La hegemonía es la capacidad para atribuirse a uno mismo lo universal y al adversario político lo particular
Estracto del artículo de Unai Apaolaza Hegemonía y estrategia independentista, aparecido en el segundo número de hAUSnART, revista del colectivo Lapiko Kritikoa.
La supremacía electoral sin hegemonía es posible, pero, en ese caso, la supremacía sería un elefante con pies de trapo y sería tan efímera como el viento sur en lo más crudo del invierno. Por el contrario, la victoria electoral (referéndum…) fruto de la hegemonía convierte los pies de trapo del elefante en otros de carne y hueso, y trae consigo la primavera.
La lucha por la hegemonía es la lucha por establecer la “medida” de la sociedad, ya que será ella quien gradúe las gafas que utilizará esta. La lucha por la hegemonía es la lucha por construir lo que “es normal”, la lucha por diseñar los valores con los que va a vivir una sociedad.
La supremacía electoral sin hegemonía es posible, pero, en ese caso, la supremacía sería un elefante con pies de trapo y sería tan efímera como el viento sur en lo más crudo del invierno
Una vez alcanzada la hegemonía, los objetivos políticos pueden lograrse casi sin lucha política, ya que la sociedad tiende a apoyar lo hegemónico cuando actúa “normal”. Lo “normal” es lo “apolítico”, y, puesto que apoyar lo hegemónico es apoyar lo “normal”, dicha actitud no puede considerarse una acción política, sino moral. Para ser más precisos, una acción moral correcta. Más que de una acción política, se trataría de actuar con “normalidad”, con “sentido común”, con “humanidad”...
De modo que la lucha por la hegemonía ideológico-política es siempre una lucha por la apropiación de los términos “espontáneamente” experimentados como “apolíticos”, como términos que trascienden los límites políticos. (Zizek, 2001;191)
Por citar un ejemplo concreto, analizaremos un discurso que, en la década de los 90 del pasado siglo, tuvo un nivel de aceptación (hegemonía) considerable en Euskal Herria: el discurso que dividía a la sociedad vasca entre partidarios de la violencia, por una parte, y demócratas, por otra. Quienes elaboraron dicho discurso, en lugar de dividir a la sociedad en base a las posiciones políticas lo hicieron en base a las posiciones éticas, y subrayaron que dicha división era anterior a la política. Quienes padecieron la peor parte de dicha división (los “violentos”) vieron muy mermada su capacidad para actuar e influir en política. Pero dicha división, supuestamente anterior a la posición política de cada cual, es una herramienta política de enorme utilidad, y tiene por objetivo, precisamente, mermar cuanto sea posible la capacidad política del adversario político. La dicotomía entre “violentos y demócratas” fue una estrategia política para debilitar el independentismo, no una estrategia en pro de los derechos humanos universales que decía defender.
Crear una dicotomía entre posiciones morales en lugar de hacerlo en función de las posiciones políticas es algo que hacen todos los movimientos políticos que gozan de una posición hegemónica: afirman ser representantes de lo universal y que el adversario lo es de lo particular. En lugar de utilizar la lógica política, quien goza de hegemonía hace uso de la lógica moral.
Lo que ocurre es que, actualmente, lo político se expresa en un registro moral. En otras palabras, aún consiste en una discriminación nosotros/ellos, pero el nosotros/ellos, en lugar de ser definido mediante categorías políticas, se establece ahora en términos morales. En lugar de una lucha “izquierda y derecha” nos enfrentamos a una lucha entre “bien y mal” (Mouffe, 2007,13).
La lucha por la hegemonía es la lucha por la objetividad, por establecer cuáles son las “verdades”. Contar con la hegemonía supone ser poseedor de la “verdad”, de lo universal.
Entender así la hegemonía es una llamada a la acción, a ser eficaz utilizando cualquier medio. Ser eficaz, por su parte, es atraer las propias coordenadas a la mayoría de la sociedad (voluntad política), lo que no significa, necesariamente, que la mayoría de la sociedad comparta nuestros objetivos políticos. Es un proceso anterior y más primario, y significa que se está jugando en tu campo, con tus reglas.
¿Acaso no invadió Bush Afganistán (y luego Irak) en nombre de la democracia y de la justicia? Los invasores llamaron primero “Justicia infinita” a la operación y, posteriormente, “Libertad duradera”, conceptos universales ambos, aunque la invasión fue cruelmente violenta y costó muchos miles de vidas. Son las ventajas de la hegemonía.