La "i" saliendo del armario

2022/06/22
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El próximo 28 de junio de 2022, Día del Orgullo LGTBiQ, ELA celebrará su acto confederal anual en el edifició Condestable, en la parte vieja de Iruñea. Este año rescatamos y destacamos la "i" dentro de la lucha LGTBiQ+ global para abordar la realidad de las intersexualidades y darle la visibilidad y el reconocimiento que merece, porque...¿de qué hablamos cuando hablamos de intersexualidades?, ¿por qué es una realidad tan ocultada? Todavía a día de hoy parece que se trate de un misterio del que poco o nada se habla.

Para hablar de ello y mucho más, esta año contaremos con la participacación de Mer Gómez, que es activista, autora e investigadora especializada en intersexualidades. A su vez, pertenece al colectivo "i de intersex" y, como veréis, es una de las protagonistas del cortometraje "Se receta silencio", el cual proyectaremos el mismo día del acto confederal.

Mer Gómez, publicó esta entrevista en Pikara en 2020 y  nos puede ayudar a acercarnos a esta temática poco conocida.

«La revolución intersex será íntima, social, y política»

¿Cuándo fuiste consciente de tu cuerpo intersex?
Desde los 17 años ya sabía que había algo. Recuerdo ir varias veces al hospital. Me operaron, por primera vez, cuando era pequeña. Más adelante me dijeron que no era fértil. Pero lo único que sabía era que me habían extirpado los ovarios porque podrían haber sido cancerígenos y que tenía que tomar hormonas desde los 11 años. Y desde hace siete años, me enteré de otra manera, quería saber. Así empecé todas las investigaciones. Investigaciones personales, cuestionando a los aparatos médicos. Tienes algo en ti, que te dicen que hay que guardar en secreto, un caso raro que no se da con frecuencia, un tabú que te convierte en algo impensable. Eso aumentó el estigma sobre mi cuerpo. Hasta que decidí poner fin a este trauma y a ese mundo que me ponía nerviosa. Elegí irme fuera de mi país, tenía que alejarme de mi familia, de las personas que sabían el secreto. Al volver me reconecté con ese secreto, empecé a reunir toda la información que había en casa de mis padres. Encontré algunos informes médicos, diagnósticos, terminologías clínicas. A partir de ahí, entendí que yo había tenido unos testículos internos que me habían sacado y que había contradicciones entre mi genotipo y mis genitales.

¿Cómo fueron esos años de reconectar contigo misma?

Fue entre los 22 y los 27. Veía a una psicóloga una vez a la semana. Durante esa hora yo explotaba, era una explosión controlada, intelectual. No lo hablaba con nadie más. Eso era encarcelador. Tenía crisis nerviosas, necesitaba explotar. Fue pasar de tener un síndrome que no podía decir, que no sabía qué era, a conocer a otras personas que me permitieron terminar con esa injusticia y conectar conmigo, con el bien. La única vez que pude hacerlo fue escribiéndolo. Empecé a sentir que mi cuerpo es válido, que mi experiencia es válida, que existo. Entonces se acabó el secreto. Del tabú social a mi tabú personal. Quise acabar con ambas cosas. Mi identidad es política y social, ahora puedo elegir cuándo lo digo. Me enteré dos veces de quién era, a los 22 leyendo mis informes y más adelante, con 27, cuando empecé a conocerme de otro modo. Para mí es muy poderoso pensarme así.

¿Por qué decides participar en un documental contando tu historia?, ¿cómo fue ese proceso?

A finales de 2015, la directora del film, escribió en un grupo de emails de personas intersex en Francia. Aún no había una organización, solo existía esa lista de correos. Yo estaba de manera anónima ahí, con otra mucha gente, y leí el email. Había mucha gente interesada en hacer documentales pero el suyo me pareció diferente y cercano. La pregunta que más me animó fue: “¿Qué sería un buen documental para vosotras?”. Yo le contesté algo que fue fundamental para comenzar el film. Para mí lo bueno era hablar sobre la vergüenza, el anonimato, sobre el cuerpo, y cómo salir de ahí para empoderarme, para hacerlo público. Ese proceso era lo interesante, hablar desde la gente invisibilizada. Le hablé de que tenía cosas escritas, y ella quería que yo fuera la voz de la película. Además, me dijo que no saldría nada que no quisiera. Fue muy largo, yo me opuse varias veces, pero insistíamos.

¿Fue a partir del documental cuando conociste, por primera vez, a otras personas intersex?

Sí, Floriane me puso en contacto con otras personas de Suiza. Eso fue muy positivo. A partir de ahí, empezamos a contactar entre nosotras y a contarnos nuestras experiencias, durante todo 2016. Así conocí a Deborah, otra de las participantes. Ella, además, vino a París y me animó a que asistiésemos juntas a un evento organizado por el Collectif Intersexes et Allié.e.s, del que ahora formo parte. Al principio yo tenía miedo, no quería, pero cuando empecé a conocer a más gente me sentí muy cómoda. Éramos como diez personas, pero sabíamos que había más en Francia. Más adelante, fui a Bruselas a un evento organizado por la ILGA, International Gay Bisexual Trans Intersex Association, y conocí a más personas de otros países.

Después de incorporar estas experiencias a tu vida, ¿cómo definirías las intersexualidades?, ¿qué supone para ti ser intersex?
Para mí habría dos definiciones. Por un lado, somos personas con características sexuales que no responden a la norma binaria: masculina o femenina. Por otro lado, desde una posición política, son todas las experiencias que hemos tenido por tener estas características sexuales diferentes. Ser intersex viene de la invisibilización, de la negación, y de la erradicación de ese tipo de cuerpo. La biología es muy diversa y, aún así, sigue habiendo personas que se niegan a ver esa diversidad. Ser intersex supone haber conocido –vivido– una negación social, tener un cuerpo que ha sido rechazado a nivel social por una definición clínica. Esto implica un abanico de negaciones sociales de la diversidad, desde la ausencia total de representaciones culturales hasta los tratamientos clínicos impuestos. Mi cuerpo no existe dentro de ese sistema binario. Por eso es político, porque habla de esas experiencias sociales a raíz de que nuestros cuerpos han sido rechazados.

¿Y, ahora, cómo te identificas?
Con mi familia, soy M. Con mi familia intersex, soy intersex. Para la institución, a lo mejor soy una variación. Pero, en definitiva, soy una mujer intersex. Aunque no suela decirlo públicamente.

Eres la única participante del film que no muestras tu cara públicamente…

Fue un proceso muy largo. Al principio yo no quería participar y, si lo hacía, el anonimato era clave. Hablando sobre esto con Floriane, a ella también le parecía muy interesante reflejar el tabú de algún modo, darle protagonismo. Esa fue la mejor forma de hacerlo.

Además utilizas un pseudónimo, ¿por qué es importante para ti?

Ser intersex es tener una experiencia social desde ese cuerpo. Normalmente, la gente tiene un imaginario erróneo sobre tu cuerpo por desconocimiento, por falta de visibilidad, o por haber escuchado los mitos y leyendas que existen: el del hermafrodito griego y el de los aparatos clínicos. Desde luego, es algo privado, pero al estar tan invisibilizado es necesario que haya gente que tome la palabra, que hable desde ahí, que ayude a crear nuevos imaginarios, y que invite a poner caras. Pero es importante que se haga cuando cada persona lo decida, siempre de forma libre, eligiendo dónde o cómo. Yo lo hago de forma anónima, y explico que es parte de la destrucción que ha habido contra mí. Hay que aceptar la falta de información que existe socialmente y las dificultades que eso sigue suponiendo.

Entiendo que esas dificultades también tienen que ver con la idea de concebir socialmente el sexo como un binario muy estricto, ¿qué opinión tienes sobre este tema?

Me gusta hablar de la imagen de una constelación, la constelación de los sexos. Todas las características sexuales son parte de esta constelación. Hay ramificaciones alrededor de la palabra sexo, que serían las variaciones de las características, los cromosomas, las gónadas, los aparatos internos, externos, todo. Cada ser, al final, es único si lo entendemos así. Es mucho más lindo hablar desde ahí, desde esa posición. Si vemos el sexo como una línea con dos extremos opuestos, todo lo del medio sería lo diagnosticado, lo contradictorio, lo anti-natural.

Antes has mencionado al Collectif Intersexes et Allié.e.s del que formas parte en Francia, ¿cuáles son las líneas desde las que trabajáis?

Hay dos grandes líneas. Por una parte, trabajamos junto a adultes intersex y nuevas familias. Es importante que vivan sus procesos y ritmos, que se recuperen, compartamos vivencias. Es un trabajo comunitario, convivencias, charlas, formaciones. Por otra, trabajamos en una línea más política exigiendo y reivindicando las necesidades que tenemos como colectivo. Existe un fuerte trabajo de sensibilización y activismo político. Formamos a ONG´s, asociaciones por los derechos humanos, colectivos LGTBI+ y feministas. También creamos alianzas con organizaciones intersex de otros países. Es importante tejer redes porque el trabajo político es muy duro y complicado, está lleno de incertidumbre.

¿Cuáles son esas necesidades y reivindicaciones?

No someter a tratamientos no consentidos y no necesarios, como los tratamientos hormonales, los diagnósticos, las cirugías y todo lo que no es consentido ni necesario para la vida de una persona. Con esto pretendemos, poco a poco, salir de la patologización de nuestros cuerpos. Hay que terminar con los tratamientos innecesarios y luchar contra la patologización de los cuerpos que no encajan en la norma binaria. Esto se consigue con formación, a todos los niveles y en todas las áreas culturales, incluida la formación a equipos clínicos. En Francia, estamos intentando prohibir todas las intervenciones que no sean estrictamente por temas de salud y todo tratamiento médico que involucre una alteración de las características sexuales de la persona sin su consentimiento expreso y sin ser previamente informada de una forma clara.