"Estoy muy feliz y muy contenta de estar con el sindicato ELA"

Audio y transcripción del testimonio de Silvi del Pilar:
Mire, en mi país —soy de Perú— las empresas están siendo azotadas ahora mismo por la extorsión y la delincuencia. Un empresario empieza a crecer y tiene que pagar cupos. Por esa razón tuve que cerrar mi empresa y buscar una nueva oportunidad de trabajo en este país. Migré.
También, como quien dice en un lenguaje más de la calle, tuve que “pagar piso”, el famoso “derecho de piso”, al llegar a este país como migrante. Puse un anuncio en la página de Mil Anuncios y me captaron por ahí para una empresa de costura. Me trajeron de Madrid a Bilbao con una oferta de trabajo un poco engañosa.
Me hicieron vivir en la casa de la persona con la que iba a trabajar. Prácticamente no tenía respiro, porque veía a esa persona las 24 horas del día, los siete días de la semana.
A mí me vas a comentar, Silvia, que además tú habías especificado claramente que no querías vivir con la persona empleadora. Esa era la condición que yo había puesto para venirme, pero al momento de estar ya aquí con todas mis cosas, no había otra alternativa.
Cuando le mencioné que necesitaba cambiarme de lugar, de habitación, me hicieron una falsa acusación de robo. Me tenían, como quien dice, coaccionada: “Si te vas, te acuso de robo”.
Al no conocer a nadie en este país, sin saber quién podía defenderme, no me quedaba otra que aguantar y someterme a jornadas de 11 horas diarias de trabajo en el taller de costura, por una remuneración de 20 euros al día. Nada fácil para mí. Totalmente esclavizante. Porque de esos 20 euros tenía que pagar la habitación que me cobraba la misma persona que me trajo, y hacer magia para que me alcanzara para la comida. Incluso tenía que pedir auxilio económico a mi país para poder sobrevivir aquí, mientras encontraba —como quien dice— la luz al final del túnel.
Me rompí la mano en el taller de costura, casi al mes de estar en la casa de la empresaria. Me rompí el dedo. Ella me mandó sola desde Basauri al hospital de Basurto, a pesar de que había un ambulatorio en Ariz.
Yo, toda ensangrentada, tuve que caminar, al borde de perder el conocimiento por la cantidad de sangre que estaba perdiendo. Llegué arrastrándome al hospital de Basurto. Y allí me trataron como a un animal. El médico me preguntó: “¿Tienes documentos?” —No— “¿De dónde eres?” —De Perú— “Ah, mira, las peruanas son bien valientes”.
Sin ponerme anestesia para el dolor, me colocó un tipo de parche. Créanme que me dolía hasta el alma, y yo seguía chorreando sangre. Le dije: “Mira, me tengo que ir porque no aguanto tu trato”. Y me respondió otra vez con lo de que “las peruanas son valientes”. Sí, lo somos. Pero tú eres un animal. Perdóname la expresión, pero tú, como médico, eres un animal. Me perdonan el calificativo, pero no había otra forma de decirlo.
Me fui y terminé curándome sola la mano. Gracias a Dios, se recuperó en ocho meses y ahora la tengo casi normal.
Seguí trabajando porque me tenía bajo amenazas. Aguanté seis meses hasta que dije “no doy más”. Me despidió porque, según ella, ya no me podía pagar. Me dijo que no había trabajo y que “gracias a ella tenía para comer”, y que debía darle las gracias por haberme permitido comer en su mesa. Como si en mi país no se comiera en mesa. Como si uno viniera aquí porque no tiene qué comer. Uno viene en busca de nuevas oportunidades.
Cuando ya estaba completamente decepcionada de todo lo que me estaba pasando, conocí a una persona que me condujo a ELA y me dijo: “Vamos ahí, que ahí van a defender tus derechos”.
De verdad, muchas gracias a todo el equipo de ELA que me ha atendido en Basauri.
Aissatou Badji: Yo también doy gracias a Dios por una amiga que me convenció de acercarme al sindicato ELA, de conocer lo que era. Y también gracias a las compañeras, que me decían una y otra vez: “Métete, métete”.
Yo, sinceramente, pensaba que el sindicato era solo una cosa de justicia básica, de “lo justo y ya está”. Pero cuando me metí, me di cuenta de que había mucho más por conocer. Vi que estaban peleando también contra el racismo, por los derechos de las personas trabajadoras y por un trato digno para todas.
Y, de verdad, me ha encantado. Estoy muy feliz y muy contenta de estar con el sindicato.