La huelga: empoderamiento y oportunidad

2022/02/02
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Hace unos meses, las mujeres de H&M fueron a la huelga para evitar los despidos de sus compañeras. De igual manera lo hicieron en Ferrovial-Araia; plantilla compuesta por innumerables naciones, que expresaron alto y claro que no van a aceptar continuar siendo mulas de carga. Más de cien trabajadoras de Altan-Bernedo, empresa situada en Montaña alavesa, se encuentran al escribir estas líneas en huelga indefinida exigiendo unas condiciones laborales dignas. Sin olvidar las luchas a lo largo y ancho de Euskal Herria en contra de la brecha salarial de género como la huelga en la limpieza del Guggenheim. Mujeres, migrantes, periferias… que han comprendido que la huelga es el mejor instrumento de empoderamiento colectivo para romper la exclusión que ejerce el capitalismo patriarcal sobre ellas.

Urdax Bañuelos, ELA-Gasteiz Industria (este artículo se ha publicado en el número 244 de Landeia)

¿Qué ocurre si me sumo a la huelga?

Los casos citados son un exponente de cómo la huelga no solo es una herramienta para alcanzar objetivos laborales sino que también es un instrumento para que los colectivos fortalezcan su posición en la sociedad. Sin embargo, ¿qué ocurre para que una plantilla o un sector de trabajadoras y trabajadores den el paso y se sumen a la huelga? En muchas ocasiones, y me incluyo, nos hemos centrado más en analizar el contenido de la huelga (tabla reivindicativa) y su cierre final (logros), que lo que tiene que ver con el inicio de toda la dinámica de la contienda política.

Una plantilla decide parar su empresa o sector porque entiende que se encuentra ante una ventana de oportunidad política. Y la huelga es un claro exponente de esa oportunidad que teorizaron los autores Doug McAdam, Charles Tilly y, sobre todo, Sidney Tarrow dentro de su teoría del proceso político. Teoría de análisis de los movimientos sociales y políticos que pone el foco en cómo condicionan el conflicto las dinámicas, procesos y mecanismos activados en ellos.

Hablamos de una doble oportunidad política: por un lado, la ventana de oportunidad que se abre para llevar a cabo la huelga; y, por otro, las nuevas oportunidades políticas resultantes de las movilizaciones realizadas.

La huelga como refuerzo individual y colectivo

Teniendo muy presentes los elementos subyacentes en cualquier conflicto político, en un determinado momento se producen mecanismos y procesos que marcan la necesidad de confrontación y el inicio o la apertura de la ventana de oportunidad. Las personas se suman a la huelga, entre otras cuestiones, en respuesta a una situación, problemática o porque esperan sacar un rédito (aliciente).

Recuperemos los ejemplos citados anteriormente: en H&M (y en Tubacex, también) es la propuesta de la empresa de despidos la que enciende la mecha; en Altan-Bernedo, la desregularización de las condiciones laborales; en Ferrovial-Araia, la cada vez mayor precarización; y en las luchas en contra de la brecha salarial, las diferencias en las condiciones laborales dependiendo del género. Siempre ocurre un hecho que, unido a la coyuntura política, marca el inicio del conflicto.

La huelga, de esta forma, se convierte para todos esos trabajadores y trabajadoras en una oportunidad para salir de la precariedad o evitar entrar en ella. La interpretan como (única) alternativa a su situación actual de falta de derechos laborales y de injusticia. La huelga, siempre costosa y siempre necesaria, no sólo tiene valor por sí misma y por los resultados, sino que también adquiere gran relevancia el camino recorrido en ella y el empoderamiento que provoca en los y las huelguistas. No solo por el resultado logrado tras la huelga sino también por el camino recorrido en ella y el empoderamiento que resulta en las persona. Hablamos también del reforzamiento individual y colectivo de la conciencia de clase.

Y es que, al contrario del tan repetido eslogan de Thatcher donde se decía “there is no alternative”, aquí y ahora sí que existen alternativas. Ya que si las fuerzas de izquierdas no somos capaces de proponer alternativas al estado actual de las cosas, la nueva ultraderecha ganará posiciones haciéndose dueña de la frustración de los sectores más excluidos de la sociedad. Los mismos que han generado la frustración sacan rédito de la misma. Porque la huelga como herramienta de confrontación brinda oportunidades y ofrece alternativas a los colectivos. Organización, lucha y empoderamiento individual y colectivo.

Pero este recorrido solo es posible desde la politización y polarización de las plantillas. Porque, seamos serias, todo es política en nuestras vidas, tanto en lo privado como en lo público. Muchas veces se le acusa a ELA de hacer política, como si hacer política fuera potestad sólo de unos pocos elegidos, de una élite. En un Estado Español donde en prime time podemos ver a un futbolista lanzando odas a un defraudador fiscal y explotador laboral como Amancio Ortega se nos dice a los sindicatos de contrapoder que no hagamos política. Que no confrontemos, que no nos rebelemos, que no hagamos huelgas. En definitiva, que seamos sumisos.

Por ello, nuestro objetivo tiene que ser politizar las vidas para combatir la precariedad. Transmitir y concienciar a las trabajadoras y a los trabajadores de cuál es la realidad y ofrecerles herramientas de lucha para hacer frente a las opresiones que les recorren. Hacer consciente a las personas de su situación y las opresiones que le recorren. Y la huelga, sin lugar a dudas, es una herramienta para ello.