El día no tiene fin... para las mujeres
Extracto del libro Qué hacemo con el trabajo l(Juan Jose Castillo (coord.), Akal, 2013, página 16)
Tendió la ropa mojada, puso la ropa sucia en la lavadora, planchó una camisa y cosió un botón, recogió los juguetes, puso a cargar el teléfono y guardó la guía telefónica. Regó las plantas, ató la bolsa de basura y tendió una toalla. Bostezó, se desperezó y se fue al dormitorio.
Se paró un momento para escribir una nota a la maestra, contó el dinero para la excursión y cogió un libro que estaba debajo de la silla. Firmó una felicitación para un amigo, escribió la dirección en el sobre y cogió las recetas del médico y lo colocó junto a su bolso para no olvidarlo. Escribió una nota para la trabajadora del hogar que limpia la casa una vez a la semana y preparó el dinero para pagarla.
Mamá a continuación se lavó la cara, se puso crema antiarrugas, se lavó los dientes y las uñas. Papá gritó «pensaba que te estabas yendo a la cama». «Estoy yendo», dijo ella.
Puso un poco de agua en el bebedero del perro y sacó al gato al balcón, cerró la puerta con llave y apagó la luz de la entrada.
Dio una ojeada a las niñas y el niño, les apagó las luces y la televisión, recogió una camiseta, tiró los calcetines a la cesta de ropa y habló con una de ellas que estaba todavía haciendo los deberes sobre la discusión que había tenido con su amiga en el parque. En su habitación puso el despertador, preparó la ropa para el día siguiente, ordenó mínimamente el zapatero. Añadió tres cosas a las seis de la lista de las cosas urgentes y visualizó alcanzar sus propios objetivos.
En ese momento, Papá apagó la televisión y anunció «me voy a la cama». Y tras lavarse los dientes y ponerse el pijama, lo hizo.