[Publicación] El elefante en la habitación o el problema que nadie quiere abordar

2021/02/22
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Asbjørn Wahl (asesor sindical, escritor y activista) aborda el problema de la izquierda y la Unión Europea. "¿Debería ser la retirada de la Unión Monetaria y Económica, y por lo tanto del euro y posiblemente también de la Unión Europea una herramienta relevante en las estrategias políticas de la izquierda? ¿Debería efectuarse la conquista y reforma de la Unión Europea desde dentro? La respuesta a estas cuestiones es, evidentemente, decisiva para la estrategia de la izquierda en Europa."

(Documento completo)

Diagnóstico de la izquierda europea

Como hemos visto, la izquierda europea es un grupo diverso de organizaciones. Durante la mayor parte del pasado siglo han sido dos las tendencias que han dominado en el movimiento obrero: el comunismo y la socialdemocracia. Con el derrumbamiento del Bloque del Este y la ruptura del compromiso de clase en Europa Occidental, ambos proyectos políticos parecen haber llegado a su fin. Los partidos comunistas tradicionales en Europa Occidental, desde los de tipo más orientados a Moscú a las variantes reformadas euro-comunistas (en Italia y España), se han ido gradualmente descomponiendo. En los últimos años, también hemos asistido al colapso de los partidos socialdemócratas experimentados, uno tras otro. Los que perduran todavía, aunque reducidos, han abandonado más o menos su ideología tradicional y adoptado una política neoliberal suave.

Varios de los actuales partidos de izquierda de Europa son más recientes, incluyendo fusiones y reagrupamientos de varios grupos y partidos pequeños, pero no mantienen necesariamente vínculos fuertes con pasadas tradiciones históricas. La mayoría de ellos, son, políticamente, organizaciones relativamente moderadas. Muchos de ellos están débilmente enraizados en la clase obrera, así como en el movimiento sindical. Muy pocos de estos partidos tienen una estrategia socialista bien desarrollada o cuentan con análisis de las relaciones económicas y de poder. En cambio presentan tendencias socialdemócratas y social-liberales (el espacio para dichas perspectivas se ha ampliado en los últimos años, a medida que los partidos tradicionales con esas ideologías se han vuelto cada vez más neoliberales).

Con algunas excepciones, esos partidos están fuertemente orientados al parlamentarismo, centrados en una serie limitada de cuestiones populares para las que se busca la atención de los medios, mientras la capacidad de movilizar a los trabajadores desde abajo es débil. Por lo tanto, podemos decir que nos encontramos en medio de un momento Gramsciano, donde lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer.

Wolfgang Streeck, profesor alemán de sociología, director del Instituto Max Planck, y antiguo socialdemócrata, describe así la debilidad de la izquierda y su declive en las elecciones de la Unión Europea en los últimos años:

“Estos son tiempos de lealtades políticas que cambian rápidamente. Pero, ¿a qué debe esperar la Izquierda para hacer avances electorales entre los trabajadores europeos y sectores reformistas de la clase media si no es ahora? Hay una necesidad urgente de explicar el fracaso desastroso de la Izquierda para hacerlo... la primera y más básica razón es la aparentemente total ausencia de una estrategia política de izquierdas realista anticapitalista o al menos anti-neoliberal con relación a la Unión Europea. No existe siquiera un debate sobre la cuestión crucial de si la UE puede ser siquiera un vehículo para una política anti-capitalista”.

La meta de muchos partidos de izquierda europeos es llegar al gobierno, la mayor parte de las veces como un socio de un partido socialdemócrata neoliberal dominante y más grande. Para la gran mayoría de partidos de izquierda que han intentado esa vía –en Francia, Italia, Noruega y Dinamarca– la experiencia ha sido algo entre negativo y desastroso. A pesar de ello, tanto si han formado parte de esos gobiernos como si no, parece que la mayoría de partidos de izquierda –como los alemanes y holandeses, así como los de los Países Nórdicos (excepto la Alianza Roja-Verde)– siguen teniendo esa ambición. El partido español Podemos, que se formó en 2014 definiéndose como ni de derechas ni de izquierdas y en oposición a la élite y a la casta política (como la llamaban), entró en coalición con el partido Izquierda Unida, alinéandose entre ellos para entrar en un gobierno de coalición con el Partido Socialista.

Esta tendencia política suicida es difícil de entender. En particular los partidos de izquierda que no entran en esos gobiernos, pero que se limitan a dar apoyo crítico a un partido de dominio socialdemócrata en lugar de a un gobierno de varios partidos de derechas, salen mejor parados. mejor para promover sus propias políticas, incluyendo la oportunidad de movilizar la presión desde abajo en lugar de comprometer sus políticas en las trastiendas parlamentarias. Åsa Linderborg, historiador sueco, editor de prensa y autor, ha abordado este problema en un artículo sobre el desarrollo del Partido de Izquierda en Suecia:

“No es sencillo resumir el proyecto del Partido de Izquierda. Es el único partido que sostiene una crítica anticapitalista del poder, pero durante 25 años ha trabajado para obtener legitimidad como socio colaborador de los socialdemócratas. Durante años el partido ha apoyado un partido socialdemócrata de derechas que ha recortado impuestos y debilitado la política de redistribución. Han votado a favor de reglas presupuestarias que ponen en peligro la economía sueca. El resultado ha sido mayores desigualdades de clase y una extrema concentración de la riqueza. El bienestar y la democracia quedan de ese modo socavados”.

Hay muchos indicios que muestran cómo muchas de las relaciones de los partidos de izquierda con la Unión Europea carecen de coherencia. Por ejemplo, son cada vez más los partidos de izquierda que apoyan la estrategia del Plan B, que es a la vez exigente y beligerante. Al mismo tiempo apenas contribuyen a desarrollarla, sino a aplicar una política en el Parlamento Europeo y a nivel nacional que no refleja dicha política beligerante, pero que, involuntariamente o de otro modo, forma parte de una estrategia para reformar la Unión Europea desde dentro.

Estar a favor de romper los tratados de la UE en situaciones concretas no significa que la consigna ¡Romper el tratado! tenga que ser la exigencia primaria de los partidos de izquierda en todo momento. Es una cuestión de estrategia y táctica. La movilización para reforzar las fuerzas de izquierda debe, como punto de partida, estar basada en un análisis concreto de la situación precisa, incluyendo las relaciones de poder reales en la sociedad. En una situación en la que se intensifica la lucha de clases, cualquier partido de izquierda puede experimentar lo que vivió Syriza, a saber, que las instituciones y tratados de la UE ponen enormes barreras para el desarrollo progresista. Nos guste o no surgirá la posibilidad o necesidad de salir del euro, o incluso de la Unión Europea. La elección será brutal: o bien abandonar la lucha por reformas sociales/socialistas y permanecer en la Unión Europea o bien romper con la Unión Europea para proseguir la lucha. La capitulación difícilmente es una vía significativa para cualquier partido de izquierdas real.

Lógicamente, romper los tratados de la UE o salir del euro, o quizás incluso de la Unión Europea, es una lucha que requerirá la movilización masiva desde abajo y solidaridad del exterior para tener éxito. Para ello, tanto la organización del partido como sus miembros, así como los socios de la alianza, deben estar preparados para esa lucha. Lamentablemente esa no es la situación actual.

Los problemas de la izquierda con su política de la UE no harán más que aumentar si los partidos no quieren asumir políticas contrarias a la UE por miedo a ser equiparados con los racistas y nacionalistas, aunque este caso general puede haber estado limitado al referéndum específico del Brexit. En realidad, la verdad es lo contrario. Si la izquierda realmente aspira a debilitar la Unión Europea como el centro de poder neoliberal y autoritario en que se ha convertido, salir de ella tendrá que ser una herramienta importante y necesaria que habrá que utilizar. No son los movimientos favorables a salir de la UE los que han creado y reforzado a los partidos de extrema derecha en un país tras otro en Europa, ni han hecho que dichos partidos lleguen al poder en Italia, Austria, Hungría y Polonia. No es la crítica radical de la Unión Europea por parte de la izquierda la responsable de los nacionalismos y la extrema derecha, sino las políticas existentes de la UE que han devastado la vida de millones de trabajadores, fomentando el creciente descontento y el sentimiento de impotencia de la gente.

La única manera de salir de esta crisis es que la izquierda desarrolle su propia lucha y crítica contra la Unión Europea autoritaria y neoliberal promoviendo políticas internacionalistas, solidarias y antirracistas en el otro lado del abismo de la crítica de la extrema derecha. El desarrollo de una Europa solidaria, internacionalista y unificada presupone la derrota de la Unión Europea institucionalizada, autoritaria y neoliberal, sustituida por una Europa unificada desarrollada sobre la base de la democracia, la solidaridad y la autodeterminación.

Para lograrlo, lo primero es reconocer la profunda crisis ideológica y política de la izquierda europea. El papel y carácter de la Unión Europea debe ser estudiado y analizado, desarrollando una estrategia genuinamente anticapitalista. En este contexto, será importante apoyar y desarrollar más la estrategia del Plan B. Ello requerirá la clarificación de análisis y estrategias, que adecuadamente desarrollados, pueden contribuir a una necesaria radicalización de la izquierda europea.