La aportación de ELA a la sociedad vasca
Unai Oñederra (traducción del artículo su blog Emeki Kumana)
El jueves pasado, en el Forum Europa celebrado en Bilbao, la presidenta de Confebask, Tamara Yagüe, lanzó una pregunta interesante: «¿Qué aporta ELA a la sociedad vasca?». Claro está que no esperaba ninguna respuesta, sino dar carnaza a tertulianos y periodistas.
En cualquier caso, la pregunta nos brinda una buena oportunidad para recordar a las personas de la clase trabajadora y clases populares que viven bajo la precariedad, la incertidumbre y la amenaza, que sí hay esperanza: que es posible lograr victorias importantes y mejorar de forma significativa la vida cuando actuamos y luchamos de forma colectiva.
ELA hace realidad en Euskal Herria aquel «sí se puede» del colectivo de personas indignadas de la década pasada y el «yes we can» de Obama. Cada año, el sindicato consigue más de un centenar de victorias mediante la negociación colectiva y sentencias judiciales que suponen mejoras sustanciales en las condiciones materiales de vida de la clse trabajadoras de Euskal Herria, tal y como recogen los anuarios publicados en los tres últimos años (2022, 2023 y 2024). Veamos algunos de ejemplos de ello.
En pleno proceso de uberización de la economía y de las condiciones labolares, las trabajadores y trabajadores de UBER en Bizkaia han logrado una victoria significativa. Han pasado de cobrar el salario mínimo y tener jornadas irregulares, a ganar 10.000 euros más al año y disponer de una jornada regulada de 1.720 horas. Macarena Urrutia, representante de ELA en UBER, así lo expresa en este vídeo: «Esto demuestra que, si nos unimos, creemos en ello y luchamos juntos, podemos conseguir el cambio que queremos».
Las subcontratas de Amazon también han obtenido incrementos salariales del 36%. Efraím Hernández, representante de ELA en SDR Amazón, lo dice claro en este otro vídeo: «Aunque seamos trabajadores corrientes, si nos organizamos podemos plantar cara a un gigante como Amazon».
La mayoría de trabajadores de UBER y Amazon son personas de origen extranjero y racializadas, igual que las limpiadoras de habitaciones de los hoteles NH y Barceló de Bilbao. Han pasado de cobrar 2,5 euros por habitación a lograr una subida salarial del 48%. Cristiano Callo, delegado de ELA, lo contó orgulloso en la jornada online «Beneficios emocionales y psicológicos de la acción sindical»: «Sindicalizarnos en ELA nos cambió la vida: pasamos de vivir en una habitación a vivir en un piso».
En las obras de remodelación del estadio de Anoeta, Jon Freddy Gutiérrez, representante de ELA, lo explica con la misma claridad en otro vídeo: «Al principio teníamos miedo, pero cuando logramos una sentencia favorable nos sindicalizamos. Nuestra vida cambió. Pasamos de cobrar 6,50 euros la hora a 16,50, y logramos una jornada de ocho horas. Mamadu Dembelé pudo viajar a su país de vacaciones. Si hay alternativas, la lucha merece la pena. Si nos sindicalizamos, las cosas pueden cambiar».
Otros ejemplos refuerzan las mismas ideas: la subcontrata Eroski Cecosa (Bizkaia), Ferrovial Araia (Araba) y Navarpluma (Navarra), donde, tras organizarse en ELA e ir a la huelga, lograron mejoras salariales y reducciones de jornada significativas.
Otro sectores precarizados son aquellos que están feminizados. Son ya conocidos los triunfos conseguidos por las trabajadoras organizadas en ELA en las residencias de mayores de Bizkaia y Gipuzkoa. La huelga de 378 días de Bizkaia fue recogida por la periodista de Argia Onintza Irureta en su libro "Berdea da more berria/No eran trabajadoras, solo mujeres". Lucha que se ha extendido a Araba y Navarra.
En el sector de los cuidados, las trabajadoras del Servicio de Atención Domiciliaria de distintos ayuntamientos de Gipuzkoa se han ido organizando en ELA, y cada victoria lograda en un minicipio ha animado a las trabajadoras de otras localidades a organizarse y luchar. Ya han logrado victorias en veinte ayuntamientos, unas mediante huelgas otras sin necesidad de llegar a ellas.
También en el sector de la limpieza —juzgados de Bizkaia, Ayuntamiento de Elorrio, juzgados y comisarías de Gipuzkoa, Universidad de Deusto, IMQ, Donostia Onkologikoa…— las trabajadoras se han organizado colectivamente en ELA y mediante la lucha y la huelga han logrado reducir la brecha salarial y la parcialidad en sus jornadas. Aiala Elorrieta ha recopilado todas estas luchas en el documento «¿Cómo limpiar la brecha salarial?».
En el comercio textil también han llegado victorias sonadas: H&M en la Comunidad Autónoma Vasca, con 50 días de huelga (relatados con detalle por la periodista Gessamí Forner en Huelga de H&M, un espejo donde mirarse); H&M La Morea de Iruñea, con una larga huelga y un videoclip-parodia de Shakira que se hizo viral; y las trabajadores del sector textil de Gipuzkoa, con 19 días de huelga y movilizaciones innovadoras y llenas de imaginación. Mamen Irastorza, representante de H&M, nos decía en el congreso Trabajo y sindicalismo en el siglo XXI: «Los primeros días de huelga en las tiendas de ropa, y el ‘escaparate de la precariedad’ que organizamos, nos llenaron de energía y orgullo».
Todos estos ejemplos muestran con claridad la principal aportación de ELA a la sociedad vasca: ELA busca devolver a las gentes sencillas lo que la patronal acumula a costa de nuestro trabajo, del sometimiento de las mujeres y de quienes viven bajo la precariedad, como si fuera un Robin Hood colectivo y contemporáneo. Eso es lo necesitamos para plantar cara a la patronal y a los poderes económicos: organización y fuerza colectiva. Cuanta mayor fuerza acumulemos, más podremos recuperará para el conjunto de la clase trabajadora. Para eso necesitamos más afiliación, más apoyo y representación en las elecciones sindicales, más militancia y más poderosa, y más centros de trabajo sindicalizados. Eso es, precisamente, lo que no quiere Confebask.
Es más, a la patronal le preocupa el empoderamiento colectivo que se genera en los procesos de huelga por buenos convenios. De hecho, en su trabajo de fin de máster, Nahia Fernández investigó el empoderamiento feminista que se produjo entre las huelguistas de las residencias de Bizkaia, y las conclusiones son claras, tal como se recoge en «De la lucha obrera al empoderamiento feminista».
No es el único estudio sobre el tema. El profesor de la UPV/EHU Xavier Mínguez también ha analizado los efectos psicosociales de la huelga mediante entrevistas grupales a un centenar de huelguistas en quince huelgas distintas. Además de las mejoras materiales logradas, su estudio concluye que la organización sindical, la activación de los trabajadores y las movilizaciones y huelgas generan también mejoras sociales, psicológicas, emocionales y espirituales: relaciones sociales, poder colectivo, dignidad, reconocimiento del propio valor, capacidad de cambiar las cosas, redes de apoyo comunitario, sentimiento de pertenencia a un gran proyecto colectivo, y el sentido vital que aporta construir un mundo mejor. Los resultados se recogen en el documento «Aproximación psicosocial a la huelga».
Podría hablar también de la propuesta que ELA, junto con LAB y Kontseilua, presentó a Confebask para ampliar el conocimiento y uso del euskera en el mundo laboral, una aportación significativa. Pero resulta que la patronal la rechazó, igual que la propuesta para acordar un salario mínimo propio.
Para conocer la contribución de ELA a favor de la soberanía de Euskal Herria, os recomiendo leer la intervención de Xabi Irastorza en la Escuela Soberanista celebrada el 29 de noviembre en Bilbao («La lucha social y sindical que construye la república vasca»); y, sobre el papel de ELA en la politización de los trabajadores, la ponencia que ofrecí en la Universidad Sindical Internacional celebrada el 2 de diciembre cerca de París («Cómo sindicalizar y politizar a las personas alejadas de la izquierda»).
ELA contribuye también a construir soberanía material y alternativas: recuperación de empresas en crisis convirtiéndolas en cooperativas (Sutek en Ergobia, Felmar en Lezo y otros dos proyectos en marcha); en el ámbito de las finanzas (Fiare y Koop57); en la agroalimentación (Biziola); en la energía (Goiener); en telecomunicaciones (Izarkom); en el ámbito de la tecnología (EH Digitala y la red TEKS, junto con las fundaciones Iratzar e Ipar-Hegoa y el instituto IPES); y en la Economía Social Transformadora (Olatukoop).
Y aunque no actua como sindicato en Ipar Euskal Herria, ELA hace una aportación importante mediante la Fundación Manu Robles-Arangiz. Desde su constitución en Baiona en 2004, se ha conformado un rico y eficaz ecosistema en torno a la Fundación, con numerosas asociaciones, agentes y proyectos: el movimiento Bizi, Alternatiba, la moneda local Eusko, I-Ener, Enargia, el futuro instituto de formación de Beskoitz, el nuevo Patxoki de Baiona… No puedo dejar de mencionar el papel que la Fundación desempeñó en el desarme de ETA en 2017 y la contribución de ELA en 2005 en la creación de la Euskal Herriko Laborantza Ganbara.
Pero quiero subrayar especialmente un elemento imprescindible para transformar el sistema —y a menudo el más difícil de construir—: la organización y lucha colectiva en los barrios populares de Iparralde, de donde nació en 2020 ALDA, el sindicato de barrios populares.
Quiero agradecer a Tamara Yagüe, presidenta de Confebask, la oportunidad de ofrecer estas explicaciones. Tiene razón en una cosa: en general, la gente no conoce la aportación que hace ELA a la sociedad vasca. De puerta adentro conocemo bien lo que hacemos, pero de puertas a fuera se desconoce gran parte de nuestro trabajo. Quizá se deba a que priorizamos el hacer a contarlo. Pero contar lo que hacer también es importante. Bernardo Atxaga nos dijo que: «ELA tiene una sólida caja de resistencia, pero le falta caja de resonancia».
