ELA ya es paisaje en La Ribera

2017/06/01
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La Ribera de Navarra es una tierra difícil para una organización que se autodenomina abertzale -o incluso vasca- con todo lo que eso conlleva. La mayoría de la población no se considera tal y, además, existe una parte que es hostil a ese concepto. Visto que ELA ha superado en Navarra el 23% de representación, alguien podría pensar que, como toda media, ese dato engorda en comarcas más “amables” y se desmorona en la Ribera. Sin embargo, la representación de ELA es bastante homogénea en toda Navarra: el dato de la Ribera ya roza el 21,5%.

Iñigo CampoIñigo Campo, responsable de ELA en La Ribera (artículo publicado en Landeia)

Esto no es ni mucho menos nuevo. ELA lleva años teniendo en la Ribera un apoyo similar al que recibe en el conjunto de Navarra, a priori por encima de lo que la realidad política del sur de Navarra  reservaría para una organización que se autodenomina abertzale y que no tiene complejos en explicarlo también aquí.

Hay una explicación evidente para los resultados de ELA en la Ribera: la cercanía, seriedad y honestidad de las personas que componen el equipo en la comarca. Además, que el grueso del equipo sea ribero ayuda a que la visión de todo el equipo este muy pegada a la realidad sociológica de la zona.

La gente de La Ribera necesita al sindicato, y ELA es la única alternativa que están encontrando: pocos kilómetros más al sur o al este –fuera de las mugas de Navarra– no hay alternativa al sindicalismo de concertación. Es un drama

El tipo de sindicalismo que tratamos de realizar en las empresas, la reputación del sindicato, la independencia política y económica, es un valor que se nos reconoce. La condición de contrapoder, independientemente de quién esté en el Gobierno (el cambio político en Navarra ha demostrado que lo que decimos es lo que luego hacemos) es otra cuestión que nos da legitimidad ante una clase trabajadora especialmente vapuleada. La gente de La Ribera necesita al sindicato, y ELA es la única alternativa que están encontrando: pocos kilómetros más al sur o al este –fuera de las mugas de Navarra– no hay alternativa al sindicalismo de concertación. Es un drama.

Como refuerzo de todo ello, nos encontramos dos factores externos: en primer lugar, la gran precariedad que sufre la Ribera (fruto de la gran importancia del sector agroalimentario), agravada por el menor índice de sindicación respecto a otras zonas de Navarra. Y en segundo lugar, la deriva de UGT y CCOO nos deja un papel de única alternativa real en las empresas para pelear por los derechos de los trabajadores y trabajadoras de la zona.

El modelo de sociedad, determinante

La necesidad que la gente tiene del sindicato también aquí (y en muchas ocasiones, sobre todo aquí), hace que el factor identitario no sea limitante o motivo de rechazo, sino otro factor más, aceptado como propio de la organización a la que perteneces. Aunque a veces no sea algo totalmente compartido, ello no implica que alguien pueda sentir incomodidad perteneciendo a ELA. El trabajo que queremos hacer en las empresas y el modelo de sociedad que perseguimos unen a gente que valora, sobre todo, los objetivos compartidos.

ELA, al romper sus límites supuestamente naturales, está contribuyendo como nadie en La Ribera a la normalización del hecho vasco, euskara incluido.

ELA consiguió hace mucho tiempo romper ese hipotético pequeño círculo de personas que en principio podrían ser militantes de ELA, y ha crecido hasta agrupar a un colectivo muy importante de trabajadoras y trabajadores en la Ribera, pero también en zonas limítrofes.

Tenemos afiliados/as de ELA que trabajan en empresas de La Ribera de Navarra, pero tienen sus raíces y hacen su vida (excepto la vida laboral) en Aragón y, sobre todo, en La Rioja. Por ejemplo, en cierta ocasión llegó al local un comité al completo de Tarazona (Zaragoza) que quería incorporarse a ELA por haber “perdido la confianza en su sindicato” de siempre.

Romper ese círculo limitado – fabricado según la lógica más simple- ha sido el gran mérito de toda la organización. ELA, al romper sus límites supuestamente naturales, está contribuyendo como nadie en La Ribera a la normalización del hecho vasco, euskara incluido. Los militantes que no se sienten abertzales acaban, cuando menos, empatizando o, por lo menos, normalizando una condición que, lejos de provocar rechazo, va generando cierta complicidad.

ELA-Erribera no es dentro de ELA como aquel equipo de bobsleigh en la delegación olímpica de Jamaica. Somos un equipo más, sumando para consolidar el crecimiento del sindicato en Navarra y seguir siendo la primera organización en el conjunto de Euskal Herria.