Queremos acoger
En muy pocos momentos de la historia ha habido un mapa de conflictos tan extenso y con semejantes proporciones de personas desplazadas. Hablamos de Siria, con la mitad de su población desplazada (11 millones de personas), pero debemos hablar igualmente de Afganistán, Pakistán, Kurdistán, Ucrania, Oriente Medio, varios países del norte de África, Sudán, República Centroafricana, Congo… Hablamos de 60 millones de personas desplazadas, la mayoría de ellas sin poder salir de sus países de origen o detenidas en países más o menos cercanos. Y no olvidemos que, junto a ellas estaban, están y estarán los millones de migrantes por causas económicas. La división entre estos y los que huyen de las guerras y las persecuciones es ya del todo imposible. Pues bien, un porcentaje mínimo de todas esas personas ha llegado o podrá llegar a Europa.
Llevamos décadas denunciando de qué manera la Unión Europea se ha construido asumiendo acríticamente los postulados económicos de la derecha. Políticas de austeridad insolidarias que han contribuido, entre otras cosas, a dar alas también al racismo y la xenofobia
Llevamos décadas denunciando de qué manera la Unión Europea se ha construido asumiendo acríticamente los postulados económicos de la derecha. Políticas de austeridad insolidarias que han contribuido, entre otras cosas, a dar alas también al racismo y la xenofobia. Ahora, lamentablemente, está pasando lo mismo en relación con las personas desplazadas: la extrema derecha pone el guión que los gobiernos estatales y las instituciones comunitarias siguen a pies juntillas, muchas veces por intereses electorales espurios. Se identifica a los migrantes con potenciales terroristas o con competidores para devaluar nuestros salarios y se prepara así el terreno de la opinión pública para el cierre de fronteras o las deportaciones. Pero la realidad es terca: los desplazamientos masivos de personas se han dado, se están dando y se van a seguir dando, sean cuales sean las barreras que Europa se empeñe en construir. Si se cierran unas rutas, se abrirán otras: es lo que ahora mismo está pasando, por ejemplo, en el Mediterráneo. Pretender “refugiarse” de este fenómeno global no sólo es insolidario: es absolutamente imposible.
Somos un sindicato de clase. Como vascos y vascas, como sindicalistas, hemos conocido la guerra, la persecución y el exilio... multitud de países acogieron a los nuestros simplemente porque eso era lo que tenían que hacer
Somos una organización sindical, que pisa tierra cuando habla de trabajo o de convivencia. No decimos que acoger en nuestro continente y en nuestro país a millones de personas vaya a ser algo fácil y exento de problemas. Lo que decimos es que esas personas van a venir, han venido, están viniendo ya. Lo que decimos es que conformamos una sola clase, la clase trabajadora. Lo que decimos es que ahora nos toca acoger.
ELA se suma a las denuncias que vienen realizando organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional, Caritas, Intermón Oxfam o Médicos del Mundo, entre otras muchas. Y más en concreto, condena el acuerdo suscrito entre la Unión Europea y Turquía para impedir que los desplazados puedan llegar a nuestros países. Ese acuerdo es inmoral y contrario a la legalidad internacional. Tenemos que recordar, además, que el drama de esas personas no termina si es que consiguen pasar nuestras fronteras: dentro de ellas aún deben enfrentarse a todas las “fronteras internas” en forma de precariedad laboral y vital, pobreza, exclusión social, internamiento en campos, islamofobia, xenofobia… Por si fuera poco, hay que añadir todos los casos de violencia sexual y de género que padecen innumerables mujeres refugiadas, una auténtica pandemia que, paradójicamente, parece seguir sin afectar a nuestro imaginario social.
Por todo ello, exigimos a las instituciones europeas
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Que se garantice el derecho de asilo
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Que se abran vías seguras para las personas que huyen de conflictos
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Que se acuerde una política de inmigración común que acabe con lo que se ha dado en llamar “fortaleza europea”
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Que exija firmemente a sus estados miembro el respeto a la legalidad internacional
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Que se comprometan en la resolución de los conflictos armados de todo el mundo rechazando intervenciones bélicas
Somos un sindicato de clase. Como vascos y vascas, como sindicalistas, hemos conocido la guerra, la persecución y el exilio. Y antes y después de la guerra miles de los nuestros emigraron también por razones económicas. Como pueblo y como organización sindical sobrevivimos a la pobreza y al fascismo gracias a la solidaridad internacional. Francia, URSS, Gran Bretaña, México, Venezuela, Argentina… multitud de países acogieron a los nuestros simplemente porque eso era lo que tenían que hacer.
Como sindicalistas queremos trasladar un único mensaje: queremos acoger. Por ello pedimos a los gobiernos de Iruña y Gasteiz, y a las instituciones forales y locales, que activen los resortes que sean necesarios para que, como pueblo, podamos hacer lo mismo que hicieron con los nuestros: ofrecer amparo y oportunidades de prosperidad a quienes lo solicitan, hasta que puedan volver a su tierra de origen si esa es su voluntad.