De la pandemia a la transición ecosocial
Llueve sobre mojado
Las consecuencias de las catástrofes y las crisis no afectan a todo el mundo por igual. El coronavirus se ensaña especialmente con las clases populares (clases trabajadoras y clases medias empobrecidas), las mujeres y las personas migradas, las personas jubiladas y los países del Sur. Así mismo, cuarenta años de políticas neoliberales deslocalizando la economía, recortando derechos y adelgazando el gasto público en investigación médica y salud nos deja más indefensas ante la pandemia.
Si no lo evitamos, la nueva recesión mundial en que nos adentramos, más grave que la de 2008, provocará más desigualdad, miseria y autoritarismo. Por otro lado, sería desastroso volver al “business as usual”, pretender salir de la crisis produciendo como hasta ahora y creciendo materialmente todavía más, porque empeoraríamos la crisis climática y energética y en pocos años se multiplicarían y se sobrepondrían las catástrofes ecológicas hasta que nuestras sociedades, ya exhaustas, colapsarían, sin recursos ya para superarlas.
Leer bien la realidad
Solo saldremos de la recesión mejorando las condiciones de vida de la mayoría; si primero conseguimos generalizar una interpretación ajustada de lo que está pasando, después proponemos reformas estructurales valientes y a la vez compartidas por la mayoría, y en tercer lugar nos movilizamos intensamente para conseguirlas.
Tenemos que socializar que el COVID-19 es un subproducto más de la incesante destrucción de los hábitats por parte del capitalismo global, igual que las inundaciones del otoño pasada o los incendios en Australia de enero. Entender que los recortes sociales, la deslocalización productiva y la movilidad insostenible han favorecido su letalidad. Extraer como aprendizajes de estos meses la cooperación entre centenares de miles de investigadoras de todo el mundo, y las iniciativas y redes de solidaridad creadas en nuestros barrios y pueblos. Darnos cuenta de la importancia de los cuidados y de disponer de un buen sistema sanitario. Tomar conciencia de que nos necesitamos las unas a las otras (interdependencia) y que tenemos que hacer las paces con la naturaleza, aunque solo sea porque tiene las de ganar y dependemos de ella (ecodependència).
Una interpretación de este tipo constituye un marco mínimo de referencia para aplicar una amplia batería de transformaciones (la transición ecosocial) que nos acerquen a un planeta justo y habitable.
La nueva gran transformación
Todas las prioridades convergen en una: cubrir las necesidades básicas materiales e inmateriales (alimentación, vivienda, cuidados, energía, libertad, participación, educación...) de los 7,5 millones de catalanas, pero también de los 7.500 millones de personas que estamos en el mundo, de forma que cada cual pueda realizar su propio proyecto de vida digna en el marco de una distribución equitativa de los recursos limitados del planeta. De hecho, la Agenda 2030, que puede quedar en papel mojado o en un motivo más de marketing social por parte de grandes corporaciones, representa un desarrollo de mínimos de aquella visión, que tiene las virtudes de disfrutar teóricamente del consenso internacional y de concretar los objetivos en los próximos diez años.
Si nos centramos en nuestra casa, y en el ámbito socioeconómico para cubrir las necesidades básicas de las catalanas y los catalanes sin explotar al resto del mundo, al contrario, siendo solidarias, tendremos que transformar nuestro modelo productivo para hacer que genere productos y servicios ecológicamente sostenibles y socialmente útiles, así como distribuirlos de manera justa.
La transformación productiva requerirá incrementar los recursos de política económica e industrial de la Generalitat y reorientarla a potenciar a partir de ahora los sectores que cubran las necesidades básicas de la ciudadanía, y a transformar o penalizar los que aporten poco o no aporten nada. Tendremos que reducir los sectores turísticos, de la construcción, de la automoción y de la aviación, mientras aumentamos la agricultura ecológica y de proximidad, la salud y los cuidados, las energías renovables, la rehabilitación del parque inmobiliario, la cultura, las actividades emergentes vinculadas a las TIC, la fabricación digital, entre otras.
Mientras no podamos salir del capitalismo, para repartir de manera justa la riqueza producida nos tendremos que ceñir a impulsar políticas redistributivas (modelar los mercados de productos, de trabajo y financiero, promoviendo la economía social y solidaria...) y redistributivas, es decir, implantando una reforma fiscal que aumente considerablemente la progresividad de los impuestos (bajada de los impuestos indirectos y subida de los directos, sobre todo a grandes empresas y rentas altas).
Movilizarnos
¿Quién pagará la factura de mejorar la sanidad o de proteger a los trabajadores de empresas en quiebra o de sectores en reconversión? No podremos reducir la pobreza material de la mayoría sin reducir la riqueza de una minoría. Ahora bien, los ricos no se resignarán a perder ni una migaja de sus privilegios; tan solo cuando entiendan que, para ellos, es un mal menor aceptarán algunas renuncias.
Lo estamos viendo estos días: ninguno de las medidas adoptadas por los gobiernos en estos meses de pandemia toca los intereses de las grandes empresas. El dinero para animar la economía, generado por el Banco Central Europeo favorece a la banca, que se encargará de concederlo en forma de crédito y de embolsarse los intereses. El hecho que la Lombardia sea, de momento, el territorio con más personas muertas por el coronavirus se explica por las presiones de la patronal industrial de la región para impedir parar la producción. Aquí muchas compañías aprovechan los ERTE para desprenderse injustificadamente de plantilla y a los jefes de ellas hay que exigirles que, puesto que piden dinero público, no repartan beneficios entre sus accionistas. Mientras las tiendas tienen que bajar la persiana, Amazon se forra repartiendo de todo de casa en casa y exponiendo a sus trabajadoras al contagio, tanto en el almacén como en la calle. Etc.
Las movilizaciones que vendrán no se tendrían que limitar a luchar por más gasto social o a parar nuevos recortes, sino que además tendremos que decir alto y claro en las calles quienes tienen que pagar todo esto y cómo: básicamente subiendo los impuestos a los ricos, los bancos y a las grandes empresas y aumentando el control para hacerles más difícil evadir impuestos.
Por un pacto catalán por la salud colectiva, la democracia económica y la justicia socioambiental
Necesitamos articular un bloque de organizaciones populares que impulse estas movilizaciones, las cuales tendrían que cuajar en un pacto entre administraciones, agentes socioeconómicos y organizaciones populares que reorientara y coordinara sus respectivas políticas y estrategias para implantar una batería consensuada de reformas radicales que transformaran el modelo socioeconómico, más allá de retoques cosméticos.
Ivan Miró, en 'Una Economía por la Vida. Del Covid-19 a un Nuevo Modelo Económico Plural, democrático, relocalizado y ecológico para Cataluña', describe cómo tendría que ser este acuerdo, que denomina Pacto Catalán por la Salud Colectiva, la Democracia Económica y la Justicia Socioambiental. Para Miró, sería “un pacto entre agentes socioeconómicos plurales, definiendo roles e interrelaciones, así como estableciendo la matriz que articule políticas económicas transformadoras”, que “institucionalice unas políticas en favor de un Nuevo Modelo Económico Plural, que garantice la salud universal, la democracia económica y la justicia social y ambiental.” Cómo él mismo recuerda, en Quebec se vivió un proceso similar a mediados de los años noventa: las movilizaciones sociales en contra del paro y los recortes provocados a raíz de una crisis económica desembocaron en la creación en 1996 de la Cumbre de la Economía y la Ocupación, un proceso de concertación entre el gobierno de Quebec, la patronal, los sindicatos y la economía social para desplegar una agenda de medidas que permitieran salir el país de la crisis.
El gobierno catalán no tiene el poder coercitivo ni los recursos suficientes para implantar algunas de las medidas más importantes que harían falta, sino que están en manos del Estado español o de la Unión Europea. No es porque sí por el que muchas queremos que este país sea plenamente soberano. Por lo tanto, además de intentar saltarse los límites con políticas valientes y creativas, los firmantes de este Pacto tendrían que coordinarse con actores similares del Estado español y de Europa para forzar el gobierno español y la Comisión Europea a implantar las medidas que les correspondan.
¿Qué actores tendrían que integrar este nuevo acuerdo para relanzar la economía postcoronavirus? Siguiendo a Miró serían cuatro: el sector público; la economía social y solidaria; una parte de la economía privada –sobre todo autónomos y PYMES–, que denomina sector privado de utilidad social (porque destina gran parte del excedente a finalidades sociales, se acerca a la empresa social o demuestra una fuerte responsabilidad social, laboral y ambiental), y la economía popular y comunitaria (redes de apoyo mutuo, estructuras populares de los sindicatos de vivienda, equipaciones de gestión comunitaria, huertos comunitarios y sociales, obradores compartidos, espacios de crianza colectiva, economía migrante, comunidades autofinanciadas...).
La agenda del pacto
El mismo Miró, en su trabajo, ya apunta algunas propuestas para incluir en la agenda de este pacto: la planificación de la economía, la renta básica universal, la nacionalización y municipalización democrática y comunitaria de los sectores estratégicos, la creación de una banca pública o la provisión universal de la salud. A continuación, me permito recoger la mayoría de las medidas que plantea, añadir otros y estructurarlas todas en esta lista, también naturalmente a guisa de esbozo:
- Cobertura de las necesidades básicas de toda la población ‒personas migradas y refugiadas incluidas, a las cuales hay que regularizar‒ mediante una renta básica, el control de los precios de la vivienda y la reducción del IVA sobre los productos de primera necesidad.
- Desarrollo del sector público catalán:
- Crecimiento y mejora de los servicios públicos (educación, sanidad, cuidados...) de la Generalitat, los cuales tienen que priorizar la propiedad y la gestión públicas con la participación de trabajadoras y usuarias, y cuando haga falta concertando determinados servicios con el Tercer Sector Social de la ESS.
- Creación de una banca pública de inversión catalana para el desarrollo social y la transición ecológica.
- Creación de un ecosistema catalán de investigación, desarrollo y comercialización de tecnologías limpias para la reconversión ecológica del sistema productivo.
- Fiscalidad redistributiva y ecológica: Impuesto sobre las fortunas (activos mobiliarios, inmobiliarios y financieros); aumento del impuesto real de sociedades; incremento de la tributación a los tramos altos del impuesto de sucesiones y del IRPF; aumento de los recursos humanos y jurídicos para perseguir la evasión fiscal; tasa a las transacciones financieras; y tasa al carbono, que grabe la producción de los productos que más emisiones de CO₂ generan.
- Reducción drástica de los gastos militares en los Presupuestos Generales del Estado.
- Democratización de los cuidados: reconocimiento social; promoción de la corresponsabilidad de todos los actores; fondo y mecanismos para dignificar el trabajo de cuidados, remunerado o no; y apoyo en los espacios y servicios de provisión comunitaria de los cuidados.
- Aumento de los presupuestos de cultura de la Generalitat al 2% y establecimiento del tipo súper reducido del IVA a todas las actividades culturales.
- Supresión de la regla de gasto para todas las administraciones y derogación de la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local (LRSAL), así como aumento de la dotación económica en los municipios para que puedan aplicar políticas de desarrollo local comunitario, endógeno y autocentrado, que estimule la producción local y las cadenas cortas de producción y comercialización.
- Planes de acción de la Generalitat para aumentar los grados de soberanía alimentaria, energética y financiero-monetaria (incluyendo el establecimiento o el apoyo en monedas complementarias).
- Aprobación por el Parlamento de Cataluña de un indicador alternativo al PIB, como por ejemplo lo GPI (Indicador de Progreso Real), diseñado para medir el bienestar sostenible, y uso sistemático de este nuevo indicador en todas las comunicaciones de la Generalitat.
- Aumento del apoyo a la economía social y solidaria (ESS): aprobación de la ley de ESS con el consenso de las entidades significativas del ámbito; incremento de las partidas dedicadas al fomento y la promoción de la ESS en todas sus ramas, incluyendo el consumo responsable, las finanzas éticas y todas las iniciativas sociocomunitarias (huertos comunitarios, bancos de tiempos, comunidades autofinanciadas...); promoción de los ateneos cooperativos como entes publico-cooperativos orientados al desarrollo local y la transición ecosocial mediante la ESS; medidas para facilitar la asunción de prácticas de la ESS por parte de tiendas, pymes, negocios de personas autónomas y empresas en crisis, así como reconocimiento de las entidades significativas de la ESS como interlocutoras en materia socioeconómica tanto en el ámbito municipal como catalán.
- Revalorización del medio rural y reorientación del sector agrario catalán hacia los ciclos cortos, la producción agroecológica y la soberanía alimentaria.
- Marcos democráticos y participativos de planificación y decisión económica tanto en el ámbito municipal como nacional.
La dimensión reivindicativa de la economía social y solidaria
En general, la economía social y solidaria (ESS) están respondiendo mejor que la gran empresa convencional. Una crisis más, comprobamos como la mayoría de sus empresas se comportan de una manera diferente a las capitalistas: a menudo deciden mecanismos de solidaridad interna para resistir al máximo sin despedir a nadie (reajustan jornadas y sueldos, practican el principio de “de cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, etc.), crean fondos de contingencia para ayudar las entidades más necesitadas, participan en iniciativas solidarias…
Estos meses y los que vendrán constituyen una oportunidad para poner más en valor la empresa de ESS como la mejor alternativa a la empresa capitalista, para crecer y enredarse en ecosistemas cooperativos locales, para construir el mercado social... Pero ahora, también es el momento porque la ESS muestre su dimensión sociopolítica junto a su dimensión socioeconómica, de desarrollar su rol reivindicativo, complementario al constructivo. En realidad, esta práctica cotidiana de los valores otorga al ESS más legitimidad todavía para denunciar y reivindicar.
El movimiento de ESS ‒la Red de Economía Solidaria, la Federación de Cooperativas de Trabajo de Cataluña, la Asociación Economía Social Cataluña...‒ tendría que ser uno de los impulsores de las movilizaciones para que esta crisis no la paguen las de siempre y el planeta, para que no se salde con más pobreza y más calentamiento global. El documento de Ivan Miró constituye un excelente punto de partida para trasladar una propuesta de reflexión y acción conjuntas a otros colectivos sociales (feministas, ecologistas, independentistas de izquierdas, libertarias, vecinales, antirracistas, sindicatos...) y, juntos, movilizar a la ciudadanía e interpelar a los poderes públicos.
¿Habremos aprendido?
La fuerza de los poderosos; la cooptación en los gobiernos catalán y español de una parte de quienes, si mandara la derecha pura y dura, se movilizarían; la costumbre de plantear las luchas con reivindicaciones defensivas y corto terministas; la increíble capacidad de olvidarnos de aquello aprendido; la dificultad de asumir personalmente las renuncias que comporta hacer la transición ecológica; la misma inercia de las cosas... No es fácil ser optimistas y pensar que esta vez no pasará como con la crisis del 2008, cuando al final, en vez de “reformar” el capitalismo, se impusieron todavía políticas de austeridad más salvajes y seguimos destruyendo el planeta. ¿Sabremos esta vez reaccionar bien, rápido y con persistencia?
No puedo evitar que me venga a la cabeza lo que decía Fredric Jameson, que hoy parece más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. Quiero pensar que forma parte de aquel fundamentado pesimismo de la inteligencia que, no obstante, tenemos que compaginar a la manera de Gramsci, con el optimismo de la voluntad. Porque mientras haya esperanza, hay vida.