25 días de huelga para salir del agujero

2012/05/22
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Iván Giménez y Unai Oñederra, Fundación Manu Robles-Arangiz / “¡Aupa Eloy!”, “¡Eh! ¡Hasta luego!”. “¡Adios Manu!”, “Hasta luego”. “Qué tal, Joserra ¿Todo bien?”, “Por aquí andamos”. Es complicado grabar una entrevista a Joserra, Eloy y Manu. La gente que pasa les saluda y no damos con el momento de empezar a grabar. Al final, decidimos alejarnos un poco de la salida del parking. “Nos hicimos famosos en el barrio. Normal, tantas horas mañana y tarde aquí plantados...”, nos explica Joserra.

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Son trabajadores del Parking Plaza Ensanche el más antiguo de Bilbao. Ya ha cumplido 41 años, y es el único que queda sin remodelar en toda la ciudad. Y se nota en el ambiente oscuro y algo asfixiante del interior. El suelo está lleno de baches y pequeños socavones, y las paredes tienen numerosos desconchones. “Fijáos, esa persona en silla de ruedas tiene que salir por la rampa de los coches, es una vergüenza”. La falta total de inversiones durante estos 40 años no ha acarreado, ni mucho menos, un descenso en el número de usuarios. “Somos el segundo parking del Estado con más rotación de vehículos: se vacía y se llena por entero cuatro veces al día. En total, entran a diario 1.200 coches”.

De los siete trabajadores del parking, cinco son afiliados de ELA. Antonio Moreno y Eloy Angulo son los más veteranos: 42 años metidos en el mismo parking. Manuel Rojo, el delegado de ELA, es el que menos tiempo lleva, y ya son 16 años: “Cuando la empresa Viuda de Sainz se hizo con la gestión del parking en febrero de 2011, llevábamos más de un año sin pacto de empresa, porque había vencido a finales de 2009”.

“Para entonces, llevábamos cinco años con subidas del IPC pelado, obligados por el pacto firmado en 2005, relata José Ramón García. “A la nueva empresa le comunicamos que queríamos un nuevo pacto, tomando como base el del parking Euskalduna, pero no nos hicieron ni caso”. A los dos meses, apareció por el parking el encargado de negociar con ellos; se presentó como el poli bueno que iba a resolver el problema. Pura fachada. Mantuvieron varias reuniones en el Colegio de Abogados, pero en todas tuvieron que escuchar lo mismo: hay que hacer inversiones en el aparcamiento y no se puede conceder lo que reivindica la plantilla. “Sólo nos ofrecían el IPC, pero sin reducir horas ni nada más”.

Para junio de 2011, ya tenían claro que la única intención de la empresa era dilatar el problema y que no merecía la pena perder más tiempo con ese teatro. Así las cosas, los siete trabajadores decidieron por unanimidad ir a la huelga indefinida. “Les dimos varios meses de plazo para negociar”, especifica Eloy: “De febrero a junio hubo tiempo de sobra para discutir las cosas y llegar a un acuerdo, pero la empresa no hizo ni el más mínimo esfuerzo”. “Llevo aquí 42 años, y es la única vez en que nos hemos visto obligados a tomar una decisión así”, añade Antonio. Por lo que parece, no era de extrañar: “Otros compañeros de ELA nos decían: '¿Estáis negociando con Viuda de Sainz? Tomarlo con calma, si queréis conseguir algo tendréis que pegaros varios meses de huelga'”.

Nada de eso les amilanó. La decisión de los siete trabajadores era firme, y tenían que seguir adelante. Por lo que a mediados de septiembre registraron la huelga. “Aunque comunicamos a la empresa por carta lo que habíamos decidido en asamblea, en las dos semanas que pasaron del preaviso hasta la huelga ni se pusieron en contacto con nosotros”. Y así llegó el 3 de octubre. A las 8 de la mañana, cerraron el parking. Cuando sólo faltaban dos horas para bajar la barrera, se dejó caer por ahí el poli bueno: “¡Habéis jodido todo! Yo tenía casi resuelto vuestro problema, y habéis echado todo a perder”. Los trabajadores lo tenían claro: “Si queréis en este momento podemos resolver el problema”. Pero la empresa no quiso.

Durante los 25 días que el aparcamiento estuvo cerrado, pusieron una pancarta en la entrada. Los trabajadores se acercaban todos los días, dos por la mañana y dos por la tarde. Un día y otro día. Cada mañana, colocaban un cartel, indicando cada día de parking cuánto perdía la empresa y cuánto los trabajadores. “La gente que pasaba por allí, se paraba a hablar con nosotros, y cuando les contábamos cómo era la actitud de la empresa se quedaban alucinados”. Así sintieron el apoyo de los vecinos del barrio, y ello les dio fuerzas en un conflicto tan largo cuyo riesgo principal era el bajón anímico. “Entre nosotros, la unidad era total, y estábamos decididos a fondo. Hay que tener en cuenta que cada uno tiene una situación personal diferente, y a medida que la huelga se prolongaba eso traía aparejado el riesgo de que esa unidad se rompiera”. Los cinco afiliados de ELA cobraban de la caja de resistencia, el de USO de la suya, y el séptimo, nada de nada.

Durante la huelga, la empresa apartó al poli bueno, y colocó al poli malo. “Tu cara no me gusta; si queréis un acuerdo, que venga otro a negociar”, fue lo primero que le soltó a Manu Rojo, delegado de ELA, en el primer encuentro que mantuvieron en un bar. Las formas, sin duda, definen a veces más que el fondo.

Así fue transcurriendo la huelga hasta que el 27 de octubre, ELA tuvo conocimiento de que la empresa convocaba una reunión que tenía mejor pinta. “Al final, llegamos al acuerdo que desconvocaba el paro de 25 días con un pacto que subía los salarios el IPC+12% en cinco años, con reducción de 12 horas de trabajo anuales”.

De todas formas, los trabajadores aún no saben a ciencia cierta cuál fue la razón última que movió la postura de la empresa. “Hacia el final de la huelga, colocamos una pancarta bien grande con el nombre de Viuda de Sainz bien visible, y eso les hizo pupa”, cuenta Joserra. En opinión de Manu, no parece que las pérdidas que les ocasionaba el cierre del parking fueran tan decisivas, “porque siempre andaban diciendo que el dinero les importaba menos que el buen nombre de la empresa; por eso, yo creo que les presionaron de otro sitio, seguramente el Ayuntamiento, para arreglar las cosas”.

Firmado el acuerdo, y con el parking de nuevo en marcha, la empresa aún les puso un castigo, por haber sido chicos malos: “No váis a tener cesta de Navidad”. Pero los trabajadores, aparte de lograr el acuerdo, habían obtenido algo que valoran más que la cesta: unas condiciones dignas de trabajo y el respeto de la empresa recién llegada.