo que nos hará crecer en humanidad a todas y todos y nos enriquecerá como sociedad.

Las personas transexuales no han venido al mundo a pedir permiso, han venido a SER, a ser con mayúsculas, a vivir según quien realmente son, y no podrían vivir bien de ninguna otra manera.

Todas y todos somos diversos. Todas y todos somos diferentes, únicos e irrepetibles.

Siendo así, la aportación más valiosa que puedo hacer sobre la situación de estas niñas y niños, es compartir nuestro testimonio, nuestro relato de vida con nuestra hija, de la manera más resumida posible. Con el objeto de ayudaros a transitar vuestra mirada, desde el respeto a la comprensión de esta realidad, es decir, poder ver y acoger la peculiaridad de nuestras hijas e hijos.

Voy a compartir nuestra vivencia con nuestra hija desde los 2 hasta los 4 años. Voy a resumir en poco más de 10 minutos un período de dos años muy difíciles en nuestro hogar, pero es una historia bonita, llena de muchos aprendizajes y de mucho amor incondicional.

Hay algo que no os voy a poder transmitir porque me resulta imposible ponerlo sobre el papel y expresarlo con palabras; en estos dos años quizás lo que más nos ayudó y en donde vimos más verdad fue en la mirada de nuestra hija, en la profundidad de sus ojos; lo que ella nos transmitía salía de muy muy adentro, era una fuerza arrolladora.

Hace 8 años nació nuestra hija, qué regalo, pesaba casi 4 kilos y nació sana, y esto me gusta repetirlo, "nació sana".

Al observar sus genitales nos dijeron que era un niño, así que pusimos su correspondiente nombre de niño y creamos toda una serie de expectativas sobre el niño que creíamos tener.

Los 4 primeros años de su vida los pasamos prácticamente en vela, dormía fatal y estaba de mal humor todo el día. No quería bajar a la calle sus juguetes de casa, a los que no les hacía ni caso (coches, balones, etc). Cuando íbamos a los parques buscaba a las niñas que hubiese para jugar con ellas y compartir pinturas, muñecas, etc. También le gustaba mucho bailar, ponerse un tutú morado para hacer sus bailes y sus teatros, y todo esto lo tomábamos como lo que era, un juego, pero además todo iban siendo señales de cómo realmente era ella.

Ya con 2 años comenzaba a hablar, qué ilusión, qué milagro; empezaron unas pocas palabras, ama, agua, aita, ... hasta que de pronto comenzó a decirnos "SOY NIÑA".

Pasaba el tiempo y seguía manifestando de manera firme y contundente "SOY NIÑA", poco a poco fue conquistando más lenguaje y comenzó a referirse a ella en femenino, "yo solita", "yo primera"...

Nuestra reacción en un principio, fue no darle importancia, aunque claro veíamos que algo estaba pasando, y no sabíamos realmente qué, ni cómo afrontarlo.

En estas situaciones veíamos en la expresión de su cara y en sus ojos, algo muy profundo, no eran caprichos, no eran juegos, salía de lo más profundo de sus ser.

Y en este terremoto emocional que estábamos viviendo los tres en casa, pasamos por 4 etapas:

LA PRIMERA FASE FUE LA NEGACION

No comprendíamos qué nos pretendía decir, no podíamos siquiera imaginar que tuviésemos una hija y no un hijo, estábamos completamente perdidos. Así que por ignorancia y por miedo le negábamos cuando nos decía "SOY NIÑA", le decíamos "cariño, no puedes ser niña, has nacido niño". Había que ver su cara de incredulidad y de tristeza.

No queríamos ni estábamos preparados para poder escuchar y entender aquello, así que escondimos el tutú morado, los collares, los pintalabios, etc que había por casa y que tanto le gustaba ponerse. Decir que por aquel entonces solía ponerse trapos en la cabeza, simulando tener el pelo largo.
A pesar de toda esta torpeza nuestra, guiados por el temor y por nuestra falta de conocimiento ella seguía manifestando de manera inequívoca y contundente "SOY NIÑA".

De esta manera llegamos a la segunta etapa de este proceso.

LA SEGUNDA ETAPA SE CARACTERIZO POR EL SILENCIO

El miedo se había apoderado de nosotros y cada vez que nos manifestaba su identidad, nos quedábamos callados, paralizados, o hacíamos como que no le habíamos oído, estábamos totalmente perdidos y nos sentíamos muy solos. Seguía durmiendo fatal y su comportamiento era cada vez peor, todo era tristeza y rabia, mucha rabia.

Con esta situación tan difícil de llevar emocionalmente, llegamos a la tercera etapa.

TERCERA ETAPA FUE LA DEL AMOR INCONDICIONAL

Cada vez que hacía referencia a su identidad, "SOY NIÑA", contestábamos "muy bien cariño, oso ondo maitia" y le dábamos un beso o un abrazo.

Por aquel entonces para ir a la eskola, a la hora de vestir, las peleas eran cada vez más tensas. No quería de ninguna manera ninguna de las ropas que por aquel entonces tenía.

En la calle cuando le preguntaban el nombre que le pusimos al nacer, nunca lo decía, nunca lo dijo, ella respondía "Marimotots" (que es un personaje de teatro infantil que le gustaba mucho).

Y así estábamos cuando un día se planta y nos dice que quería ir con el tutú morado a la eskola (ese tutú que todas las noches escondíamos y que todas las mañanas ella se encargaba de encontrar), que quería ir vestida de chica. Sabíamos que algo así podía suceder por lo que estábamos viviendo desde hace tiempo, pero esto suponía para nosotros asomarnos a un abismo desconocido.

Por suerte, a los pocos días vimos un cartel que anunciaba una charla sobre transexualidad infantil (de las primeras que se hacían), lo hablamos entre mi pareja y yo, dudábamos si debíamos ir o no, no sabíamos si estábamos perdiendo la cabeza.

Afortunadamente decidimos acudir, lo cual nos hizo posible llegar a la última etapa.

LA ACEPTACION

La aceptación, supuso un cambio emocional trascendental tanto para nuestra hija como para nosotros.

Primeramente hablo un sexólogo, el cual nos hizo entender conceptos que teníamos revueltos en nuestras cabezas y nos ayudó a desmontar verdades absolutas que teníamos bien aprendidas.

Luego dieron testimonio dos familias de menores en situación de transexualidad, y al escuchar sus relatos nos dimos cuenta de que había otras familias que habían vivido lo mismo que nosotros. Esto fue de una ayuda determinante para poder ver nuestra realidad y entender que lo que teníamos en casa era una hija preciosa; nos dio muchísima fuerza.

Ahora era momento de afrontar la realidad, escuchar a nuestra hija, darle todo nuestro amor y caminar a su lado en todas sus necesidades. Así que empezamos a atender esas demandas tan vitales para ella. Fuimos a comprar ropa con la que ella se sintiese identificada y cómoda, elegimos junto con ella su nuevo nombre y empezamos a cambiar nuestra mirada, para ser capaces de verla y de reconocerla. Ella comenzaba a mostrarse feliz, tan feliz como nunca.

Al poco tiempo nos reunimos con su tutora para explicarle la situación que llevábamos tiempo viviendo en casa, y ella nos desveló todas las inquietudes que había tenido por actitudes y expresiones que manifestaba nuestra hija en la eskola. No mostraba interés por ninguna actividad, únicamente quería estar en el txoko de los disfraces para vestir las faldas, camisas y collares, jugaba más con chicas y compartía sus mismos juegos, iba al baño siempre sola, nadie podía acompañarla... Había ocasiones que estas faldas, camisas y collares, los sacaba al recreo puesto que la tutora no lograba hacerle ver que eran sólo disfraces y no podían sacarlos de la gela.

Después de hacer el tránsito en la eskola, esta misma tutora nos transmitió que la veía mucho mejor, que había despertado interés en todas las actividades, especialmente en dibujar. Claro, ya tenía cubierta la necesidad de ser vista como la niña que era, y aceptada en la eskola, ya no necesitaba disfraces.

Comenzó a traer de la eskola dibujos de muchos colores, y había uno que se repetía, era una cara sonriente en la que los ojos no eran redondos, tenían forma de corazones; había logrado cambiarnos la mirada.

Ella había conseguido cambiar la mirada de su entorno, ahora la mirábamos desde el corazón, ya éramos capaces de verla y reconocerla.

Salíamos a la calle con nuestra hija, y mucha gente se quedaba extrañada, las miradas pesaban, pero su fuerza y su felicidad podía con todo aquello. Nuestra hija se iba serenando, se expresaba libremente en todo su ser (gestos, juegos, gustos, interacción con los demás, etc) y sus muestras de afecto y cariño hacia nosotros se multiplicaron.

Nos pusimos en contacto con Chrysalis Euskal Herria, ahora Naizen, y pudimos conocer a otras familias y nuestra hija pudo conocer a otras niñas con su misma peculiaridad, niñas con pene y niños con vulva, lo cual tuvo para ella y para nosotros un impacto enorme.

El conocer a otras niñas y niños como ella, es decir, con su misma peculiaridad, le hizo sentir y recibir el mensaje de "no estás sola, no eres la única". Y a nosotros como aitas de la misma manera el poder conocer a otras familias que han vivido una experiencia similar en sus hogares, nos hace sentir y recibir el mensaje de "no estáis solos, no sois los únicos".

Así que en definitiva ella no tuvo que realizar ningún tránsito, sino que el tránsito lo tuvimos que hacer los demás, ella lo que hizo desde una edad muy temprana, en el momento en que ella fue capaz, fue un acto de valentía inmenso, al mostrarse tal y como es, así que nuestro deber como padres es acompañarla en todas sus necesidades, escuchar su corazón y el nuestro, cambiar nuestra mirada y dejarle SER.