Erreboltaren agindua: alternatibak eraiki
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Y cuando conseguimos sacar la cabeza para respirar un poco de realidad, nos encontramos con procesos ya nada oscuros que afectan a nuestro día a día, a nuestra economía doméstica, a nuestro empleo, a nuestra salud y a cualquier otro aspecto que incide directamente en el bienestar de todos y cada uno, especialmente de las personas más fragilizadas. Y volvemos a los oscuros procesos que esta vez conectan una cosa con la otra, sobre la base de razonamientos simples (habría que decir “simplones”) que intentan demostrar, más allá de toda duda razonable, que esas medidas que vienen de la escala macro a nuestro quehacer cotidiano son imprescindibles si queremos superar la crisis, rescatar el empleo, aumentar el consumo y, al final de este cuento de la lechera, recuperar el bienestar.
El resultado de toda esta dinámica es una sensación de que las decisiones políticas están, en el mejor de los casos, radicalmente condicionadas por poderosos agentes económico-financieros. Hay otras dudas razonables que apuntan un poco más lejos: estamos asistiendo a un desmantelamiento global de las estructuras y capacidades de la democracia, en manos de quienes hoy, de hecho, detentan el poder en nuestra sociedad global. Y ante esta realidad, la pregunta es inmediata: ¿cuál es la respuesta responsable de aquellas personas y organizaciones que quieren rebelarse contra este estado de cosas, contra esta deriva a la que el neoliberalismo desatado nos está conduciendo?
Afrontar esta pregunta y comprometerse en promover posibles respuestas es, en estos tiempos, un imperativo ético irrenunciable, y conduce a una serie de actitudes ciudadanas que empiezan por un ejercicio serio y continuado de solidaridad y por la construcción colectiva de espíritu crítico frente a los relatos neoliberales. Pero no terminan ahí, ni mucho menos. La movilización y la respuesta indignada, de la que estamos viendo algunas esperanzadoras muestras en estos últimos tiempos, se muestran como reacciones inevitables ante ese desvanecimiento (otra vez, en el mejor de los casos) de políticas públicas responsables que sean capaces de embridar este capitalismo desatado y protejan el bien común.
Pero es necesario entender que, aun siendo la solidaridad, la construcción colectiva de espíritu crítico y la respuesta indignada exigencias ineludibles hoy en día, no son suficientes. Es necesario dar un paso más. Es necesario recuperar la militancia económica a la búsqueda de alternativas. Una militancia que construya nuevos circuitos económicos, vinculando a personas y organizaciones en procesos de acción colectiva que se desarrollen de acuerdo a criterios radicalmente distintos a los que actualmente marcan el quehacer económico. Alternativas que operen como gérmenes de transformación, que crezcan a medida que van agregando en su acción a personas y organizaciones comprometidas con esa transformación. Gérmenes que sin duda serán (al menos inicialmente), circuitos cortos de producción, distribución y consumo. Alternativas que no transformarán el sistema económico en el corto plazo, pero que tienen una serie de valores que merece la pena destacar. Su primer valor es simbólico: muestran que la realidad se puede transformar, aunque solo sea a pequeña escala. El segundo es cultural: la acción colectiva refuerza el espíritu crítico y contribuye a mantener valores como la cooperación, la solidaridad o la sencillez en el consumo, que el nicho cultural neoliberal lucha por desterrar definitivamente. El tercero es práctico, en la medida que son capaces de ofrecer a personas y organizaciones gravemente fragilizadas una esperanza de desarrollo que el sistema económico actual les ha negado.
El proyecto Fiare
El proyecto Fiare de Banca Ética (www.proyectofiare.com) es una de esas alternativas, que apuesta por consolidarse ni más ni menos que en el ámbito financiero. Promovido inicialmente por la Fundación Fiare desde Euskadi, es hoy una densa red con más de trescientas organizaciones jurídicamente vinculadas y más de dos mil quinientas personas socias en todo el estado. Organizaciones que proceden de ámbitos como la lucha contra la exclusión, la cooperación al desarrollo, la agroecología o la transformación en valores. Fiare se inserta en ese rico mundo de las propuestas de alternativa que constituye la Economía Solidaria (www.economiasolidaria. org), tratando de ofrecer crédito a proyectos que luchan por la regeneración de nuestras sociedades. Con un capital social superior a los tres millones de euros, Fiare ha sido capaz de crear un circuito de intermediación financiera que, al cierre del 2011, ha recogido más de 28 millones de ahorro y ha concedido financiación a más de ciento cincuenta proyectos de alto valor social, por un importe total superior a los 25 millones de euros.
Operando inicialmente como agente de Banca Popolare Ética (www.bancaetica.com), Fiare ofrece a la ciudadanía la posibilidad de suscribir depósitos bancarios completamente legales, así como de conceder prácticamente todos los productos de financiación a aquellos proyectos que, como decíamos antes, luchan por la regeneración de nuestras sociedades. En su proceso de desarrollo, Fiare se encuentra actualmente diseñando con Banca Popolare Ética un proyecto de integración de las bases sociales de ambas organizaciones, con el objetivo de crear una estructura cooperativa con más de cincuenta mil personas y organizaciones socias, capaz de operar en Italia y en todo el estado español ofreciendo los servicios bancarios habituales. Es un proceso tremendamente ilusionante, que necesita de la incorporación del mayor número posible de personas y organizaciones para consolidar un proyecto sostenible.
Hay muchas más cosas que decir de Fiare, como la dinámica de participación basada en grupos locales de personas socias, su estructura de evaluación éticosocial de los proyectos que solicitan financiación, su escala salarial (limitada a un ratio 1:2) o su política de trasparencia, pero quizás sea mejor no seguir con la descripción e invitar a quien esté interesado a acercarse al proyecto y conocerlo a fondo. Es la mejor manera de entender el valor de esta propuesta de alternativa financiera y dejarse enganchar por ella. Una propuesta que sabe de la importancia de la dimensión relacional en la construcción de actividades económicas orientadas al bien común y, por eso, convoca a la ciudadanía no solo a consumir, sino a construir banca ética.
Una última reflexión: merece la pena preguntarse qué agentes sociales pueden estar en estos momentos especialmente preparados para contribuir en la construcción de estas alternativas. Quiénes llevan en su cultura y en su historia los mimbres necesarios para desarrollar una acción colectiva de este tipo. Quiénes tienen la capacidad de movilización y la legitimidad para contribuir en este inaplazable reto. No quedan muchos, la verdad. Y quizás por esa razón sea esta una pregunta que el movimiento sindical debe hacerse cada día.