Coronavirus: el rey está desnudo
La epidemia actual subraya las diferencias de un sistema que no puede evitar una situación a pesar de su previsibilidad. El coste social, humano y económico de esta crisis histórica anuncia las catástrofes del mañana, vinculadas al cambio climático que el gobierno ya no puede anticipar.
Hay algo histórico en la crisis que padecemos hoy. Escuelas, bares, restaurantes, tiendas no esenciales cerradas, nuestra sociedad no se imaginaba algo así, incluso durante las dos guerras mundiales del siglo pasado.
Lo que me llama especialmente la atención como activistas de Bizi y Alternatiba son las similitudes que encontramos en la actitud de nuestros líderes y el funcionamiento de nuestro sistema ante esta crisis de salud, clima y biodiversidad. Existe un motivo de preocupación para el futuro si no aprendemos las lecciones apropiadas de este momento sin precedentes.
Se advirtió a nuestros líderes: las primeras crisis, los informes y los científicos ya habían hecho sonar la alarma, y la ignoraron. No han adaptado sus políticas y no han implementado medidas para prevenir y controlar lo máximo posible la propagación de una epidemia que estaba anunciada.
La inacción tiene un costo extremadamente mayor que la acción. En la lucha contra el cambio climático como en la actual crisis de salud, las políticas ambiciosas de mitigación y adaptación han sido posibles y necesarias durante mucho tiempo. Pero representan un costo y pocas o ninguna fuente inmediata de ganancias, especialmente para el mundo de las multinacionales y los accionistas. Como resultado, nuestros líderes no las implementan, el desastre anunciado ocurre en las peores condiciones y el resultado final es incomparablemente más costoso, en términos humanos, sociales y económicos.
Un sistema incapaz de prevenir y hacer frente
Muchos especialistas ya habían formulado con precisión los peligros y los riesgos, en particular desde la crisis del SARS en 2003, y alertaron sobre la vulnerabilidad de nuestras sociedades ante los pronósticos de "epidemias más frecuentes de enfermedades infecciosas, debido a la rápida urbanización, a crisis humanitarias no planificadas y prolongadas, a incursiones humanas en tierras previamente no explotadas, a la expansión de los viajes y el comercio internacional y al cambio climático regional".
En 2005, el informe parlamentario "sobre el riesgo de epidemia" de la senadora ambiental Marie-Christine Blandin ya alertó sobre la amenaza que constituían los virus de tipo respiratorio en tiempos de globalización y de multiplicación de viajes rápidos por avión, y alertaba la falta de estrategias franceses para este peligro, en términos de recursos, investigación científica y vacunas.
Este informe describía las condiciones de protección contra una epidemia como la descrita, mientras encontrar un medicamento y, luego, una vacuna: "Si entramos en una fase de pandemia contagiosa de persona a persona, uno de los tres métodos para luchar contra esta epidemia es poner barreras físicas, lo que implica que las personas en contacto con el público puedan tener máscaras adaptadas a la pandemia." (...) Las autoridades interrogadas por sus relatores creen que tanto las máscaras convencionales, como las máscaras de cirujano, solo ofrecen una protección limitada. Sería deseable tener modelos más eficientes, pero son más caros." (...) "La provisión de máscaras suficientes sin duda sería un costo muy alto, pero, al mismo tiempo, ayudaría a limitar la parálisis del país. Visto desde este ángulo, el costo debe mirarse con perspectiva. "
Más recientemente, la OMS había señalado, con mucha precisión, los riesgos relacionados con los mercados de animales salvajes en las ciudades de Beijing y Wuhan, donde comenzó la actual epidemia de coronavirus.
Wuhan fue puesto en cuarentena en enero de 2020 y, por lo tanto, los líderes de todo el mundo eran plenamente conscientes de la gravedad de la situación y de las medidas que se debían tomar para evitar llegar a esos extremos aquí. Muy pocos aprovecharon estos 2 meses para hacer lo necesario.
El ex economista jefe y director ejecutivo de la Agencia Francesa de Desarrollo, Gaël Giraud, lo expresa sin rodeos: "Debemos comenzar diciéndolo nuevamente, a riesgo de conmocionar hoy, la pandemia de Covid-19 debería haber seguido siendo lo que es: una pandemia un poco más viral y letal que la gripe estacional, cuyos efectos son leves en la gran mayoría de la población, pero muy graves en una pequeña fracción. En cambio, el desmantelamiento del sistema de salud europeo y norteamericano iniciado hace más de diez años ha convertido este virus en una catástrofe sin precedentes en la historia de la humanidad que amenaza la totalidad de nuestros sistemas económicos." (...) " Hubiera sido relativamente fácil frenar la pandemia llevando a cabo una detección sistemática de las personas infectadas tan pronto como aparecieran los primeros casos, rastreando sus movimientos y colocando al (menor) número de personas afectadas en cuarentena selectiva. Todo ello junto con la distribución masiva de mascarillas a las personas susceptibles de que se contagien, para reducir aún más el riesgo de propagación. Esto es lo que Corea del Sur y Taiwán han hecho con éxito, ya que han puesto fin al mal sin ningún tipo de confinamiento colectivo".
Y el final está lejos
En resumen, el rey está desnudo. Este sistema capitalista presentado como el único "que funciona", en realidad está cavando nuestra tumba colectiva. No solo multiplicará las nuevas fuentes de pandemias por los grandes desequilibrios ecológicos y climáticos que causa, sino que demostrará ser impotente frente a ellos. Los resultados de la incapacidad del sistema y de nuestros líderes actuales para escuchar a la ciencia, de anticipar, prevenir y mitigar (en este caso en temas de salud, pero lo mismo durante 25 años sobre asuntos climáticos) son: un sistema de salud pública, que tantos años de política neoliberal han debilitado deliberadamente, saturado por un pico de infecciones graves que podrían haberse limitado y suavizado de haberse actuado con tiempo, y un confinamiento general de la población con terribles costos humanos, sociales y económicos. Las cuidadoras, las personas mayores, mujeres y niñas encerrados con sus maltratadores, migrantes, personas sin hogar, cajeras de supermercados que trabajan con miedo y muchos otros pagan un alto precio por esta negligencia. ¿Cuántos pequeños comerciantes, artesanos y campesinos no se recuperarán? ¿Con qué salsa se zamparán los accionistas a los asalariados para compensar sus pérdidas cuando, en este período, un tercio de la capitalización del mercado mundial se ha esfumado? Gaël Giraud estima que podría haber un millón de desempleados adicionales en Francia después de esta crisis.
Y este confinamiento general habrá sido inútil si no comenzamos a poner en marcha las medidas que deberían haberse tomado en enero y febrero: distribuir masivamente pruebas de detección y máscaras protectoras, poner en cuarentena a las personas que han dado positivo, así como a su entorno; mantener una higiene básica y continuar con las pruebas probablemente, por lo menos, durante todo el verano. Debido a que el virus aún estará ahí cuando salgamos del confinamiento, dado que se ha extendido por todo el mundo, tendremos que controlar su presencia y sus posibles mutaciones durante al menos un año entero.
Debemos sacar lecciones de esta crisis sin precedentes, cuáles han sido sus causas, la incapacidad del neoliberalismo y nuestros líderes actuales para prevenirlo, contenerlo y gestionarlo racionalmente. También debemos aprender de lo que nos revela sobre la fragilidad de nuestras sociedades cada vez menos autónomas y resilientes. Volveré hablar de este tema en el próxima Enbata.