Las trabajadoras de Altan Bernedo "ya no tenemos miedo"
Nerea Ispizua (este arículo ha sido publicado en el número 245 de la revista sindical Landeia)
Tal como explica Ioritz Iglesias, responsable de Industria eta Eraikuntza en Araba, esta lucha sindical constituye todo un hito. En esta empresa y en la comarca, la montaña alavesa. “Ha sido una lucha sindical ejemplar con muchos elementos importantes: zona despoblada de la Montaña Alavesa, una empresa creada con impulso público vendida a una multinacional, un sector estratégico como la industria farmacéutica, una plantilla compuesta en su mayoría por mujeres y la amenaza de un convenio estatal de Químicas con condiciones precarias”.
La plantilla llevaba 20 años regida por un pacto de empresa que mejoraba en algunos aspectos el convenio estatal, y en los últimos años bajo la contínua amenaza por parte de la multinacional de volver al suelo del estatal “porque salían muy caras”. Altan tiene otra planta, Altan Casarrubios (Toledo), y la dirección de Bernedo no perdía ocasión de comparar sus condiciones laborales. “Huir de la espada de Damocles del estatal de Química era una prioridad absoluta”, explica Iglesias.
La lucha de toda una comarca
Y dicho y hecho. En la negociación de este año las trabajadoras han sido capaces de organizarse, empoderarse, plantar cara al chantaje de la empresa y salir y aguantar en huelga indefinida hasta lograr un convenio propio que blinda todos los derechos adquiridos. Fue una huelga a la defensiva, para intentar consolidar lo que tenían, pero la victoria sindical ha supuesto un cambio en la correlación de fuerzas que, de cara al futuro, va a permitir una negociación colectiva a la ofensiva.
“Este convenio de empresa no es el fin, es el comienzo de unas nuevas relaciones en la empresa. La gente se ha conocido, ha hecho piña, grupo, y ha perdido el miedo a reivindicar y pelear por sus derechos; lo que han hecho y logrado estas trabajadoras ha sido impresionante”.
Más de 100 días en la calle, socializando su lucha e implicando a una comarca en la que se conocen todas y todos. “Estuvieron explicando el conflicto en la Comisión de Industria tanto del Parlamento Vasco como de la Diputación de Araba. Llevaron a cabo dos manifestaciones en la capital, Gasteiz, una de ellas en sábado, a petición de la gente de la comarca. Ha habido mociones a favor de su pelea de los ayuntamiento de la zona… Han realizado un trabajo muy meritorio tanto de visibilización de su lucha como del conjunto de una comarca, la montaña alavesa, muy olvidada”.
Numerosas ayudas públicas
Y es que esta empresa –aunque en 2016 fue adquirida por la multinacional Altan y recientemente por Ethypharm–, en sus orígenes fue Biomendi, y se creó con dinero público para activar económicamente una comarca en la que no hay industria y dar una salida laboral a la población de la zona; una iniciativa a la que se acogieron, fundamentalmente, mujeres.
“Los hombres se dedicaban a la agricultura o se desplazaban a las industrias de los alrededores. Al impulsar esta empresa fueron mujeres, fundamentalmente, las que accedieron a los empleos creados. Y al aplicarse el convenio estatal de químicas, algunos entendían este trabajo como un sueldo complementario y así se han justificado históricamente los sueldos bajos y la precariedad”, relata Iglesias. “Hasta hoy. Porque eso, con este convenio, ha cambiado”.
Aunque Biomendi fue vendida, lo cierto es que sigue disfrutando de numerosas ayudas públicas, tanto de forma directa como indirecta. El suelo en el que está ubicada la empresa es municipal, se ha llevado hasta allí la fibra óptica o se han mejorado las infraestructuras para favorecer el transporte por carretera y el acceso de los camiones a la planta. “Hay un interés público detrás. Pero las instituciones suelen olvidarse de que no solo es importante potenciar la creación de empleo; también lo es la calidad de ese empleo”, remarca.
Un buen punto de partida, pero quedan pasos por dar
Tras más de 100 días de huelga, la víspera del 8 de marzo –las casualidades no existen– empresa y comité (6 representantes de ELA y 3 de LAB) acordaron recoger todos los derechos del Pacto de Empresa 2017-2019 y llevarlos a un convenio blindado y, además, incrementar los salarios ligados al IPC. El convenio tendrá una vigencia de cuatro años (2020-2024).
Ioritz Iglesias destaca, por encima de los contenidos del nuevo convenio, “que son buenos”, que la dinámica que ha permitido conseguirlo es el principio de un camino que hay que consolidar día a día para que el próximo convenio sea el del gran salto adelante en las condiciones laborales de esta empresa. “Se han puesto las bases (un convenio propio), se ha doblegado a una multinacional que quería dejarnos hasta sin pacto de empresa, pero ahora toca seguir dando pasos”.
La Caja de Resistencia, imprescindible… una vez más
Al volver la vista atrás sobre el desarrollo del conflicto y de la huelga mantenida, Ioritz Iglesias no puede ni quiere evitar destacar el trascendental papel que la Caja de Resistencia del sindicato ha jugado en esta nueva victoria sindical.
“La Caja es un instrumento de lucha imprescindible porque te permite aguantar el pulso contra la empresa. No basta con estar unidas, que es imprescindible; no basta con tener razón. Hace falta tener medios para luchar con garantías de éxito, y eso es lo que ELA ha ofrecido a la plantilla de Altan Bernedo”.
“Ya no tememos miedo”
Rosa Clara Ruiz-Alejos lleva 14 años trabajando en Altan Bernedo. De hecho, entró siendo Biomendi, una empresa mucho más familiar cuyas relaciones laborales han ido degradándose lenta pero progresivamente, especialmente a partir de 2016, una vez adquirida por el grupo inversor Altan. Esta delegada de salud laboral de ELA vive en La Rioja, como una pequeña parte de la plantilla. Sin embargo, eso no es óbice para que haya apostado por ELA y su proyecto. Mirando atrás en el tiempo, Rosa explica que la huelga indefinida ha sido el único camino que la dirección de Altan ha dejado a la plantilla.
“La vigencia del anterior pacto de empresa era 2017-2019. Desde principios de 2020 intentamos llegar a un acuerdo, sin éxito, debido a la actitud de la dirección. En este tiempo hubo dos denuncias contra la empresa: una, por negarse a abonar el plus de nocturnidad en vacaciones, y otra, una denuncia individual de una compañera. Con esa excusa suspendieron las negociaciones”.
Hartazgo de la plantilla
“Durante la pandemia no dimos abasto de trabajo, pero tampoco hubo negociaciones. Luego, vinieron planteando despidos y salieron 19 personas: 14 fueron bajas incentivadas y el resto, eventuales a las que no les renovaron el contrato. Ya en febrero de 2021, trajeron una propuesta que empeoraba, incluso, el convenio estatal de Químicas y se cerraban a todas nuestras propuestas. Incluso anulaban reuniones de negociación de manera unilateral”.
El hartazgo de la plantilla era enorme. Y a eso se le sumó las salidas de tono y falta de respeto de un alto cargo. “Hasta que dijimos basta”, cuenta Rosa. “Costó salir a la huelga, pero una vez en la pelea teníamos claro que íbamos a por todas: lograr un convenio propio y subidas salariales referenciadas al IPC, tal como lo logramos finalmente. Para la mayoría ha sido nuestra primera huelga, y encima de casi 4 meses, que se dice pronto, pero la sensación que tenemos es muy positiva. Ha habido incertidumbre, sufrimiento, pero la piña que hemos hecho ha podido con todo. Ten en cuenta que antes, con mucha gente te cruzabas en el pasillo y poco más. Yo he descubierto a grandes personas en esta huelga. Ha sido una experiencia muy enriquecedora, aunque parezca mentira”.
Lágrimas de alegría
Al hilo de lo anterior, esta delegada de ELA resalta la importancia del diálogo constante e interminable entre toda la plantilla. “Ha habido divergencias, por supuesto. Pero siempre hemos acabado llegando a acuerdos. Hemos hablado entre las y los huelguistas hasta la saciedad”.
Rosa está contenta con el convenio firmado, aunque si tuviera que poner un pero sería no haber podido lograr una subida lineal, “una manera de beneficiar más a la gente de producción, almacén, mantenimiento, limpieza y auxiliares de control que, de los que han hecho la huelga, son los que tienen salarios más bajos”. En este sentido, Rosa destaca el acto de solidaridad de la plantilla de huelguistas que pertenecen a categorías superiores a las mencionadas anteriormente, que estaban dispuestos a aceptar esa subida líneal.
Al ser cuestionada sobre qué ha opinado su entorno de la lucha mantenida, Rosa destaca, además del apoyo incondicional, la sorpresa al saber que existían sindicatos con Caja de Resistencia. “Cuando me preguntaban cómo hacíamos para aguantar tantos días sin cobrar, yo les explicaba que mi sindicato tiene Caja de Resistencia y cómo funcionaba y, en general, se quedaban muy sorprendidos. Me ha dado la sensación de que hay mucho desconocimento en ciertos temas: huelga, lucha obrera, sindicatos… Y, además, al venir yo de otra comunidad autónoma (La Rioja), mi entorno únicamente conoce la realidad de los sindicatos tradicionales españoles. Ahora, gracias al conflicto con Altan y al tenerme a mi ahí, como afiliada de ELA, han podido conocer que hay otras formas de hacer sindicalismo”.
Rosa Clara Ruiz-Alejos asegura que siempre recordará la fiesta final de huelga. “Fue super emotiva. ¡Lo que pudimos llorar! Especialmente el 7 de marzo, día que firmamos el acuerdo de fin de huelga y pudimos visualizar un vídeo sobre la pelea elaborado por unos compañeros. Espero que la dirección de Altan se haya dado cuenta de que somos muchas, de que la plantilla está muy unida y que vamos a hacernos respetar. ¡Ya no tenemos miedo!”.