Coronavirus : siete lecciones de la crisis

2020/05/20
seven-004.jpg
Articulo de Txetx Etcheverry publicado en Enbata.

Ahora que el "rey está desnudo" (Enbata de abril de 2020), la crisis sanitaria revela la pertinencia de la organización colectiva. La metamorfosis social y económica es tangible y es posible volver a poner los pies sobre la tierra, lo más cerca posible de nuestros territorios. Un reto que no solo es medioambiental, y que redefine una jerarquía de valores.

Tenemos que sacar conclusiones de esta crisis del coronavirus, de sus causas, de la incapacidad del neoliberalismo y de nuestros actuales dirigentes para prevenir, contener y gestionar racionalmente aquella. Y tenemos que extraer lecciones de lo que revela sobre la fragilidad de nuestras sociedades, cada vez menos autónomas y resilientes. Querría destacar hoy siete de ellas.

1) Cuestionamiento ideológico

La ideología neoliberal de nuestros dirigentes, sean de derechas, de En Marche (Macron) o de "izquierda" al modo de Hollande, no nos permite prepararnos para las crisis inéditas que se multiplicarán en nuestras sociedades y nuestro planeta, tan dañadas por el modelo de desarrollo capitalista. La famosa "mano invisible del mercado" se muestra impotente para reaccionar a tiempo y gestionar como es debido los accidentes financieros, como en 2008, o sanitarios, como el actual. Lejos de dominar el cambio del clima, es ella la que lo causa y agrava. Esta crisis sanitaria indica, por el contrario, que conceptos clave del ecosocialismo y del campo de la justicia social y de la urgencia climática, como la anticipación, planificación y organización colectiva, son más actuales y pertinentes que nunca. Y demuestra también que el interés individual o la búsqueda del beneficio individual distan mucho de ser las únicas motivaciones posibles en nuestras sociedades. La solidaridad y la ayuda mutua entre vecinos y habitantes de una misma localidad, el sentido cívico de las poblaciones, la dedicación de trabajadoras a pesar de estar mal pagadas, como por ejemplo las cuidadoras, el sentido de interés colectivo que han manifestado tantos electos, funcionarias o voluntarios-as de asociaciones, son valores cuya importancia ha subrayado esta crisis y el desafío que supone para nuestras sociedades.

Esta crisis sanitaria indica, por el contrario, que conceptos clave del ecosocialismo y del campo de la justicia social y de la urgencia climática, como la anticipación, planificación y organización colectiva, son más actuales y pertinentes que nunca.

2) Cuando se quiere, se puede

Desde hace ya 40 años los pensadores y comentaristas neoliberales, por un lado, y la "izquierda" resignada, los radicales "insurreccionistas" o los defensores del cambio individual, por el otro, nos han imbuido clichés sobre la impotencia del Estado o de lo político. En función de la sensibilidad política, "el Estado es el problema, no la solución. El Estado no lo puede hacer todo. Todo es lo mismo. Votar no sirve para nada. Si las elecciones sirvieran para algo, hubieran estado prohibidas desde hace mucho tiempo. Cualquiera que sea el gobierno, no puede cambiar nada. Son las multinacionales las que gobiernan. Yo no hago política. Creo más en el cambio individual y en su ejemplaridad”.

Estas tesis se han difundido en el ánimo de mucha gente y hacen mucho daño al campo del cambio. Es en su seno donde aquellas y aquellos que deberían utilizar todos los recursos del poder colectivo, público, se dejan convencer: dado que ella no “lo puede hacer todo”, no puede hacer nada, y se debe dejar que dominen todo a la economía capitalista y la ideología neoliberal. Y es en su seno donde, vencida por la resignación o el sentimiento de que el poder público no puede hacer nada, la gente se abstiene, rechaza reforzar con su voto las alternativas ecológicas y sociales, denigra, diaboliza o ridiculiza el compromiso político o la participación en las instituciones. Sin embargo, ha bastado un pequeño virus para demostrar a la masa de la gente que cuando se quiere, se puede. El poder público puede, si lo decide, cerrar gran número de empresas y de actividades juzgadas no indispensables; puede controlar y filtrar sus fronteras; detener la circulación aérea; confiscar empresas; subvencionar masivamente este o a quel sector, acompañar urgentemente determinada reconversión; limitar drásticamente la circulación de los automóviles o prohibir determinados comportamientos o actividades consideradas perjudiciales para el interés colectivo o la salud pública. Los Estados, la democracia, sus instituciones sí que tienen el poder de "poner a la economía en su sitio", de volverla a limitar mediante cierto número de obligaciones y normas dictadas por la sociedad, la voluntad colectiva, el interés público y el bien común. Se puede subordinar la economía a las necesidades humanas, y no al revés, tal como describía de modo brillante Karl Polanyi en La gran transformación. Se entiende que sería perfectamente viable, si hubiera voluntad pública para ello, emprender desde ya la metamorfosis social y ecológica que podría evitar lo peor a la humanidad.

Los Estados, la democracia, sus instituciones sí que tienen el poder de "poner a la economía en su sitio", de volverla a limitar mediante cierto número de obligaciones y normas dictadas por la sociedad, la voluntad colectiva, el interés público y el bien común

3) No ha habido "coma económico" / Pas de “grand soir de l’effondrement”

Contrariamente a la visión milenarista de algunos "colapsólogos", no se ha producido el "gran derrumbe". A pesar de una economía mundial parada, del brutal frenazo sufrido por el comercio internacional y que más de la mitad de la población mundial está confinada, el sistema no se ha derrumbado. Y menos en unos pocos días, como querían creer algunos. La capacidad de resiliencia del sistema es apreciable, y puede permitir al capitalismo adaptarse y reorganizarse, y corremos el riesgo de que lo vayan a pagar caro las personas más vulnerables. Dejar de luchar por la transformación o sustitución del capitalismo con el pretexto de que colapsará por sí mismo y que vale más prepararse para el tiempo posterior puede dar pie a muchas decepciones, al menos en algunos decenios. Por el contrario, es cada vez más evidente que conoceremos repetidas crisis mayores de origen diverso, que constituirán a su vez momentos de cuestionamiento del sistema, de toma de conciencia de la gente. Si nos preparamos para ello desde ahora, si nos organizamos cada vez mejor y de modo más masivo, podemos transformarlas en oportunidades de cambio, de bifurcación, que eviten precisamente el derrumbe definitivo, pero no del sistema, sino de nuestras sociedades.

En la línea del proyecto Euskal Herri Burujabe, la alternativa está ahí, bien tangible, al alcance de cada uno y una de nosotras, y ha comenzado a construirse, aquí y ahora. Se trata de arrancar, en todo el mundo, 1.000 proyectos de territorios soberanos, sostenibles y solidarios

4) ¿Qué es lo esencial?

Esta crisis y este largo periodo de confinamiento pueden ayudar a revisar la jerarquía de valores construida en el inconsciente colectivo por el capitalismo y la sociedad de consumo.

¿Cuáles son nuestras verdaderas necesidades, las indispensables, y cuáles son menos esenciales? Más allá de nuestras necesidades básicas como la salud, alimentación, etc., ¿qué es lo verdaderamente importante? ¿Qué es lo que más necesitamos? ¿Más bienes? ¿Más vínculos? ¿Más artificios para huir de la realidad o más de sentido en nuestra vida? Edgar Morin llama a aprovechar esta deflagración mundial para "interrogarnos sobre nuestro modo de vida, nuestras verdaderas necesidades y aspiraciones enmascaradas en las alienaciones de la vida diaria". ¿Cuáles son las profesiones de las que una sociedad no puede prescindir? ¿Los publicitarios? ¿Los corredores de Bolsa? ¿Los comerciales? ¿Los diseñadores? ¿O lo son las cuidadoras? ¿Quienes recogen la basura? ¿Las cajeras? ¿Corresponde su salario y prestigio social a su nivel de utilidad? ¿Cuáles son las actividades y productos que podríamos suprimir o limitar radicalmente para reducir masivamente nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, la extracción de materias primas y de diversos recursos y nuestra huella ecológica global?

5) La naturaleza pasa factura

Es aún demasiado pronto para conocer con certeza el origen del virus Covid19. Lo que sí se sabe es que la deforestación, la urbanización creciente, la ganadería industrial e intensiva son la causa actual de las multiplicación de las zoonosis, enfermedades transmitidas de animales a seres humanos, que constituyen al menos un 60% de las enfermedades infecciosas emergentes. En un registro totalmente diferente, el IPCC y el Banco Mundial llevan años advirtiendo que el cambio climático va a multiplicar las pandemias tropicales en nuestro entorno. Y el deshielo del permafrost provocado por el cambio climático podría dar nueva vida a virus antiguos, olvidados o desconocidos para nuestras actuales defensas inmunitarias. La actual crisis hace ver al conjunto de nuestras sociedades que la naturaleza tarde o temprano pasa factura de las degradaciones y perturbaciones que se le puedan causar. Y que se la ha dañado hasta tal punto que pagamos esta factura en metálico, y a escala gigantesca. El cambio climático, la fragilización de los ecosistemas, la extinción de la biodiversidad provocadas por nuestro modelo de desarrollo actual tendrán consecuencias cada vez más costosas para la humanidad actual y futura. Según un estudio internacional dirigido por Yi- Ming Wei (instituto tecnológico de Pekín) publicado este mes en la revista Nature Communications, el coste de la inaccion climática será comparable al de una pandemia anual, de una crisis similar a la del coronavirus cada año... Esta crisis sanitaria que se produce al poco tiempo de los enormes incendios en Australia, va acompañada de una plaga de langosta en Africa oriental y de una sequía excepcional en Europa del este. En definitiva, nuestras sociedades empiezan a asumir que la urgencia ecológica y climática no es tanto una cuestión medioambiental como un problema enorme, esencial, ineludible en el ámbito sanitario, alimentario, económico, social y democrático, y ello para toda la humanidad.

6) Nuestras sociedades son frágiles

Aunque el gran colapso no se ha producido, esta crisis saca a la luz la extrema vulnerabilidad y dependencia de nuestras sociedades actuales. Un virus contenido en un animal consumido en el mercado de una ciudad china (o aunque se hubiera escapado de un laboratorio) se extiende por todo el planeta en apenas semanas, gracias a la explosión del tráfico aéreo, bien sea debido al comercio internacional o al turismo de masas. Y está ya ahí, por todas partes, para un año o más, el tiempo que se tarde en poner a punto la vacuna que lo pueda erradicar, esperando que no haya mutado para entonces. ¿Hasta que llegue el siguiente? Ahora nos damos cuenta de que decenios de desmantelamiento del Estado providencia, de los servicios públicos y de las políticas públicas de salud, nos han desarmado para hacer frente (mediante la distribución masiva de máscaras y productos desinfectantes, test precoces y masivos y cuarentenas limitadas) a la pandemia por el tiempo necesario para encontrar un tratamiento que permita afrontar sus consecuencias más graves, y que de repente hay que recurrir a métodos medievales como el confinamiento de poblaciones amenazadas enteras. Nos damos cuenta de que dependemos del otro extremo del mundo para elaborar nuestros propios medicamentos, mascarillas protectoras y test, y que nuestra economía se para si le falta cierto número de piezas producidas en otros continentes. Y empezamos a interrogarnos sobre nuestro nivel global de dependencia y, por tanto, de vulnerabilidad a las crisis económicas, políticas, sanitarias o militares futuras.

En definitiva, nuestras sociedades empiezan a asumir que la urgencia ecológica y climática no es tanto una cuestión medioambiental como un problema enorme, esencial, ineludible en el ámbito sanitario, alimentario, económico, social y democrático, y ello para toda la humanidad.

7) Volver a tomar el control de nuestras condiciones de vida

Esta crisis puede contribuir a extender la convicción de la imperiosa necesidad de cambiar de sistema antes de que sea demasiado tarde, de reforzar la lucha contra "la vuelta a lo anormal". Queremos y podemos construir otra manera de gestionar nuestras sociedades y de concebir las relaciones entre seres humanos y entre la humanidad y la naturaleza. Existen alternativas al modelo económico actual, y la economía puede y debe tener un lugar radicalmente diferente en nuestra vida y nuestras sociedades, para que se convierta de nuevo en medio y no en un fin y una amenaza. Tenemos que reencontrar nuestras soberanías reales, alimentarias, médicas, energéticas, económicas, culturales, lo más cerca posible de los territorios donde vivimos, para cultivar en ellos la solidaridad y diversidad, fuentes de resiliencia. Tenemos que relocalizar la economía y la democracia. Debemos volver a poner los pies en el suelo, tomando conciencia a la vez de nuestra interdependencia ante los grandes desafíos actuales. Una vez más, Edgar Morin nos dice que esta crisis pone de relieve "la comunidad de destino de todos los seres humanos en un vínculo inseparable con el destino bioecológico del planeta Tierra”. Nadie podrá salir por su cuenta ante el cambio climático o las pandemias. Los grandes desafíos de nuestro tiempo son cuestiones de obligada solidaridad internacional. En resumen, en el seno de cada comunidad local, a nivel de cada territorio tenemos que volver a tomar el control de nuestras condiciones de vida para no contribuir más al colapso de este mundo, y para prepararnos mejor ante las crisis futuras, que se han vuelto inevitables por los daños ya causados. Esta crisis del coronavirus nos indica la vía a seguir, en la línea del proyecto Euskal Herri Burujabe. La alternativa está ahí, bien tangible, al alcance de cada uno y una de nosotras y ha comenzado a construirse, aquí y ahora. Se trata de arrancar, en todo el mundo, 1.000 proyectos de territorios soberanos, sostenibles y solidarios, para frenar esta globalización capitalista y neoliberal que amenaza con destruir nuestras sociedades y condiciones de vida dignas y civilizadas en este planeta. Nosotras asumiremos nuestra parte.